Raúl Castro y Natanyahu: ¿de qué lado está Obama?
¿Con quién busca acercamiento, con quién permite desencuentros?
El presidente Barack Obama parece obsesionado con la apertura de embajadas en La Habana y Washington antes de la Cumbre de las Américas en Panamá el 10 y 11 de abril, a la vez que mantiene una posición fría y distante con Israel debido al diferendo sobre lo que se considera la manera más efectiva de enfrentar el peligro nuclear iraní.
Es perfectamente lógico que cualquier nación asuma su política exterior teniendo en cuenta sus intereses. Es normal que hacia algunas naciones pretendan acercamientos positivos, mientras con otras las relaciones sean lejanas o glaciales, o incluso hasta que no existan, aunque este extremo sea cada vez menos frecuente en nuestros días.
Sin embargo, es incongruente que el presidente Obama pretenda cálidos acercamientos con la Cuba de Raúl Castro, enemigo jurado desde hace más de medio siglo, mientras se mantiene gélido y distanciado hacia el Israel de Benjamín Netanyahu, único verdadero aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente durante muchos más años que los que los hermanos Castro han intentado dañar de cualquier manera a Estados Unidos.
Así, mientras se especula con un posible encuentro entre Obama y Raúl Castro el próximo mes en Panamá, “Bibi” Netanyahu, de visita en Washington, habló al Comité de Relaciones Públicas Israel-Estados Unidos, donde reconoció que las posiciones diferentes de su gobierno y el de EEUU sobre cómo manejar el peligro iraní son reales, pero dejando claro que “las noticias sobre la muerte de las relaciones entre Estados Unidos e Israel no solo son prematuras, sino erróneas”, y reiterando que “nuestra alianza es más fuerte que nunca... y será más fuerte”.
Obama se incomodó porque la invitación a hablar ante el Congreso la hizo el speaker (líder de la mayoría en la Cámara) republicano John Boehner, que siempre que puede y cada vez más a menudo hace su mejor esfuerzo para exasperar al Presidente.
Al tal extremo llegaron las cosas que La Casa Blanca anunció que Obama no recibiría a Netanyahu durante esta visita, alegando las elecciones en Israel dentro de dos semanas. Y como el vicepresidente y el secretario de Estado estaban fuera del país, el visitante no conversaría con nadie de alto nivel en la administración. Además, a la comparecencia de Netanyahu ante el Congreso no asistieron 8 senadores y 47 representantes. Esos ausentes no le escucharon decir: “Apreciamos todo lo que ha hecho el presidente Obama por Israel, mucho de lo cual es ampliamente conocido. (...) Pero algunas cosas que ha hecho por Israel nunca se sabrán por tratarse de asuntos delicados”.
Esas ausencias recordaron que hace varias semanas opositores cubanos, en desacuerdo con la nueva política de Obama hacia Cuba, no asistieron a encuentros con funcionarios estadounidenses en La Habana. ¡Afortunadamente, a ningún congresista en Washington se le ocurrió organizar un mitin de repudio contra el gobernante israelí!
Los posteriores comentarios de Obama sobre el discurso de Netanyahu, aunque reiteró la alianza entre ambos países, no fueron nada favorables al primer ministro. Y la nota la dio Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara, utilizando palabras de Michael Corleone para calificar el discurso del visitante.
Que no queden dudas: esto no es asunto de demócratas o republicanos, sino de intereses de Estados Unidos. Que existan percepciones diferentes y puntos de vista contradictorios sobre cómo manejar la política exterior es parte del proceso de diseño, coordinación y ejecución de políticas entre aliados, frente a un país que se proclama enemigo de Estados Unidos, niega públicamente el derecho de Israel a existir, fomenta el terrorismo, pretende tener armas nucleares, y se acerca cada vez más a los enemigos declarados de EEUU en América Latina.
También es cierto, para no dejar de decirlo, que el comportamiento de Netanyahu hacia el Presidente, aceptando la invitación del speaker de la Cámara para hablar al Congreso, pasándose por los bolsillos el enfado de Obama por esa invitación que le ninguneaba, ni es ilegal ni está prohibido, pero sin dudas no clasifica entre los gestos más amistosos de política exterior entre países aliados.
Sin embargo, negarse a recibir al primer ministro y boicotear su discurso en el Congreso por legisladores demócratas de ambos cuerpos legislativos, tampoco clasifica entre los gestos más inteligentes de política exterior entre países aliados.
Si las diferencias de opinión con el primer ministro israelí tensan las relaciones hasta extremos como los mencionados, ¿cómo podría Barack Obama reunirse con Raúl Castro o escuchar su discurso en la Cumbre de Panamá? Porque no se trata del aliado de siempre y a toda prueba, como Israel, sino todo lo contrario, un acérrimo enemigo de EEUU en el continente durante más de medio siglo.
Pragmatismo y flexibilidad son virtudes necesarias y recomendables en política exterior. Sin embargo, de ahí a la incoherencia y la ambigüedad la frontera es endeble, y hay que ser extremadamente cuidadoso al caminar en ese territorio, sobre todo si quien camina es el presidente de la nación más poderosa del planeta.
Y saber muy bien quién merece acercamientos y con quién se permiten desencuentros. Porque no se puede amar a Dios y el diablo al mismo tiempo. Ni hacer el amor y ser virgen tampoco.
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