Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cumbre de Unasur

Tensiones sin resolver

Uribe evitó una condena de sus vecinos, pero su aislamiento se hizo evidente.

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Un puñado de tensiones irresueltas dejó la reunión extraordinaria de Unasur (Unión de Naciones del Sur) que se efectuó el viernes pasado en la ciudad turística argentina de San Carlos de Bariloche.

El propósito del cónclave fue discutir sobre las siete bases que utilizarán tropas estadounidenses en Colombia, las cuales, según Bogotá, cooperarán en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la venta ilegal de armas.

A pesar de que Álvaro Uribe recalcó que el pacto —aún sin firmar— no afectará un "milímetro la soberanía" de su país y tampoco "asuntos internos de otro Estado", la "soledad" de Uribe —como dijera Hugo Chávez tras la Cumbre— quedó de manifiesto.

Esta vez ni el presidente peruano, Alan García, lo llamó "amigo", como sucedió cuando Uribe se detuvo en Lima, durante una gira por siete países para explicar el acuerdo con Washington.

Uribe tuvo en la Cumbre una ocasión excepcional para abundar sobre el carácter del pacto, pero en el fondo no lo hizo. De tal modo, quedaron en pie las dudas no sólo de Chávez y sus aliados, sino también del resto de los presentes en Bariloche.

Fue por esto que luego de siete horas de debate, se acordó citar al Consejo de Defensa de Unasur para la primera quincena de septiembre, con el fin de analizar la estrategia militar de Estados Unidos en la región.

Una rotunda paradoja

Por ser parte del conflicto Colombia-Venezuela-Ecuador, la presidencia de Unasur de Rafael Correa se presagiaba unilateral y muy distante de la gestión anterior, de la mandataria chilena, Michelle Bachelet, y así fue.

Correa propuso —y fue apoyado por varios presidentes como la anfitriona, Cristina Fernández, el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva y Chávez— convocar de forma "urgente" a su homólogo norteamericano, Barack Obama, para que explique las condiciones del acuerdo con Bogotá.

Este es un pasaje en el que los observadores no se han detenido. No se fijó Correa en que toda la discusión —y la Cumbre misma— recaía sobre el supuesto peligro que representan las tropas estadounidenses, es decir, sobre las espaldas de Obama, a lo que se sumaba la carga de adjetivos que suelen desplegar personalidades como Chávez.

El verdadero sentido de la Cumbre no se fundó, en realidad, en el presente, sino en el pasado de la política estadounidense, sobre el que el actual jefe de la Casa Blanca no tiene absolutamente ninguna responsabilidad. Como si fuera poco, a Correa se le ocurrió exigirle cuentas.

Sin ese pasado, la Cumbre no se habría efectuado, como no se efectúan cumbres para que Caracas explique su cooperación militar con Bolivia que, a propósito, Chile y Perú miran como una real amenaza.

"No me parece que tengamos que llamar a cuentas a Obama", respondió Uribe a Correa, y añadió que para eso "está la Asamblea de las Naciones Unidas. Una cosa es tener buen diálogo y otra cosa es llamarlo a dar cuentas a la región", afirmó.

Dentro de esta paradoja, una pregunta se cae de su peso: ¿Van a pedir cuentas a Obama por lo que aún no ha sucedido o van a exigirle por un oscuro pasado de intervencionismo que le es ajeno? Mirar desde otro ángulo significa que pedirían cuentas al nuevo jefe del "imperio", como si alguien en este mundo declarara sus objetivos "intervencionistas", para decirlo en la gastada jerga bolivariana y castrista.

Por supuesto que la negativa de Obama a dar explicaciones estaba garantizada.

Como forma de vincular a Obama y a Uribe con la amenaza militar, Chávez pretendió dar en la Cumbre una lección sobre belicismo imperialista, al leer un largo documento que llamó "clasificado", pero que a poco se supo que no pasaba de ser un texto académico "colgado" en internet.

