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FARC, Colombia, Narcotráfico

La muy pacífica y revolucionaria narcoguerrilla colombiana

La guerrilla instala circo en La Habana con la prensa oficialista haciendo de tarugo

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La estancia de guerrilleros colombianos en Cuba ha sido convertida en un circo propagandístico, con la prensa oficialista cubana haciendo de cómplice y de tarugo.

Quien pretenda conocer la realidad de Colombia en el último medio siglo leyendo la prensa del régimen cubano este último mes, cuando se celebran negociaciones en La Habana, puede terminar creyendo que Santa Claus baja por las chimeneas, que los Reyes Magos viajan en camellos, que Fidel Castro escapó a más de seiscientos atentados, o que la actualización del modelo resolverá los problemas de la economía en Cuba.

Si Manuel Marulanda, el fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hubiera sido un adversario del régimen cubano, su mujer, a quien la prensa oficialista cubana llama “Sandra”, sin más apellidos, sería mencionada como su concubina; pero como “Tirofijo”, en estos tiempos de escasez de guerrilleros victoriosos, viene a ser casi un héroe nacional cubano, el periódico Juventud Rebelde, en una extensa entrevista, la identifica como su “compañera sentimental”.

La camarada, parte de una extensa delegación de narcoguerrilleros en La Habana que incluye trece mujeres para conversaciones con el gobierno colombiano, dice la periodista cubana que “tiene la misma dulzura en los ojos y en las maneras” de cuando la conoció en Colombia hace años. Ambas juegan continuamente con el idioma y los eufemismos que facilita la propagandista del régimen con carnet de prensa: utilizan palabras apropiadas para que los malos sean siempre los otros, para que el crimen y los actos terroristas parezcan legítimos y revolucionarios, para que las acciones del Gobierno colombiano para proteger al país sean presentadas como actividades de “la oligarquía” en defensa de los ricos y contra los pobres, que, naturalmente, son defendidos por los guerrilleros: la eterna cantaleta de la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, de la que ya hemos podido comprobar todos los beneficios que ha traído a los cubanos humildes en más de medio siglo.

Así, en este laberinto de distorsiones y percepciones, subterfugios y visiones muy peculiares sobre muchas cosas, se le intenta explicar sutilmente a los cubanos dentro de la Isla, que no disponen de muchas más fuentes de información que la prensa oficialista, que es completamente falso que las FARC estén vinculadas al narcotráfico. Por eso la inefable Sandra dice: “Una mentira dicha mil veces tiende a volverse realidad. Las FARC, por donde quiera que transita, encuentra muchos cultivos de coca. Pero, ¿por qué esos campesinos tienen que cultivarla? Son desplazados de sus tierras por la violencia. Han perdido sus cultivos y sus animales, y han sido relegados a lugares donde lo que se da es exactamente la coca”.

Caramba, menos mal, eso me da tranquilidad. No se trata de que las guerrillas estén vinculadas al narcotráfico, como declaran vilmente el imperialismo y la oligarquía, sino que en realidad todos esos camaradas son una agrupación revolucionaria que cobra “impuestos” a quienes comercializan la coca, no a los campesinos que la tienen que sembrar porque el gobierno “fascista” no les deja otra opción. De paso, también le cobran “impuestos” al comercio, la cerveza y la ganadería, pero eso es secundario. Además, y para tranquilidad de todos los revolucionarios del mundo, al fin y al cabo la culpa de todo recae sobre Estados Unidos, por el alto consumo de drogas que hay en ese país, y porque su economía “gira en torno a las ganancias del narcotráfico”, nos dice Sandra.

Siguiendo con las distorsiones y la edulcoración de la realidad, no se menciona que los guerrilleros practican continuamente secuestros y extorsiones, sino que se habla de acciones a las que se refieren como “retención de civiles”. Y la justificación para esas actividades delictivas que brinda la compañera Sandra es digna de la más refinada antología de la estulticia y la inmoralidad: “Una organización político-militar como la nuestra requiere gastos. Nosotros tenemos una ley, la 002, donde se estipula que a quien tenga un patrimonio superior a un millón de dólares le exigíamos el pago de un impuesto para la paz, así como ellos pagan un impuesto para la guerra. A aquella persona que se negaba a darlo, la reteníamos”.

Como puede verse, no se trata de secuestros, como quiere hacer creer el imperialismo, y además dicha “retención” se efectuaba en base a “leyes”: a la persona que se negaba a aceptar las extorsiones de las FARC, en base a una literal “ley de la selva”, se les “retenía” en los campamentos guerrilleros hasta que pagaran el rescate o fallecieran por cualquier causa, sin excluir enfermedades, el clásico disparo en la nuca o el “accidente”.

Sin embargo, en la entrevista se admite como normal y lógico el secuestro de políticos, fueran locales, regionales o nacionales, y se dice que ya ha terminado esa práctica tan legítimamente revolucionaria. Como explica muy claramente Sandra: “La clase política es la que hace las leyes, y no beneficiando a los pobres: las hace favoreciendo a los ricos. Pensamos que había que hacerles sentir el peso de la tragedia que vive el pueblo colombiano”. Así que, como la clase política hace las leyes beneficiando a los ricos, los narcoguerrilleros hacen las suyas, se supone que beneficiando a los pobres, para que los políticos sientan el peso de la tragedia que viven los colombianos, tragedia que parece que solamente sienten los guerrilleros de “Tirofijo” y sus secuaces, nadie más.

El “pequeño detalle” de que la despectivamente llamada clase política que hace las leyes sea electa por los votantes colombianos en elecciones periódicas y competitivas, mientras que las guerrillas de las FARC se imponen por la fuerza, el terror y la coacción, sin ser electas por nadie, no parece preocuparle para nada ni a la compañera sentimental de “Tirofijo” ni a la periodista de Juventud Rebelde. Al fin y al cabo, están conversando en la Cuba de los Castro, así que no hay que preocuparse por las elecciones, y pueden continuar intercambiando ideas tranquilamente en La Habana, entre repetidas tazas de café ¿mezclado con chícharos?

Eso servirá para confundir y desinformar a una parte de los cubanos dentro de la Isla. Sin embargo, en cualquier lugar del mundo que haya un mínimo de acceso libre a la información, las personas pueden conocer claramente la calaña moral y la desvergüenza, tanto de los narcoguerrilleros de las FARC como de sus compañeras sentimentales.

Al final del día todos, junto a sus tarugos cubanos y la gerontocracia de La Habana, terminarán en el basurero de la historia.


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