La Trampa de Tucídides
¿Puede la disputa comercial entre Estados Unidos y China terminar en un conflicto bélico?
«No hay trampa más mortífera que la que uno se tiende a sí mismo».
Michael Connelly
Hoy, ahora mismo, mientras yo escribo o usted lee este artículo, el general e historiador ateniense Tucídides (460 ANE-circa 396 ANE) podía, perfectamente, haber estado analizando la política mundial, la situación militar en los diversos focos de conflicto y la correlación de fuerzas entre potencias en la CNN o en la cadena FOX (seamos imparciales), que así de moderno nos resulta este hombre.
Frases y acotaciones como:
“Quién puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia”, “Tal como va el mundo, el derecho no existe más que entre iguales del poder; los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que tienen que sufrir” o “Los hombres pueden soportar que se elogie a los demás mientras crean que las acciones elogiadas pueden ser ejecutadas también por ellos; pero en caso contrario sienten envidia”. Nos dan una idea del realismo político y del pragmatismo en el análisis histórico que practicaba con rigor e inteligencia analítica este hombre.
Su obra cumbre, y de hecho la única que ha llegado hasta hoy, es Historia de la Guerra del Peloponeso, varios volúmenes en los que narra la contienda (siglo V ANE) entre Esparta y sus aliados, la denominada Liga del Peloponeso, por un lado, y su ciudad de nacimiento, Atenas, junto a las ciudades estado que la acompañaron en la aventura, la Liga de Delos. Una contienda larga y sangrienta que terminó con una vergonzosa derrota para esta última, aunque Esparta no salió muy bien parada que digamos. Que las guerras, bien miradas, no son buenas para casi nadie.
Dentro de este libro, una muestra sin concesiones de riguroso apego a las fuentes y a los documentos —una obra que lamentablemente quedó inconclusa—, está el «Diálogo de los Melios», el germen de lo que luego, muchos siglos después, se ha llamado realpolitik, esa manera de actuar en política internacional que preconizó el canciller Otto von Bismarck e hizo la fortuna, por poner un solo ejemplo, de un Henry Kissinger. Y he aquí un párrafo, uno solo entre muchos, para demostrarlo:
[…que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan».
¿Algo cínico, verdad, pero así es la política y así es también la vida?
Presumimos que Tucídides no tuvo noticias del un poco mítico general chino Sun Tzu, que fue un poco anterior a él y vivió en otro mundo, y sabemos que no pudo haber leído al muy posterior florentino Nicolás Maquiavelo, pero los tres, tres cerebros privilegiados y tres posibilistas o cientificistas históricos de clavo pasado, siguen siendo pilares fundamentales de los estudios políticos y militares actuales.
Pues bien, este breve preámbulo viene al caso para comentar lo que en politología actual se ha dado en denominar La Trampa de Tucídides.
¿Qué significa eso?
La denominación es moderna, mejor dicho, actual, y viene de una frase del ateniense incluida en la primera parte de su libro: «Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuese inevitable». Una observación que a primera vista puede parecer de puro interés histórico y solo relacionada con algo que se pierde en las brumas del tiempo.
Pero no es así. Y no es así porque lo que apunta Tucídides va directamente el corazón de un concepto politológico teórico, pero al mismo tiempo muy real, conocido como «equilibrio de poder» o “equilibrio de potencias”. Cualquier estado que funcione como una potencia va a intentar mantener, por cualquier medio, si no la preeminencia, que es lo ideal para el estado en cuestión y solo para él, por lo menos el statu quo, o sea, el equilibrio entre estados, un equilibrio que impida el ejercicio exclusivo del poder —político, económico, social, territorial, militar, incluso cultural— por uno solo de ellos.
Y cuando decimos «intentar mantener por cualquier medio», estamos queriendo decir exactamente eso. Luchar por no perder la hegemonía y tratar de evitar que otro estado la logre conlleva desde acciones de poder blando hasta, si se percibe que no queda más remedio, las de poder duro. Y precisamente es la guerra, la máxima y más terrible manifestación de poder duro, la que suele ser el final de una confrontación por la hegemonía entre dos (o más) estados que caen, como deslizándose por un plano cada vez más inclinado, en la Trampa de Tucídides, tal y como cayeron en ella, inevitablemente, Esparta y Atenas en su momento. Y lo pagaron caro.
El proponente del concepto «Trampa de Tucídides» es el profesor y politólogo norteamericano Graham Tillett Allison (1940), miembro de la Comisión Trilateral y asesor de la Corporación Rand, la Institución Brookings y consultor del Pentágono desde hace muchos años. El término quedó definitivamente acuñado en un artículo de página completa aparecido en el periódico The New York Times de abril 6 del año 2017.
En su libro Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap (no conozco traducción al español), el profesor Allison presenta 16 ejemplos de situaciones históricas en los últimos 500 años en los que en 12 de ellas la confrontación entre potencias rivales, hegemónicas y ascendentes, terminó en una contienda armada. Contiendas armadas que en su momento cambiaron el mundo y que a veces generaron situaciones inéditas, y completamente inesperadas, que se convirtieron a su vez en nuevas fuentes de conflicto que terminarían por morderse la cola y repetir el ciclo que lleva a la Trampa de Tucídides. Y aquí va un ejemplo relativamente reciente: La Primera Guerra Mundial dejó, entre otras cosas, un nuevo imperio, el soviético, que saldría fortalecido de la Segunda Guerra Mundial para generar, Trampa de Tucídides por medio, una nueva guerra, la llamada Guerra Fría. ¿Quién podría haber previsto una cosa así en 1916?
