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Capriles, Venezuela, Chávez

La gran sorpresa y el gran reto

La gran sorpresa en las elecciones primarias para elegir al candidato unitario de la oposición venezolana, que se enfrentará al presidente Hugo Chávez en las elecciones del 7 de octubre, fue la cantidad de personas que acudió a la convocatoria

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No hubo sorpresas en cuanto al elegido. Como se esperaba, el favorito de las encuestas, Henrique Capriles Radonski, ganó el inédito proceso de elecciones primarias para elegir al candidato unitario de la oposición venezolana que se enfrentará al presidente Hugo Chávez en los comicios del 7 de octubre de este año. Su triunfo fue, además, claro y contundente.

Pero lo que sí constituyó la gran sorpresa de la jornada fue la cantidad de personas que acudió a la convocatoria opositora. La participación masiva de votantes a las primarias, dentro y fuera del país, rompió con todas las expectativas. Cálculos preliminares apuntan que superó con creces los 2 millones de votos y, de confirmarse este estimado, triplicaría el número de votantes de las elecciones internas del partido de gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Manifestando una madurez y vocación cívica impresionantes, la población salió a votar sin miedo, pese a las múltiples amenazas del gobierno, en particular en contra de los empleados públicos, y a pesar de los hechos de violencia que no dejaron de protagonizar las milicias bolivarianas y los grupos adeptos al chavismos en las mesas de votación de las zonas pobres y rurales del país.

Ello da cuenta claramente del hartazgo de la mayoría de los venezolanos con la forma ineficiente, poco transparente, beligerante, anárquica y autoritaria de gobernar del chavismo. Que quieren un cambio de dirigentes y de forma de gobernar. Como las argentinas del año pasado, estas primarias desbordaron pronósticos y prácticamente se convirtieron en un plebiscito en contra del propio Chávez y su Revolución Socialista a la cubana.

Sin duda, este triunfo constituye un paso de gran significación tanto para el fortalecimiento y unificación de las fuerzas opositoras —organizadas desde el 2010 en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)—, como para el avance de la vía democrática y pacífica que ese movimiento se ha trazado para liberar al país del régimen cada día más militarista y autocrático que se viene instalando desde hace 13 años.

Con esta victoria, que se suma a las logradas en el referéndum del 2007 y las legislativas de 2010, la también denominada alternativa democrática inicia con buen pie la próxima y difícil campaña presidencial, en la que tendrá que competir —como en otras ocasiones— en condiciones de desigualdad y sin reglas transparentes; con un contendor que aún goza de altos niveles de popularidad (aunque con una intención de votos a la baja) y que utiliza sin escrúpulo alguno las ventajas financieras y comunicacionales que le da la Presidencia de la República, así como el aparato burocrático y militar a su mando.

No obstante, además del propio Chávez y su gobierno que seguramente se radicalizará en esta nueva etapa de la campaña, el gran reto que el candidato Capriles y las fuerzas democráticas venezolanas tienen por delante se encuentra en la propia oposición porque no todos los partidos y grupos que la componen están dispuestos a trabajar con el nuevo candidato unitario. Por más que la contienda a las primarias fue de mucha altura y respeto entre los contendores, por más que todos se comprometieron por la unidad firmando un acuerdo y programa unitario, existen diferencias ideológicas y de enfoque de campaña que podrían manifestarse.

Algunos precandidatos a las primarias —como Diego Arria, por ejemplo— y dirigentes partidistas opositores —especialmente de Acción Democrática— han públicamente mostrado su desacuerdo con la estrategia de moderación, de no ataque directo a Hugo Chávez, que Capriles Radonski viene desarrollando.

Si en esta nueva etapa de la lucha opositora, en la recta final de la campaña electoral presidencial, no se logra una fuerte y verdadera amalgama entre sus integrantes, que debe traducirse en una poderosa maquinaria de captación y movilización de votantes, podría perderse la notable oportunidad que tienen las fuerzas democráticas de materializar un cambio para Venezuela.



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