Los días finales
El presidente Donald Trump aún pude hacer mucho daño, sea por lo que haga o por lo que no haga
Faltan una veintena de días para la toma de posesión del presidente electo Joe Biden, pero también le quedan una veintena de días al presidente en ejercicio Donald Trump y esta veintena al parecer la va a continuar utilizando para lo que comenzó al día siguiente de las elecciones en que el pueblo norteamericano, por medio del voto, le negó la posibilidad de un segundo término, por lo menos de forma inmediata, veremos que pasará dentro de cuatro años.
El Sr. Trump aún pude hacer mucho daño, sea por sus acciones o por la falta de ellas, y todo parece indicar que va a hacer va lo mismo una cosa que la otra. El día de las elecciones las muertes por el covid-19 estaban en el orden de aproximadamente 850 fallecidos diariamente. En estos momentos el número de muertes están al nivel de 3 mil diariamente. ¿Ha el presidente, aún en funciones, mencionado algo sobre este terrible asunto? ¿Se le ha visto, en las pocas ocasiones en que ha estado a la vista pública, usando mascarilla? ¿Se ha vacunado? ¿Ha aprovechado para algo el hecho de que su administración desempeñó un papel importante en la rapidez con que los científicos desarrollaron las vacunas? Todas esas interrogantes se resuelven con un no. Simplemente no le interesa el tema, lo único que le interesa es que perdió las elecciones y ello fue porque se las robaron como él había predicho.
¿No sería una tarea de primer orden para el jefe del gobierno el estar al tanto de cómo se está ejecutando el plan de distribución de las vacunas y la vacunación misma? ¿No sería una importantísima tarea del líder por el cual votaron más de 74 millones, entre los cuales está el más alto por ciento de los que se niegan a vacunarse, el influir en ellos para que acepten la vacunación como un deber social y patriótico? Pero al parecer lo único que le interesa es que esos 74 millones, ya bastante convencidos, se crean toda esa parafernalia de teorías conspirativas que ninguna instancia judicial ha refrendado.
Ni William Barr, que prácticamente convirtió el Departamento de Justicia en el bufete a cargo de las demandas y veleidades de Trump, al parecer con una piel más sensible que su predecesor Sessions, que le aguantó a Trump carretas y carretones, ha decidido abandonar el barco que no es que se esté hundiendo, sino que su capitán abandonó el puesto de mando. Pero le ha dejado a Trump la puerta abierta para que busque a un sustituto, por 20 días, que ejecute cualquiera de sus pretensiones.
¿Por qué el presidente, desoyendo las informaciones de sus órganos de inteligencia y las opiniones de su más cercanos subalternos se niega a aceptar que el ataque cibernético contra el país vino de Rusia, cuestión esta que ha sido una constante en su actitud frente a los ataques rusos? ¿No sería lo correcto el que, como hizo Obama, aunque algo tardíamente, tomara medidas y sancionara a ese país, para que no piensen que tienen carta abierta para sus ataques hasta por lo menos pasado el 20 de enero?
Una última pregunta: ¿No debería en aras de la salud de la democracia norteamericana el denunciar como inadecuadas las sugerencias del, ya no muy honorable, general Flynn de que es necesario dictar la ley marcial y utilizar las fuerzas armadas para realizar una nueva votación bajo su control en los estados que determinaron que Biden sería el próximo presidente? Al parecer no. Se habla de una algo tumultuosa reunión en la Casa Blanca, en que esa idea volvió a ser considerada con la supuesta presencia de Flynn y, la nueva campeona de las teorías conspirativa, la abogada Sidney Powell, que ni el inefable Rudy Giuliani la quiere en su equipo pero que, según se cuenta, Trump la necesita como Consejera Especial en el fabuloso tema del fraude electoral.
Realmente es un escenario penoso, pero también peligroso, y no pienso que contribuya en dejar históricamente una buena opinión de esta administración saliente que ha estado a lo largo de los días poniendo trabas al proceso de transición que a lo largo de los años se ha venido desarrollando de una forma adecuada por las administraciones que finalizaban su mandato. No ha sido así en este caso, pero quizás era algo que se podía presuponer, lo que ocurre es que siempre tratamos de esperar lo mejor, aunque los últimos cuatro años no auguraban un final feliz. No es que Trump sea un mal perdedor, ha sido un mal ganador.
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