Otro gato al agua...

La reciente incorporación de Honduras a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), liderada por el presidente venezolano Hugo Chávez, pasó con poco realce en los medios de muchas partes del mundo.

Es otro ejemplo del avance populista en América Latina, pero relegarlo o disminuir su importancia no hace bien alguno. Lo que llama, sin embargo, la atención en el caso hondureño es que el mandatario Manuel Celaya no mostró hasta hace poco simpatías notables hacia lo que sucedía en Venezuela.

Hablamos de un liberal con casi 40 años de militancia y que en su campaña presidencial, aunque se acercaba al centro en algunos sentidos, respondía a la tradición que encarna en Honduras su casa política. Hablamos de un empresario que heredó e incrementó el legado de sus padres: un buen negocio de madera y ganado.

Este no es el caso de Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega o Evo Morales, que desde sus primeras andanzas políticas mostraron claramente sus inclinaciones hacia la izquierda que Teodoro Petkoff llama "borbónica, conservadora, y no-democrática".

Claro que los observadores más agudos aventuraron lo que un editorial de La Tribuna digital hondureña denomina "conjeturas" sobre el camino que ahora asume Manuel Zelaya, a quien casi todos llaman Mel. El periodista Armando Cerrato lo califica, por cierto, de "hacendado civilón".

No deja de llamar la atención la propuesta política del empresario agrícola, quien abandonaría la carrera universitaria para ir a atender sus negocios. "Este gobierno se ha definido como un proyecto basado en la doctrina del liberalismo social, y hemos dicho que ideológicamente estamos ubicados en la centroizquierda", señaló Zelaya a la prensa para justificar su drástica voltereta.

Voces en contra

Como sucede habitualmente —y ya aburre— fue el propio Chávez quien en su visita para la firma del acuerdo le granjeó nuevas enemistades a su alternativa boliviariana. El jefe del Palacio de Miraflores se peleó en Tegucigalpa con eminentes personeros de la Iglesia, ofendió al pueblo, según más de un comentarista, y se enfrentó, desde luego, con la prensa.

Si los demócratas en cada país suelen enumerar —y a veces exagerar— protestas y desórdenes contra la afiliación de sus gobernantes al chavismo, en Honduras las voces de la oposición no han sonado con abundancia, salvo entre los periodistas y el empresariado, que vislumbran la coartación de los fueros democráticos.

El empresariado enseñó un ácido desacuerdo y manifestó que el ALBA "es una alianza política y militar de carácter ideológico contra el libre comercio y el ejercicio de las libertades", indican diversos medios de información.

Resulta curioso que el empresariado hondureño tenga hoy que criticar agriamente a quien fue, desde 1987, presidente de la Junta Directiva de la Asociación de Industriales de la Madera, cargo que desempeñó hasta 1994, al unísono con su membresía en la Junta Directiva del Banco Sogerin.

Hay que decir, sin embargo, que Chávez llegó a Honduras bien pertrechado. Junto con los primeros embarques de decenas de miles de barriles de petróleo en "condiciones muy favorables de precio y financiación", dejó en la nación centroamericana 100 millones de dólares para capitalizar el Banco de Desarrollo Agrícola de Honduras y para la adquisición de 100 tractores con todos sus complementos.

Mientras "se monta" en Honduras el Banco del ALBA, Chávez ofreció gratis la señal del Canal Telesur que, según dijo, se apoyará en el satélite venezolano que pondrá en órbita con la cooperación china.

Cuba, desde luego, estuvo sobre la mesa. De los diez temas firmados, Cuba aparece en cuatro y no por gusto viajó a Tegucigalpa el vicepresidente Carlos Lage.

Honduras, en fin, se compromete a ampliar la colaboración para que más "médicos cubanos puedan trabajar" en el país, además de fortalecer el programa de becas a la Isla. Se añaden su participación en un proceso de alfabetización en Honduras, en el ahorro energético y la adquisición por el país de Morazán de productos farmacéuticos isleños.

Posturas de la prensa

Al comentarista Ramón Villeda Bermúdez no le agradó el acápite que afirma que "la República de Honduras hace suyos los principios enunciados en la declaración conjunta, suscrita el 14 de diciembre del 2004 entre el presidente de la República Bolivariana de Venezuela y el Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba" (a la sazón Fidel Castro). Según Villeda, "así disminuimos, inferiorizamos y supeditamos nuestra soberanía al parto ajeno; no sabemos quién fue el talentoso que sugirió esa incómoda redacción".

El periodista Rigoberto Espinal teme, al igual que no pocos hondureños, que el mal manejo de la política hacia Estados Unidos provoque la expulsión de emigrados irregulares, lo cual haría caer gravemente las remesas. Cada año, estas oscilan entre 2.500 y 3.000 mil millones de dólares.

El oposicionista Partido Nacional, por su parte, rechaza el acuerdo de plano. Pero como escribió el periodista Orlando Henríquez, este partido "se ha mantenido silencioso, aparte de algunos pujidos dispersos de sus agremiados", que se han perdido en el mar de propaganda del gobierno, precisó.

En el artículo "La sombra del Populismo", tomado de la prensa costarricense y publicado en La Tribuna digital hondureña, se afirma que el caso de Zelaya "es menos grave" que el del nicaragüense Ortega. El empresario no controla el Partido Liberal y dentro de esta agrupación hay varios sectores que son contrarios al ALBA.

Para Orlando Henríquez, en cambio, nadie puede creer que "Mel está inmerso en ese juego por idealismo, por hacer de Honduras una patria mejor", y agrega que en tres años de mandato Zelaya no ha disminuido la pobreza ni el desempleo, ni la corrupción está en vías de desaparecer.

Si es cierto que se han escuchado algunas voces, una visión probablemente cercana a lo que sucede la brindó Henríquez: "El nuevo destino de Honduras ha sido firmado por el presidente Zelaya y los hondureños nos mantenemos con el pico cerrado".

Dentro de poco, otros dos países, Haití y Paraguay, traspasarán los portales del ALBA, como anunció Hugo Chávez en Tegucigalpa.

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