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EEUU, Trump, Biden

Trump, Biden y… Pence, el trío del momento, y los Archivos Nacionales

Es verdad, Donald, podías haberlo intentado cuando eras presidente. Pero ya no te vale, querido, ya no

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Los tres cometieron el mismo pecado, cada cual con su estilo. El escándalo de Donald Trump, fue a bombo y platillo, con grandes titulares, luego de un registro policial en Mar-a-Lago y su torpe insistencia de que él como presidente podría desclasificar los documentos secretos “con solo pensarlo”. La desclasificación de un documento en Estados Unidos es un proceso complejo. Está a cargo de los Archivos Nacionales, agencia gubernamental que tiene a su cargo clasificarlos, por su importancia histórica o por seguridad nacional. Es cierto que el presidente de Estados Unidos tiene una excepcional capacidad de desclasificación, pero nunca es un proceso de una sola persona, como un monarca absolutista. Es verdad, Donald, podías haberlo intentado cuando eras presidente. Pero ya no te vale, querido, ya no.

De Biden, lo que sorprende es el reguero de documentos que tenía. No sabemos aún cuántos eran restringidos, confidenciales, secretos, ultrasecretos, o simples papelitos de envolver chocolates. Él simplemente los dejó dispersos en una oficina que tenía en Washington y en su casa de Delaware. Tampoco sabemos por qué nos enteramos tan tarde del pecado, con una prensa que tenemos tan sagaz. El primer lote fue encontrado el 2 de noviembre de 2022, seis días antes de las elecciones intermedias, y no fue hasta el 9 de enero de 2023, dos meses después, que la cadena CBS publicó la noticia. Luego, siguieron los del segundo lote, los del tercero, los del cuarto, y los del quinto lote. Una secuencia de sorpresas donde la mayor, al menos para este columnista, es que conservaba algunos desde hace 15 años, cuando era vicepresidente de Barack Obama. Pero Biden ha dicho que no ha hecho nada malo, que no se arrepiente.

Y Pence… bueno, Pence es Pence. Siempre Pence, en un segundo plano permanente, aunque sea en un escándalo, con su rostro inmutable de tranquilo segundón. La misma cara conque aseguró a la cadena CBS que estaba seguro de que “todo” se había devuelto a su salida de la vicepresidencia. Que buscaran. Pues así fue, querido Mike, buscaron ¡y encontraron documentos clasificados! Greg Jacob, abogado de Pence, excusó a Mike ante las autoridades, dijo que “el vicepresidente… desconocía la existencia de documentos confidenciales o clasificados en su residencia personal”.

Trump no ha dado excusas. Porque Donald está seguro de que no ha hecho nunca nada malo. Al igual que debe estar convencido de poseer la infusa scientia, es decir la sabiduría divina para resolver cosas que a los simples humanos nos está vedado, como, por ejemplo, desclasificar documentos secretos, cuando le parezca.

Y como dicen, la ley es ciega, o aparece vendada, sosteniendo una balanza, siempre en equilibrio, para ser justa en sus veredictos. Pero también es cierto que existen ciertos tipos de vendas y balanzas para poder administrarlos cuando llega el caso. Desde 2005, el Departamento de Justicia investigó al menos once casos de ciudadanos estadounidenses por mal uso de documentos clasificados. Los once fueron acusados y llevados a juicio. Diez recibieron penas de cárcel y uno solo, el de Kendra Kingsbury, espera condena. ¿Recuerdan a Kristian Saucier, aquel marinero condenado por tirarse unas tontas fotos de recuerdo dentro de un submarino nuclear?

Apuesto a que ninguno de nuestros tres célebres investigados cumplirán un día de cárcel, ni pasarán un día de juicio.

Los Archivos Nacionales, ante el escándalo actual, han pedido a todos los presidentes y vicepresidentes vivos que revisen sus gavetas, bibliotecas y garajes para comprobar si tienen algún documento clasificado, olvidado obviamente por su ingenua voluntad.

Los Archivos Nacionales son, por mandato del Congreso de Estados Unidos desde 1934, el registro de los documentos históricos y gubernamentales de la nación americana. Su responsabilidad es obtenerlos, clasificarlos y guardarlos celosamente. Controlarlos. Cuenta con cerca de 3.000 empleados, pero la situación actual indica un inadmisible descontrol. ¿Cómo es posible que existan documentos ya clasificados, que falten por 15 años del Archivo Nacional y los Archivos Nacionales no hayan denunciado el hecho o al menos pronunciado al respecto? Es como una burla a la seriedad. Si saco un dólar de una cuenta personal, el banco más inexperto se da cuenta, y si se lo debo, me lo cobra. Los Archivos Nacionales forman parte de un sistema imperfecto: cada administración genera diariamente documentos clasificados que debe entregar a los Archivos Nacionales una vez termine el gobierno. Es decir, hay documentos generándose en este momento que solo llegarán a los archivos cuando la administración los entregue. Hay algunos que no llegan a los archivos porque quedan en poder de otras agencias con autorización como la CIA o la NSA. ¿Dónde está el control del sistema, en ese caso? ¿Y qué pasa con documentos ya clasificados, que se saquen del Archivo Nacional, y no regresan?

Los Archivos Nacionales son posiblemente culpables, posiblemente el mayor culpable, de lo que ha sucedido en estos días, y que seguirá sucediendo, si aparecen milagrosamente más documentos de otras presidencias anteriores, además del ingenuo olvido, o la conducta culposa —[acto, omisión] que es imprudente o negligente y origina responsabilidades— del trío del momento. Y ninguno recibirá castigo, a diferencia de los diez estadounidenses condenados. Porque como dijo George Orwell en su novela Rebelión en la granja: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.


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