Actualizado: 25/04/2024 19:17
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EEUU, Pandemia, Biden

La tarea de Biden

La administración saliente apostó por la vacuna de AstraZeneca-Oxford, que ha presentado problemas y es poco probable que sea aprobada por la FDA en fecha cercana, lo que deja a 300 millones de dosis en un limbo

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La principal tarea de la administración que se inaugurará, lo doy por descontado, el 20 de enero próximo, es sin lugar a dudas la de lograr reducir y finalmente eliminar la pandemia que azota en particular a Estados Unidos. Sin ello resultará imposible recobrar los indicadores económico previos a marzo de 2020.

La tarea es hercúlea por diversos factores, el primero de ellos es que aunque la aprobación de la vacuna de Pfizer-BioNTech es inminente la administración saliente solo adquirió 100 millones de dosis de esta vacuna ya que apostaron por la de AstraZeneca-Oxford y esta última ha presentado una variedad de problemas que hacen poco probable que sea aprobada por la FDA en un futuro cercano y previsible, por tanto los 300 millones de dosis que se preadquirieron de AstraZeneca van a estar en espera por no se sabe cuánto tiempo.

Partimos del criterio que los problemas de distribución de la vacuna ya han sido resueltos por la actual administración que le entregó la tarea a las Fuerzas Armadas que deben saber bastante de logística y estableció contratos con las dos compañías farmacéuticas más importantes del país: CVS y Walgreens, que deberán crear, o ya crearon, las condiciones excepcionales para conservar las vacunas a las bajísimas temperaturas que se requiere.

El problema va estar en que no habrá vacunas que distribuir ya que los 100 millones de dosis adquiridos solo permitirán vacunar a 50 millones de personas, debido a que la vacuna necesita ser aplicada en dos dosis distanciadas una de otra 3-4 semanas. Y de acuerdo a la información existente, Pfizer, no podrá suplir más vacunas hasta junio-julio del próximo año.

El otro problema que tendrá que enfrentar la administración Biden es el del escepticismo existente en gran parte de la población en relación a la efectividad de la vacuna, problema derivado entre otros factores, por la politización que se le dio y aún se le está dando a la vacuna. Esto es grave. Los datos indican que, por ejemplo, en Nueva York, los bomberos en más de un 50 % se niegan a ser vacunados, una situación similar se da en el sector de la salud, a nivel nacional, donde más del 30 % tampoco muestran disposición de vacunarse. Y estamos hablando de sectores que están en la primera línea de combate contra la covid-19 y por ende están priorizados para su vacunación

Por otra parte, los datos reflejan que en los sectores de residentes de raza negra y latinos existe poca voluntad de vacunarse. Solo los de origen asiático muestra una mejor propensión a ser vacunados. Campañas de desinformación, teorías conspirativas y unas viejas raíces antivacunas están y van a seguir desempeñado una tarea criminal en contra de la salud de toda la población.

Cómo enfrentara la administración Biden esta situación, tomemos en cuenta la profunda, y cada vez más agresiva, polarización existente en la sociedad norteamericana, no importa que Biden haya ganado con 306 votos electorales y en el voto popular superara a Trump por más de 7 millones de votos, el capital político de Biden es muy limitado y sus posibilidades de gobernar adecuadamente se verán entorpecidas por un Senado que le es adverso y la experiencia nos dice que hará todo lo que este en sus manos para detener cualquier propuesta de la administración Biden aunque con ello afecte al país.

¿Podrá Biden establecer la obligatoriedad de las mascarillas y el distanciamiento social? Dos condiciones básicas para reducir los contagios y que son necesarias, aunque esté vacunado un alto porcentaje de la población. ¿Las políticas de detectar los infectados y hacerle seguimiento podrán ser implementadas? Poco probable. ¿El Congreso emitirá una legislación que convierta en obligatorio vacunarse? Menos probable a pesar de que existe un precedente de 1902 en que la Corte Suprema dictaminó que:

“La libertad real para todos no podría existir bajo la aplicación de un principio que reconozca el derecho de cada individuo a usar el suyo… independientemente del daño que se pueda hacer a los demás. Una comunidad tiene derecho a protegerse contra una epidemia que amenaza la seguridad de sus miembros”.[1]

Las posibilidades que va a tener la futura administración de enfrentar el reto principal que tiene frente así este país no son muchas y las que existen están siendo minadas cada día que pasa por un presidente que se niega a aceptar que fue derrotado por un anciano sin carisma, que prácticamente no realizó una campaña política como la de él, capaz de movilizar miles que sin mascarillas y apretujados le gritaban loas, mientras el país ocupaba el primer lugar mundial por el número de muertes infectados con el coronavirus.


[1] “Real liberty for all could not exist under the operation of a principle which recognizes the right of each individual person to use his own… regardless of the injury that may be done to others. A community has the right to protect itself against an epidemic of disease which threatens the safety of its members.”


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