Veamos los doce casos del último medio milenio que según Allison terminaron en confrontaciones militares:
1- Primera mitad del siglo XVI = Francia versus los Hapsburgos.
2- Siglos XVI y XVII = Los Hapsburgos vs. el Imperio Otomano.
3- Primera mitad del siglo XVII = Hapsburgos vs. Suecia.
4- Mitad del siglo XVII = Holanda vs. Inglaterra.
5- Final del siglo XVII y principios del XVIII = Francia vs. Gran Bretaña.
6- Final del siglo XVIII y principios del XIX = De nuevo Francia vs. Gran Bretaña.
7- Mitad del siglo XIX = Francia y Reino Unido vs. Rusia.
8- Mitad del siglo XIX = Francia vs. Alemania.
9- Final del siglo XIX y principios del XX = China y Rusia vs. Japón.
10- Inicios del siglo XX = Primera Guerra Mundial.
11- y 12- Mitad del siglo XX = Segunda Guerra Mundial en Europa y guerra entre Estados Unidos y Japón en el Pacífico.
Los cuatro ejemplos que cita Allison en los que se evitó la guerra serían:
1- Final del siglo XV = Portugal vs. España.
2- Inicios del siglo XX = Estados Unidos vs. Inglaterra.
3- Segunda parte siglo XX. Guerra Fría (en realidad hubo diversas confrontaciones mediante proxis).
4- 1990 al presente = Inglaterra y Francia vs. Alemania.
Por razones de espacio no creemos oportuno el análisis caso por caso en este breve artículo, pero sí es útil apuntar, reconocemos que muy superficialmente, la denominada Guerra Fría entre el mundo occidental y la Unión Soviética y sus satélites estuvo muy, muy cerca en varias ocasiones de terminar en una guerra caliente, quizás demasiado caliente, teniendo en cuenta la enorme cantidad de armas nucleares almacenadas por cada bando. No olvidemos la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962. Y en el penúltimo caso citado (el último, el # 17, sería China versus Estados Unidos): Inglaterra y Francia versus Alemania, el sistema internacional, la OTAN y la Comunidad Europea, han sido, hasta ahora, un factor equilibrador y garante de la paz. Pero ambas, la Comunidad Europea por un lado y la OTAN por otro, están sometidas a muy fuertes presiones, ataques y descalificaciones.
El gran temor del profesor Graham Allison y de muchos otros analistas y politólogos es que la Trampa de Tucídides, en este mundo posmoderno y bastante convulso en el que nos ha tocado vivir, parece venirle como anillo al dedo a la creciente competencia en todos los terrenos entre China y Estados Unidos. Una competencia que es en realidad una creciente tensión estructural que envuelve, por cercanía y/o por intereses más o menos comunes, a otras potencias regionales o de segundo orden (por ahora) como la India y Rusia y a países directamente proxis de China como Corea del Norte, o a países que pueden convertirse en proxis como Irán o algunos otros que ni se nos ocurren en este momento.
Sin olvidar que el armamento nuclear, y los misiles portadores, cada vez más extendidos, se van convirtiendo en un puente, un bypass más bien, de países con economías muy limitadas (Israel, Pakistán, presumimos que muy pronto Irán) o incluso de países con economías ínfimas, misérrimas (Corea del Norte) de la nada a la relevancia. El paso de Kim Jong-un de “rocketman” a “hombre honorable” en menos de dos meses es, a mi entender, una escandalosa prueba de esto.
El Imperio del Medio —los chinos se denominan a sí mismos así porque creen ser lo único importante entre el cielo y la tierra— no hace más que crecer y crecer y Estados Unidos, aunque todavía es hegemónico en el mundo actual, tiende a frenar tendencialmente su crecimiento. Una situación del libro. Nota: Recomiendo la larga conversación sostenida (puede encontrarla completa, en inglés, en YouTube) hace aproximadamente un año entre un ya muy anciano, pero muy lúcido, Henry Kissinger y Graham T. Allison.
Citemos un párrafo, en nuestra opinión muy ilustrativo, del libro del profesor Allison en el que explica la evolución brusca que convierte esa tensión estructural en una chispa letal:
¿Cómo es posible que el asesinato de un archiduque desencadenara una conflagración tan catastrófica que los historiadores tuvieran que crear una categoría nueva, la de guerra mundial? La respuesta es que la tensión crónica causada por la rivalidad entre una potencia emergente y una potencia dominante provoca una dinámica fatal en la que acontecimientos que, en otro caso, serían insignificantes o al menos manejables pueden desatar una cascada de acciones y reacciones y desembocar en un resultado que nadie deseaba.
Pero no olvidemos, para no ser tan pesimistas, que la guerra entre potencias ascendentes y declinantes se ha evitado en ocasiones anteriores.
Factores como la naturaleza humana, que muchas veces se proyecta en la naturaleza del estado, las manifestaciones mínimas o todavía ocultas de conflicto (que hay que saber reconocer y apreciar), el manejo inteligente, o no, de las ganancias o pérdidas territoriales y económicas, la carrera armamentística, a veces inútil, las alianzas y compromisos internacionales, la capacidad, o incapacidad, de liderazgo, los sistemas de contrapeso y muchos otros factores pueden influir favorable o desfavorablemente en que la Trampa de Tucídides se cumpla fatalmente o no.
Sin olvidar que después de la Segunda Guerra Mundial, por razones que analizaremos en otro trabajo, las guerras tienden a enquistarse y eternizarse.
Mire si no en derredor.
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