EEUU, Corea del Norte, Trump, Kim
¿Por qué Trump siempre cree a los dictadores?
De nuevo se escuchó un patrón de respuesta conocido, al que los gobernantes de los regímenes de Rusia y ahora Corea del Norte, o el reinado de Arabia Saudí, acuden siempre
¿A qué obedece esa actitud de Donald Trump, repetida una y otra vez, de creer lo que dicen algunos de los peores autócratas de nuestra época?
Se le preguntó a Trump si había confrontado a Kim Jong-un sobre el maltrato y la consecuente muerte del estadounidense Otto Warmbier, y la respuesta del presidente de Estados Unidos fue que el dictador norcoreano le dijo que él no había tenido conocimiento de lo que pasaba cuando ocurrieron los hechos.
De nuevo se escuchó un patrón de respuesta conocido, al que los gobernantes de los regímenes de Rusia y ahora Corea del Norte, o el reinado de Arabia Saudí, acuden siempre —con desfachatez e impudicia— cuando se les preguntan por crímenes horrendos. Y el presidente de EEUU siempre admite esas respuestas: ellos dicen que no saben nada, que no supieron nada, y Trump lo acepta; les cree y los apoya. Aunque en el caso de Kim Jong-un fue más lejos.
“Le hablé sobre ello y no creo que él hubiera permitido que algo así pasara”, dijo Trump, que agregó que él creía en “la palabra” de Kim.
Aceptar “la palabra” del gobernante norcoreano es una muestra de cinismo, pero considerar a este incapaz de un crimen de esa naturaleza —con el conocido historial de Kim Jong-un— es una infamia.
Durante la conferencia de prensa del jueves en Hanói, tras conocerse el fracaso de las negociaciones, el presidente Trump especificó que la falta de un acuerdo se debió a que Corea del Norte quería una retirada total de las sanciones antes de dar cualquier paso hacia la desnuclearización.
Trump dijo que ello era inaceptable.
En su lugar, debió haber dicho la verdad: que él no podía hacerlo.
Las sanciones aprobadas por el Congreso de EEUU en 2017 —ya con Trump en la Casa Blanca— no pueden ser levantadas por el presidente sino con la aprobación de los congresistas. En esas sanciones se incluye el tema de los derechos humanos.
Ese tema, que Trump viene ignorando desde que inició el acercamiento personal con KIm, ahora —sin mencionarlo— ha resultado decisivo.
Es posible que Trump —de haber podido— habría cedido en un levantamiento parcial de sanciones, a fin de obtener un documento firmado; aunque este se limitara a una moratoria en las pruebas nucleares. De hecho, Corea del Norte no ha realizado más ensayos de este tipo y el presidente Trump dice que Kim se comprometió a no realizarlos. Pero un acuerdo firmado no es igual a lo dicho por Trump; aunque los acuerdos firmados también se rompen por gente como Kim Jong-un y Vladimir Putin.
Sin embargo, Trump no podía prometerle a Kim levantamiento alguno de sanciones —parcial o completo—, porque sabía que el Congreso se lo echaría abajo bajo las condiciones actuales de Corea del Norte.
En última instancia Kim Jong-un se comportó como se espera de alguien que llega a negociar tras un largo viaje en su propio tren blindado —nostalgia evidente de la época “gloriosa” del comunismo y simbolismo a propósito de dejar bien claro el respeto y la fidelidad a sus antepasados—, y puso por delante el recibir antes de otorgar algo a cambio. En ello, no hizo más que recordar a los cubanos los tiempos de Fidel Castro. Igual reproche, entorpecimiento o traba encontró Barack Obama durante su viaje a Cuba: ante todo, el levantamiento del embargo.
Imposible para Kim —pese a su parcial educación en Occidente— comprender que un jefe de Estado de una nación democrática no puede hacer lo que se le antoje. Ejemplos de esa incomprensión autócrata dio Putin durante sus encuentros con presidentes estadounidenses —George W. Bush y Obama— y están documentados. Para la mentalidad de Kim, no le estaba pidiendo a Trump nada que él no fuera capaz de hacer de un plumazo.
Solo que Trump —hasta dónde hubiera sido capaz de transigir es pura especulación partidista— sabía de entrada que no podía ir tan lejos.
El fracaso de la cumbre es en buena medida un triunfo para la democracia. Lástima que Kim Jong-un no lo entienda. Lo que cabe preguntarse es hasta dónde lo entiende Trump.
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