Actualizado: 17/04/2024 23:20
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África

¿Y si Obama fuese africano?

Un retrato de la actualidad en este continente a partir de la victoria del candidato demócrata en las elecciones de Estados Unidos.

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Los africanos reaccionaron con gran júbilo ante la victoria de Barack Obama. Yo fui uno de ellos. Después de una noche en claro, en la irrealidad de la penumbra de la madrugada, las lágrimas corrían por mis mejillas cuando él pronunció el discurso de vencedor. En ese momento, yo también era un vencedor. Sentí la misma felicidad cuando Nelson Mandela fue liberado y el nuevo estadista surafricano consolidaba un camino para dignificar el continente africano.

En la noche del 5 de noviembre, el nuevo presidente norteamericano no era sólo un hombre que hablaba. Era la voz sofocada de la esperanza que se erguía de nuevo, libre, dentro de nosotros. Mi corazón había votado, incluso sin permiso: habituado a pedir poco, festejaba una victoria sin dimensiones. Al salir a la calle, encontré que mi ciudad se había trasladado para Chicago, negros y blancos respirando, compartiendo de una misma sorpresa feliz. Porque la victoria de Obama no fue la de una raza sobre otra: sin la participación masiva de los americanos de todas las razas (incluyendo la mayoría blanca), Estados Unidos de América no nos habría dado motivo para esas celebraciones.

En los días siguientes, fui recogiendo las reacciones eufóricas desde los más diversos rincones de nuestro continente. Personas anónimas, ciudadanos comunes que desean expresar su felicidad. Al mismo tiempo, fui tomando nota, con algunas reservas, de los mensajes solidarios de dirigentes africanos. Casi todos calificaban a Obama de "nuestro hermano". Y entonces pensé: ¿Estarán siendo sinceros todos esos dirigentes? ¿Será Barack Obama familia de tanta gente políticamente tan diversa? Tengo dudas.

En el apuro de ver prejuicios sólo en los demás, no somos capaces de ver nuestros propios racismos y xenofobias. En el apuro por condenar a Occidente, nos olvidamos de aceptar las lecciones que nos llegan de ese otro lado del mundo.

Respuestas

Fue entonces que cayó en mis manos un texto de un escritor de Camerún, Patrice Nganang, titulado ¿Y si Obama fuese camerunés? Las cuestiones que mencionaba mi colega de Camerún, me sugirieron diversas preguntas formuladas ahora alrededor de esta hipótesis: ¿Y si Obama fuese africano y se presentase como candidato a la presidencia en un país africano? Fue esta pregunta la que inspiró el siguiente texto.

1. Si Obama fuese africano y se presentase como candidato frente a un gobernante (uno de los tantos George Bush que tenemos en África), éste inventaría cambios en la Constitución para prolongar su mandato más allá de lo previsto. Entonces, nuestro Obama tendría que esperar algunos años más para presentarse de nuevo.

La espera podría ser larga, si tomamos en cuenta la permanencia de un mismo presidente en el poder en África. Cerca de 41 años en Gabón, 39 en Libia, 28 en Zimbabue, Guinea Ecuatorial y en Angola; 27 en Egipto, 26 en Camerún. Y otros más que completan una quincena de presidentes que gobiernan desde hace más de 20 años consecutivos en el continente. Mugabe tendrá 90 años cuando termine su mandato, para el cual se impuso por encima del veredicto popular.

2. Si Obama fuese africano, lo más probable es que, siendo un candidato del partido de la oposición, no tendría espacio para hacer campaña electoral. Le ocurriría lo mismo, como, por ejemplo, en Zimbabue o en Camerún: sería agredido físicamente, sería detenido de forma consecutiva, le sería retirado el pasaporte. Los Bush de África no toleran opositores, no toleran la democracia.

