Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Siria

Los muchos cómplices de la masacre siria

Gobiernos espurios apoyan el genocidio en Siria, temiendo a eventuales repercusiones en sus propios países

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No hace falta ser especialista en asuntos internacionales para entender lo que sucede en Siria. Basta repasar la lista de los muy “democráticos” gobiernos que apoyan a su dictadura incondicionalmente, tanto en la propia prensa como en Naciones Unidas y en cuanto foro internacional exista: Irán, Rusia, Belarús, China, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Zimbabwe, Bolivia, Ecuador, entre otros.

Casualmente, los mismos gobiernos que antes apoyaron a Muamar el Gadafi, y que nunca vieron con buenos ojos los espasmos de la llamada Primavera Árabe en Egipto, Túnez y Yemen, no tanto porque apoyaran a esos gobiernos como por el temor que les suscita el escenario de pueblos pidiendo cuentas a sus tiranos.

Rusia y China utilizaron su capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear una resolución de condena a la dictadura siria que hubiera evitado muchas muertes. Sus propios intereses fueron más valiosos que la sangre de los sirios masacrados por un dictador-oftalmólogo que se niega a ver la realidad. Tras el fracaso en el Consejo de Seguridad, el tema del genocidio por parte de Bashar al Assad se sometió a votación en la Asamblea General de la ONU, donde se aprobó una resolución que apoya formalmente un plan elaborado previamente por la Liga Árabe, pero que al ser una votación no vinculante, en la práctica no obliga a nadie a nada y se limita a reflejar el sentir mayoritario de la comunidad internacional.

Curioso, ningún gobierno árabe favorece al régimen sirio, que necesita desesperadamente de persas, rusos, chinos, africanos, asiáticos y latinoamericanos para escuchar voces de apoyo en foros internacionales. Lo cual no sería tan preocupante en términos de realpolitik si muchas de esas voces solidarias que apoyan a Damasco mostraran un currículum democrático y de respeto a los derechos humanos en sus respectivos países, pero no es el caso.

Granma, con todo el cinismo posible, acaba de señalar lo siguiente: “El Gobierno de Siria reclamó hoy la ayuda de la comunidad internacional para combatir a los grupos terroristas y avanzar en los esfuerzos por satisfacer las legítimas demandas de su pueblo, informó PL. (…) Ayúdennos a conseguir ese objetivo. Queremos vuestra colaboración para hacer realidad esos derechos. Paren de matar a mi pueblo, reclamó el representante permanente de Siria ante la ONU, Bashar Jaafari, al hablar ante la Asamblea General. (…) El diplomático reiteró la determinación del Gobierno para proteger a su población civil frente a los ataques de los grupos armados terroristas que tratan de minar los fundamentos del Estado sirio”.

Leyendo esa infame nota de Prensa Latina uno se pregunta: ¿Quién está exterminando al pueblo sirio? ¿Es que los asesinos son australianos, japoneses, guyaneses o surafricanos? ¿O acaso serán marcianos? Porque, hasta el momento, los crímenes por los bombardeos indiscriminados contra civiles y los disparos a mansalva contra las manifestaciones pacíficas corresponden a las fuerzas represivas del dictador Al Assad, y la cifra de muertos, heridos y desaparecidos hace tiempo que resulta sobrecogedora.

¿O quizás cuando el representante sirio ante la ONU pide que paren de matar a su pueblo, se está dirigiendo al dictador sirio, o al dictador iraní que lo apoya incondicionalmente, o al Gobierno ruso que le entrega el armamento para reprimir?

¿Quiénes son esos “grupos armados terroristas que tratan de minar los fundamentos del Estado sirioque señala Granma? ¿De dónde salieron? ¿Quién los entrena, financia y arma? Lo único que realmente se “conoce” de tales grupos es lo que dice el Gobierno del carnicero Al Assad, cuya credibilidad solamente se acepta sin cuestionamientos en Teherán o La Habana, porque hasta en Caracas y Moscú hay voces disonantes con ese cuento de hadas de disturbios provocados por agentes extranjeros, algo que suena muy parecido a las acusaciones del régimen cubano contra los disidentes que denuncian las arbitrariedades de los hermanos Castro.

La vocación asesina de Bashar al Assad no es reciente, y la lleva en la sangre. Tiene de quien aprenderla, heredada de su padre, Hafez, que en 1982 masacró a los sirios por miles en Hama, en el acto más sangriento de un gobierno árabe contra su propio pueblo en la historia moderna del Medio Oriente. Antes, en 1980, había asesinado a más de un millar de detenidos políticos en sus celdas en la prisión de Tadmor, en represalia por un intento de asesinato contra él, y ese mismo año llevó a cabo otra masacre durante el sitio de Aleppo, contra grupos suníes y de la Hermandad Musulmana. Posteriormente, el 13 de octubre de 1990, casi a finales de la guerra civil en Líbano, ordenó que cientos de combatientes libaneses fueran ejecutados por las tropas sirias después de haberse rendido.

Ese padre y ese hijo, que dejan insignificantes a Vito y Michael Corleone, han sido y son favoritos de Fidel y Raúl Castro, de Hugo Chávez, de Daniel Ortega, de Evo Morales, de Rafael Correa, de Mahmud Ahmadinejad, de Vladimir Putin, de Hu Jintao, de Robert Mugabe, y de cuanto tirano, genocida y corrupto pulula en este mundo.

Mientras yo escribo esto o usted lo lee, las bombas lanzadas por órdenes de Al Assad siguen cayendo sobre la población civil siria, el dictador no se sacia en su odio contra su propio pueblo, y al mismo tiempo el terror lo consume, sabiendo que si tiene que comparecer ante verdaderos tribunales de justicia no podrá escapar de los cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad.

Quienes lo apoyan sin vacilación y pretenden ocultar la barbarie del verdugo sirio son tan criminales y tan culpables como él y su camarilla, independientemente del disfraz o la retórica con que pretendan encubrir sus propias culpas. Son de los muchos cómplices de la masacre siria.


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