Tras las primarias venezolanas: ahora empieza el partido
Hasta ahora Hugo Chávez se ha mantenido tantos años en el poder gracias a sus propios recursos, pero también por los numerosos errores de la oposición
El triunfo de Henrique Capriles Radonski en las elecciones para escoger al candidato de la oposición venezolana para las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre ha sido solo el prólogo de lo que queda por venir. A partir de ahora nada será igual al pasado, a un pasado caracterizado por la ausencia de graves incidentes y el respeto al contrario antes, durante y después de las primarias. Una cosa fue el juego de caballeros para decidir quién sería el candidato de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) y otra muy distinta el duelo a cara de perro entre Henrique Capriles y Hugo Chávez que comienza ahora y recién acabará en octubre próximo.
Elías Jaua, el vicepresidente venezolano, fue el primer miembro del gobierno en valorar el triunfo de Capriles: “La derecha tiene candidato, bienvenido, bienvenido a la batalla pero prepárese para la gran victoria del pueblo bolivariano”. Al presentar las elecciones en términos bélicos (“la batalla” y “la victoria”), Jaua no hace más que continuar una tradición oficialista que pasa por militarizar los comicios, que se planifican, organizan y desarrollan como si fuera una operación castrense. De este modo el antagonismo político se convierte en una contradicción irresoluble, donde solo un campo goza de la legitimidad popular y representa la suma de los valores patrios. El otro, no el adversario sino el enemigo, debe ser destruido y con él no hay diálogo posible.
Teóricamente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) es el organismo encargado de velar por la pureza de los comicios y el respeto de la legalidad. Según lo establecido por la Constitución de 1999, el CNE es uno de los cinco poderes independientes del Estado venezolano y sus cinco rectores deben ser neutrales en el proceso. Sin embargo, solo uno de ellos representa los intereses de la oposición, mientras los cuatro restantes tienen un claro sesgo progubernamental. De este modo, la imparcialidad del árbitro queda en entredicho desde el comienzo.
Por otra parte, en una situación donde los límites entre el gobierno y el Estado, y entre el presidente y los recursos públicos, son tan difusos, los medios económicos, humanos y mediáticos a disposición de cada candidato serán muy desiguales. Éstas son las reglas del juego de un partido que se estima intenso y en donde no está nada claro que el oficialismo reconozca paladinamente su derrota en el hipotético caso de perder. Son numerosos los testimonios de altos dirigentes del Gobierno venezolano y del oficialista PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), así como jefes militares, que han rechazado de plano no solo la posibilidad de una victoria opositora, sino también la eventualidad de ceder el poder a los teóricos representantes de la “oligarquía y el imperialismo”.
Es este el contexto en el cual Capriles Radonski deberá actuar. En las primarias los candidatos evidenciaron distintas estrategias para enfrentar a Hugo Chávez, un dirigente carismático que sigue contando con un importante respaldo popular. Mientras María Corina Machado optó por el enfrentamiento abierto y directo con Chávez y todo lo que oliera a bolivariano, Capriles escogió la vía de la no confrontación, la cual, de momento, le ha dado un buen rendimiento. Esto implica profundizar la agenda social y el reconocimiento de la legalidad bolivariana así como de algunos de los logros gubernamentales.
Éste será sin duda uno de los grandes desafíos de la oposición, cuyo principal reto, con todo, será llegar unida al 7 de octubre. Solo así estarán en condiciones de enfrentar con ciertos visos de éxito al hasta ahora invicto presidente. En el caso de que se consiguiera este objetivo restaría por definir el discurso. La cuestión de fondo, desde la perspectiva de la oposición, es cómo mantener la fidelidad de los más furibundos anti-chavistas a la vez que se conquista el voto de amplios sectores indiferentes o incluso de gentes que hasta ahora han respaldado al oficialismo. Un interrogante pendiente de despejar, y de cuya resolución dependerá una parte considerable del resultado opositor, es el de la actitud de los partidos tradicionales, AD y COPEI, que siguen contando con buenos aparatos y con cierta capacidad de movilización.
Al día siguiente de su elección Capriles Radonski instó por dejar de mirar al pasado y concentrarse en el futuro. Para eso cuenta con el respaldo de los otros candidatos y de los casi tres millones de venezolanos que acudieron a votar el pasado domingo en condiciones no demasiado favorables. Uno de los modos de desincentivar a los votantes a acudir a las urnas fueron las declaraciones de Chávez de que en octubre arrasarían a la oposición con más del 70 % de los votos.
Hasta ahora Hugo Chávez se ha mantenido tantos años en el gobierno y ha ganado la gran mayoría de las elecciones convocadas desde su llegada al poder básicamente por méritos propios, pero también por los numerosos errores de la oposición. En esta ocasión, si la MUD ha aprendido las lecciones del pasado, todo indicaría que estaremos frente a unas elecciones más reñidas y con un resultado más ajustado.
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