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Chile

Leña al fuego

Bachelet quiere reunirse con Fidel Castro, 'un personaje histórico', pero aún no aclara si recibirá a la disidencia.

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Un alto costo político le reportará a Michelle Bachelet su visita de febrero próximo a la Isla, a donde llegará con el disfraz cultural que le presta la Feria Internacional del libro de La Habana.

Tras sus declaraciones al diario local La Segunda, el fin de semana, la polémica crece.

La jefa de Estado cree que un encuentro con Fidel Castro "puede ser interesante, porque es un personaje histórico", y agrega: "Las cosas hay que ponerlas en su justo término. Nosotros tenemos relaciones diplomáticas y políticas con Cuba hace muchos años y tenemos un acuerdo de complementación económica vigente desde agosto (…) Entonces encuentro que realmente tanto escándalo... Hay una cosa medio rara. No estamos en la Guerra Fría y nosotros tenemos relaciones normales con la República de Cuba. He sido invitada a la Feria del Libro y, por lo tanto, me ha parecido válido ir".

¿Reciprocidad?

Aunque hasta cierto punto la visita de Bachelet también se presenta como un agradecimiento a La Habana por recibir exiliados chilenos de la dictadura de Augusto Pinochet, no pocos en el país austral piensan que por mucha que haya sido la solidaridad de Fidel Castro, existe un principio inviolable: la rectitud en la defensa de los derechos humanos y la democracia, y estos dos se violan flagrantemente en Cuba.

Si una parte cuantiosa de la población considera el viaje como un espaldarazo a una dictadura de medio siglo, con significativas similitudes con la de Pinochet, son los círculos políticos los que principalmente levantan la voz contra la primera visita a Cuba de un presidente chileno en 37 años.

La insistencia en el viaje —hubo un anuncio fallido el año pasado— llama la atención por lo que implica en sí mismo, pero sobre todo vendría a incrementar, en un tema que se sabe muy sensible, las disputas intestinas que roen al oficialismo, un factor que puede decidir cuál de las dos coaliciones se apropiará de La Moneda en 2009.

Por circunstancias concurrentes, en el mandato de Bachelet se han marcado y profundizado una serie de rupturas dentro de la Concertación, pero esto parece no verlo la mandataria o no le concede importancia. Además, con la visita, Bachelet regala a la oposición un tema por el cual resulta perfectamente criticable.

La democracia cristiana

Sin duda, es la Democracia Cristiana (DC) la que, dentro de la Concertación, se ha opuesto al autoritarismo cubano con mayor empeño. Desde el momento en que se conoció el sí al convite, el presidente de la DC, Jorge Burgos, propuso que la mandataria se entreviste también con la oposición isleña, sugerencia con la que estuvo de acuerdo la ex canciller y actual senadora Soledad Alvear.

Jorge Pizarro, de la DC y senador, se limitó a indicar el deber de Bachelet de "saludar a los disidentes en Cuba", y señaló, de paso, que su partido debe concretar una postura respecto a lo que sucede en la Isla.

Asimismo, se le propuso a Bachelet que incluyera a Patricio Walker en su delegación, y al ex diputado Exequiel Silva, a quienes por su activismo en pro de los derechos humanos en Cuba, se les negó visa de entrada en el país.

El paso que dará Bachelet debe igualmente tener en cuenta la firmeza con que el dirigente de la DC, Gutemberg Martínez, afirmó el año pasado que habría "un antes y un después" si Chile votaba a favor de la aspiración de Venezuela de convertirse en miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. Inteligentemente, Bachelet se abstuvo.

Por supuesto que en el resto de los partidos del oficialismo no faltan los críticos de La Habana, y la lista no es tan corta como algunos quisieran. Los líderes que han visitado últimamente la Isla, como Pepe Auth, jefe del PPD (Partido por la Democracia), escriben al regreso artículos que revelan decisivos cuestionamientos y suspicacias sobre el proceso en el país caribeño.

El diputado por este mismo partido, Jorge Tarud, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara y uno de los políticos que más claro habla en Chile, fía en que la gobernante "confirmará la reunión con los opositores cubanos".

Posiciones parlamentarias

Valga recordar que la visita se producirá a contrapelo de la aprobación en 2006 de un proyecto de la Cámara mediante el cual se le pidió a la mandataria que solicite a Cuba el cese de los arrestos por motivos ideológicos y que se deje en libertad a los presos por oponerse al régimen.

Solicitar la libertad de personas que están presas por razones de conciencia, sin haber cometido delito, "no es entrometerse en los asuntos internos de un país", dijo entonces el diputado Patricio Walker.

En 2004, el año siguiente de la Primavera Negra en Cuba, la Cámara aprobó, en una sesión muy movida, un proyecto en que pidió al presidente Ricardo Lagos que mantuviera su postura de condena a Cuba en el LX período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

La negativa de visa a Walker y Silva mereció otro pronunciamiento de esa instancia legislativa.

Este tipo de acuerdo parlamentario sólo tiene fuerza moral, pues es el jefe del ejecutivo quien opera en Chile las relaciones internacionales, sin tener apenas que dar cuenta de ello.

¿Cambiará la percepción?

De acuerdo con el diplomático, escritor y académico de relaciones internacionales de la Universidad de Chile, José Rodríguez Elizondo, que analizó el primer amago de visita de Bachelet a La Habana el año pasado, ésta "cambiaría la percepción de Chile como país modélico, que privilegia el libre mercado y 'no se mete en política'".

"Chile sería un excelente facilitador de una transición democrática cubana (…) Pero (…) sería ignorar la historia de nuestras relaciones con el castrismo real. Los aguafiestas sabemos que Castro se llevó mejor con el líder derechista Joaquín Lavín que con Ricardo Lagos".

Recuerda Elizondo que Castro se "mofó de la Unidad Popular" y califica de "fatal" la visita del Comandante a Chile en las postrimerías de 1971, mediante la cual "unió a los opositores de Salvador Allende", "antagonizó" con los prosoviéticos y "profundizó la división entre los socialistas".

Según este destacado intelectual chileno, Castro abocetó "un proyecto de guerra argentino-peruana contra Chile. Quería cambiar su foquismo artesanal y derrotado, por una guerra profesional y antifascista".

Elizondo desanda aquí la parte oscura del círculo, esa de la que apenas se habla, la del sabor ácido que no gusta a cierta izquierda en Chile. Ahora, ya no suena tan bondadoso, tan cristalino el otrora recibidor de exiliados. Por cierto, estos, en su inmensa mayoría, abandonaron el paraíso socialista cubano tan pronto como pudieron.


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