Peleas y corrupción
Si vence la imagen de una Concertación 'corrupta', las próximas elecciones chilenas no serán fáciles para el oficialismo.
La política en Chile no se hace con manos de seda. Si los más viejos recuerdan con nostalgia las joyas oratorias de que el Congreso fue testigo, hoy el ademán del servidor público es distinto. Hoy priman, junto a la imposición de la idea propia, la diatriba, la descalificación y la insolencia. Todo lo que apalee al otro resulta válido, y mientras más lo apolisme, mejor.
El resurgimiento de casos de corrupción en la entidad estatal Chile Deportes puso al pie de la derecha —Unión Democrática Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN)— un vasto campo de lidia y, paradójicamente, un manjar servido. La Concertación, un grupo de partidos con 17 años en el poder y aquí llamados "de izquierda", estaba hace dos meses contra la pared.
Después de denuncias de que el gobierno presionaba a parlamentarios de su orilla a obstaculizar la creación de una comisión en el Congreso para investigar a Chile Deportes, finalmente un diputado de la derecha se colocaba al frente de dicha comisión, lo cual parecía muy sensato.
El diputado de RN, Nicolás Monckeberg, apenas alcanzado el puesto, presionó desmedidamente a quienes invitó a comparecer, algo perfectamente creíble dado el talante de la política chilena. Saldría de la posición como consecuencia de un voto de censura emitido por la mayoría oficialista. La derecha renunció, en fin, a la comisión y prometió dedicarse a llevar los casos a los tribunales, adonde un grupo de personas ha ido a parar, y de lo que —otra paradoja— también se ufana La Moneda.
En torno a la elección de Monckeberg se sucedieron discordias —incluidas tachas de traición— entre diputados cercanos al gobierno. Las inquietudes que provocaron los cargos de corrupción, las disputas sobre el aborto entre parlamentarios de la alianza en el poder, las riñas en el seno de los partidos que la integran contra disidentes o implicados en manejo ilegal de dinero, inclinaron a poner en duda la viabilidad de la Concertación, cuyas columnas ideológicas acaso no estallan por la solidez que el antipinochetismo les proporciona.
Operadores políticos
El senador socialista Carlos Ominami asestó el 22 de noviembre pasado que la asociación política atravesaba "una crisis muy profunda", y subrayaba con atrevimiento que el bloque, concebido en los ochenta para derrotar a Pinochet en las urnas, ya "cumplió su tarea".
A quienes la izquierda vincula de manera abusiva o extemporánea con el régimen militar, no les bastó que la presidenta propusiera 30 medidas anticorrupción, con asistencia de Transparencia Internacional. La ira política subiría de tono. La muerte de Pinochet, el 10 de diciembre, vendría a caldear aún más los ánimos.
Al escándalo en Chile Deportes se habían añadido imputaciones respecto a la utilización de planes de creación de empleo y gastos reservados del gobierno para campañas políticas. Entretanto, Jorge Schaulsohn, ex presidente del Partido Por la Democracia (PPD), revelaba que la utilización de dineros estatales con fines electorales se instituyó en "ideología o cultura" dentro del conjunto gobernante.
Añadiría el también ex jefe de la Cámara que la presencia de "operadores políticos", individuos que acceden a cargos de relevancia fruto del 'padrinazgo' de caudillos al interior de los partidos, en compensación por apoyos recibidos en campañas internas o de elección popular, han sido protagonistas de muchos de los hechos de corrupción.
"¿Por qué no lo proclamó antes?", le cuelgan sus propios correligionarios, quienes tratan de individualizar lo que Schaulsohn generaliza, además de injuriarlo. A la enumeración de actuales casos de corrupción en su propio partido, Schaulsohn agregó que en 1994, cuando presidía la colectividad, "existía desde antes y continuó después un sistema de ayuda económica directa que en ese entonces recibían todos los partidos de la Concertación proveniente del Ejecutivo".
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