3. Si Obama fuese africano, no sería ni siquiera elegible en gran parte de los países, porque las élites en el poder inventaron leyes restrictivas que cierran las puertas de la presidencia a hijos de extranjeros y descendientes de inmigrantes. El nacionalista zambiano Kenneth Kaunda está siendo cuestionado en su propio país como hijo de padres de Malawi. Convenientemente, "descubrieron" que el hombre que condujo a Zambia a la independencia y gobernó por más de 25 años, era hijo de malawis y durante todo ese tiempo había gobernado "ilegalmente". Preso por alegados intentos golpistas, a nuestro Kaunda (una de las principales avenidas de Maputo lleva su nombre) le prohibirán hacer política y, de esa manera, el actual régimen se verá libre de un opositor.

4. Seamos claros: Obama es negro en Estados Unidos. En África es mulato. Si Obama fuese africano, vería su raza lanzada contra su propio rostro. No es que el color de la piel sea importante para los pueblos que esperan que sus líderes sean competentes y trabajen con seriedad, pero las élites predadoras harían campaña contra alguien a quien designarían como "un africano no auténtico". El mismo hermano negro que hoy es saludado como nuevo presidente norteamericano sería vilipendiado en casa como representante de "los otros", de otra raza, o de otra bandera (¿o de ninguna bandera?).

5. Si fuese africano, nuestro "hermano" tendría que dar muchas explicaciones a los moralistas de servicio cuando pensara incluir en su discurso de agradecimiento el apoyo que recibió de los homosexuales. Pecado mortal para los abogados de la llamada "pureza africana". Para estos moralistas —tantas veces en el poder, tantas veces con poder—, la homosexualidad es un vicio mortal inaceptable, ajeno a África y los africanos.

6. Si ganase las elecciones, Obama probablemente tendría que sentarse en una mesa de negociaciones a compartir el poder con el derrotado, en un proceso negociador degradante que mostraría que, en ciertos países africanos, el perdedor puede negociar aquello que parece sagrado, la voluntad expresada en la votación popular. En estos momentos, Barack Obama estaría sentado en una mesa con un Bush cualquiera, en infinitas rondas negociadoras, con mediadores africanos que nos enseñan que debemos contentarnos con las migajas de procesos electorales que no arrojan resultados favorables a los dictadores.

Conclusiones inconclusas

Quede claro que existen excepciones en este cuadro general. Sabemos todos de cuáles hablamos. Nosotros, los mozambiqueños, hemos sido capaces de construir una de esas situaciones que se apartan de lo anterior.

Quede igualmente claro que todas estas trabas colocadas a un Obama africano no serían impuestas por el pueblo, sino por los dueños del poder, por élites que hacen del ejercicio de gobernar una fuente de enriquecimiento sin escrúpulos.

La verdad es que Obama no es africano. La verdad es que los africanos, las personas simples y los trabajadores anónimos festejaron con pasión la victoria americana de Obama. Pero no creo que los dictadores y corruptos de África tengan derecho a ser convidados a esta fiesta.

Porque la alegría que millones de africanos experimentaron el pasado 5 de noviembre nacía de que apreciaban en Obama exactamente lo opuesto de lo que conocían de la experiencia con sus propios dirigentes. Por mucho que nos cueste admitir, apenas una minoría de los Estados africanos conoce o conoció a dirigentes preocupados por el bienestar público.

El mismo día en que Obama confirmaba su condición de vencedor, los noticieros internacionales estaban abarrotados de noticias terribles sobre África. El mismo día de la victoria de la mayoría norteamericana, África seguía siendo derrotada por guerras, mala gestión, ambiciones desmesuradas de políticos corruptos. Después de haber liquidado la democracia, esos políticos están matando la propia política. Queda la guerra, en algunos casos. En otros, la desistencia y el cinismo.

Sólo hay un modo verdadero de celebrar la victoria de Obama en los países africanos: luchar para que más banderas de esperanza puedan nacer aquí en nuestro continente, es luchar para que los Obama africanos puedan también vencer. Y nosotros, africanos de todas las etnias y razas, venceremos con esos Obama y celebraremos en nuestra casa aquello que ahora festejamos en casa ajena.

* Publicado por el diario Savana , de Mozambique. El autor recibió el premio Vergilio Ferreira, uno de los galardones literarios de mayor prestigio en lengua portuguesa.


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