Supermaduro
Superbigote y su pareja galáctica Supecilita no llenan la categoría de adoctrinamiento político, sino de una tosca y ridícula propaganda
¡¿Es un pájaro, es un avión? no… es Superbigote! Hay un gran revuelo estos días en las redes. No solo en la derecha sino también en la izquierda, critican al presidente Nicolás Maduro por ser la personalidad secreta de un superhéroe que combate en cielos y tierra a los enemigos de “su pueblo” venezolano. La imagen de Superbigote, el nuevo “avenger” lo evidencia: un machote alto y muy fuerte, con capa azul y un ajustado traje rojo que muestra su musculatura, pero con la misma cara del mandatario. Su compañera de vuelos y combates antiimperialistas se llama Cilita, lo que subraya su personalidad secreta como la de Cilia Flores, la primera dama.
El revuelo se ha formado porque en las pasadas navidades el gobierno madurista repartió a los niños venezolanos millones de juguetes en forma de estatuillas de plástico de Superbigote y de Cilita.
Lo primero que me vino a la mente fue otro reciente superhéroe: Donald Trump vestido como Superman, con capa y todo, o con su rutilante escudo estrellado para personificar al Capitán América y en otros seis o siete atuendos kitsch que por cierto les encantó a sus seguidores, porque agotaron 44.000 colecciones de dichas postales digitales en menos de 24 horas a $99 cada una, lo que le reportó ganancias de unos $4,4 millones, según Forbes.
Entonces me pregunté, ¿acaso Maduro imitó a Trump? ¿A Trump, que fue quién le armó aquello del 2019, con Juan Guaidó, flamante presidente interino, en el puente de Tienditas (que no se decidió a cruzar), cuando “todas las opciones estaban sobre la mesa”, bajo consejo de John Bolton, con militares colombianos y estadounidenses, saludando las banderas como si estuvieran listos para entrar? ¿Cómo es eso?
Puede ser, porque ya desde 2021 Superbigote surcaba en dibujos animados los cielos de las 10 provincias venezolanas, valientemente con Cilita a su lado. Los carteles con la caracterización de historieta del presidente Maduro como superhéroe aparecieron en mayo de 2022. Así que lo de los muñecos para los niños es lo realmente nuevo y ha despertado indignación. Y no es para menos. Dicen que hay que respetar la inocencia de los niños, guardar como en un cofre precioso su conciencia y pensamientos, sin permitir que nada manche su candor.
Pero a la luz de esta idea seguí averiguando, investigando, para ver hasta donde era la terrible maldad de Maduro.
Encontré que bajo el Tercer Reich de Adolf Hitler los niños eran reclutados desde los 10 años en las juventudes hitlerianas, y eran formados en ideas de su superioridad racial; en la Unión Soviética, ya desde Lenin, los niños eran educados políticamente por el Partido Comunista en el Komsomol, los Jóvenes Pioneros y los Pequeños Octubristas. En China existen desde el triunfo de Mao Tse Tung en 1949, los Jóvenes Pioneros [iii] donde enseñan por sobre todo su fidelidad al partido. Y seguramente su enseñanza política no se limitaba solamente a un muñeco de Súper Bigote, como en el caso de super Maduro. Era mucho más drástica, y efectiva que nuestras versiones tropicales, como la cubana, con sus pioneros repitiendo a coro y saludando con la mano en la frente: “Seremos como el Che”.
Iñigo López de Recalde, (nombre original de Ignacio de Loyola), Ignacio de Loyola, santo para los católicos, decía “Dame al niño hasta que cumpla siete años y te mostraré al hombre”. En general, las religiones, sobre todo las “del libro”, la musulmana, judía y cristiana, tienen un fuerte componente doctrinal que se infunde en el niño desde su más temprana edad, sin tener mucha posibilidad, entre la familia que lo manda y la catequesis, el hadiz o la Torá de reaccionar críticamente. Claro, solo es un niño. Pero el niño crece, y lo que lo salva o lo hunde es el grado de libertad de expresión y de información en las sociedades donde crecerá, donde se encontrará expuesto o no, en otras descripciones de lo que aprendió en su infancia. La crianza es importante en el desarrollo de las capacidades y creencias cuando niño, pero la naturaleza, la realidad que le rodea y la libertad de información tienen un peso definitivo en el resultado final, cuando sea adulto. Un mayor “libre albedrío”, sin ponernos a hurgar mucho en ese peludo bosque, peligroso y complicado.
De manera que Superbigote y su pareja galáctica Supecilita no llenan la categoría de adoctrinamiento político, sino de una tosca y ridícula propaganda, detrás de la cual no existe una ideología, sino el más simplón narcisismo político. Pero habría que ver, de ser efectivo, cuántos de sus críticos estarían dispuestos a hacer lo mismo, si pudieran repartir millones de juguetes disfrazados de ellos mismos. Porque así, con ese triste proceder, funciona sin vergüenza la política.
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