Mejores cuotas, más poder
El informe 'Las mujeres en las Américas: sendas hacia el poder político' da cuenta de pasos notables en la incorporación de la mujer a los órganos de gobierno.
Las mujeres en América Latina y el Caribe han dado pasos enormes en lo político. Por mucho tiempo hubo "topes permitidos", en los niveles del poder, que han comenzado ya a resquebrajarse.
Las incursiones políticas de las mujeres a nivel nacional son notables. En la región, ellas aumentaron sus posiciones en los Consejos de Ministros hasta un 21% en 2006 (del 14% en 2000). En el mismo período, la proporción de mujeres en las legislaturas nacionales subió de 14% hasta un 19%.
En los años 2006 y 2007, tres mujeres se convirtieron en jefas de Estado: Michelle Bachelet, en Chile; Portia Simpson-Miller, en Jamaica, y Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina. Sin embargo, en septiembre de 2007, el Partido Nacional del Pueblo perdió las elecciones parlamentarias y Simpson-Miller su cargo como primera ministra.
Las mujeres en las Américas: sendas hacia el poder político, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, el Diálogo Interamericano y la Liga de Mujeres Votantes de Estados Unidos, indica que antes de 2006 once mujeres habían desempeñado cargos de presidentas o primeras ministras. Ocho de ellas fueron dirigentes interinas, o por corto tiempo, y las otras tres ejercieron su cargo íntegramente.
Dos de estas tres últimas, Violeta Barrios de Chamorro (Nicaragua, 1990-1997) y Mireya Moscoso (Panamá, 1999-2004), cruzaron el umbral político gracias a sus esposos. Aunque el hecho sea cierto, no estoy de acuerdo con esta observación banal sobre las mujeres en la política, de la que se hace eco el informe.
Barrios de Chamorro, por ejemplo, destacó su importancia luego del asesinato, en 1978, de su esposo Pedro Joaquín Chamorro. Después del derrocamiento de Anastasio Somoza, ella se unió al gobierno sandinista, al que renunció en abril de 1980. Se opuso al gobierno de los sandinistas hasta que derrotó a Daniel Ortega en las elecciones del año 1990. A diferencia de Ortega, entonces y ahora, ella gobernó como presidenta de todos los nicaragüenses. ¿Por qué sería importante señalar cómo se inició en la política?
¿El actual presidente de Estados Unidos habría podido hacer una carrera meteórica —desde el gobierno de Tejas, en 1995, hasta la Casa Blanca, en el año 2001— si su apellido no hubiera sido Bush? Si su ejercicio del cargo hubiera sido diferente, la pregunta quizás no tendría relevancia.
Si Hillary Clinton obtiene la nominación del Partido Demócrata y gana en noviembre, la juzgaríamos por ella misma, para bien o para mal. A diferencia de Bush, Clinton tiene un historial político que se extiende a lo largo de 35 años.
Tres factores
¿Por qué las mujeres políticas han podido avanzar tanto en la región? El informe Las mujeres en las Américas… señala, específicamente, tres factores principales:
-El ambiente socioeconómico: El desarrollo económico tiende a aumentar el número de mujeres que pueden obtener títulos universitarios y entrar al mercado de trabajo remunerado. Esto, a la vez, les brinda experiencias y capacidades para aspirar a cargos políticos, en caso de estar interesadas.
-Las reglas de los partidos políticos: La diferencia está en cómo los partidos políticos nominan a sus candidatos. En aquellos en los que el proceso está muy centralizado por los veteranos, es menos probable que las mujeres tengan éxito. En otros, donde los candidatos se eligen por los miembros del partido o por los votantes en general, las posibilidades de triunfo de las mujeres son mayores.
-Las reglas electorales: En los distritos o circunscripciones con un único candidato, a las mujeres no les ha ido muy bien. Es más fácil obtener el equilibrio de género en los distritos o circunscripciones con más de un candidato.
Cuotas y eficacia
Las cuotas de género, establecidas por leyes que exigen un porcentaje determinado de candidaturas de mujeres para las legislaturas nacionales, han tenido un éxito modesto. Argentina, en 1991, fue el primer país que aprobó una norma en este sentido. Desde entonces, otros 12 países han seguido el ejemplo.
La eficacia de las cuotas depende del porcentaje de meta, el lugar de colocación, es decir, que los nombres de las candidatas sean ubicados en posiciones favorables en las boletas electorales, y de la eficacia de los mecanismos de aplicación.
Argentina, Costa Rica y México tienen altas metas en sus cuotas, mandatos para la colocación favorable en las boletas y fuertes mecanismos de aplicación. Por lo que no constituye sorpresa alguna que las mujeres hayan ganado más lugares en sus legislaturas.
Como contraste, Panamá, Venezuela y Brasil —con menores metas, sin deberes de colocación en las boletas y con mecanismos de aplicación débiles o inexistentes— muestran una representación menor de las mujeres en sus poderes legislativos.
En la región, no muchas mujeres han llegado a ser alcaldesas (sólo 6%) o gobernadoras (11%). En Estados Unidos, donde las responsabilidades locales pueden ser peldaños ascendentes para los cargos políticos nacionales, las mujeres han entrado a los gobiernos locales con mayor rapidez.
En América Latina, las descentralizaciones política y fiscal se han realizado sólo en las últimas dos décadas y, a partir de aquí, los cargos locales pudieron devenir posiciones de elección. Las leyes de cuota de género, además, han hecho suyas únicamente las metas de las legislaturas.
Las mujeres en las Américas muestra una rica visión general de las mujeres en la política. Los lectores interesados pueden hallar el informe en www.thedialogue.org.
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