Sin perspicacia para advertir los resbalones de su amigo, Correa valoró la envergadura de lo leído y lo atribuyó nada menos que al mismísimo Pentágono: "No puede ser que un informe de Defensa de Estados Unidos nos trate como colonia y patio trasero", dijo.

38 mil millones para armas

Si la reunión no fue un "gallinero", como la calificó el cardenal peruano Luis Cipriani, las tensiones no estuvieron ausentes, ni se produjeron únicamente por los conflictos reales existentes en la zona, sino además por el carácter ya conocido de varias presidentes.

A pesar de que Correa atacó duramente a Uribe, hay sin embargo que decir —contrariando lo que algunos esperaban— que se notó un acercamiento entre Quito y Bogotá, cuyas relaciones diplomáticas se rompieron luego del ataque en territorio ecuatoriano contra el campamento del segundo jefe de la narcoguerrilla colombiana de las FARC, Raúl Reyes, en marzo de 2008.

El escritor venezolano y antichavista Teodoro Petkoff observó "una clara distensión entre Uribe y Correa".

"Eso me hace pensar que no van a pasar quince días sin que reanuden las relaciones", subrayó en una entrevista el también director del periódico Tal Cual.

Alan García recordó que la región en 2008 invirtió 38.000 millones de dólares en armamentos, pero el guante no lo recogió Chávez (el que más ha gastado), sino la mandataria chilena, Michelle Bachelet, a quien en primer lugar iba dirigido.

Más allá de la invitación de Bachelet a transparentar al respecto, la proximidad de un posible acuerdo entre Santiago de Chile y La Paz sobre una salida al mar para Bolivia mantiene en alerta a Lima, que amenazó y después declinó llevar el tema a Bariloche. García considera un "acuerdo bajo la mesa" el que asegura tienen listo los gobiernos chileno y boliviano.

Previo a la Cumbre, Correa cometió otro error, vinculado con su aliado Bolivia y con Chile. El mandatario ecuatoriano afirmó que convocaría una reunión de Unasur para debatir el problema de las negociaciones por la salida al mar. El caso es que, desde siempre, La Moneda ha dicho que su diálogo con Bolivia es estrictamente bilateral. Correa propició así, gratuitamente, un nuevo punto de discordia regional.

Conflictos latentes

Si las relaciones entre Ecuador y Colombia podrían reiniciarse relativamente pronto, la cohesión de Unasur continúa, sin embargo, bajo amenaza. Si Caracas, que rompió relaciones con Bogotá, prosigue su asedio por variados frentes contra Uribe, algo que apoya a pie juntillas Evo Morales, valdría preguntarse hasta cuándo el mandatario colombiano concurrirá en calidad de acusado a estas reuniones. Ya no fue a Quito, donde Chávez sostuvo que "vientos de guerra comienzan a soplar".

En Chile, por ejemplo, el Congreso no ha ratificado la pertenencia a Unasur. ¿Qué sucedería si en las próximas elecciones del país austral gana la centroderecha, cuyo candidato, Sebastián Piñera, lleva buena ventaja en las encuestas?

Piñera cuestionó recientemente a la agrupación; señaló que "aún está en rodaje" y "tiene que demostrar que va a ser una instancia útil, eficaz y fecunda". ¿Qué ocurrirá cuando un puñado de los actuales mandatarios, con Lula a la cabeza —sin duda el más influyente en Unasur—, haya salido del poder dentro de un año y medio aproximadamente?

Pero por encima de cualquier contingencia futura, en la Cumbre de Bariloche primó el principio de no ingerencia en los asuntos internos. Fue a partir de ahí que Uribe evitó una condena en el documento final, algo que Evo Morales exigió enérgica, aunque vanamente, y que Hugo Chávez hubiera aplaudido con todas sus fuerzas.

Condenar a Colombia por el pacto militar con Estados Unidos hubiera sido, sin duda, el triunfo de una rotunda paradoja.


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