Bar Esperanza

El ex vocero de Hillary Clinton, Howard Wolfson, afirmó que ya la campaña presidencial concluyó y ganó Obama. Sólo resta correr el trámite formal de votación. Esta conclusión deriva de simple aritmética: si más de la mitad del electorado considera que la economía es su preocupación primordial y Obama va delante por dos dígitos en las encuestas acerca de quién resolverá mejor la crisis económica actual, entonces McCain ya no puede superar a su rival. Otro análisis estadístico confirmaría el criterio de Wolfson.

En Estados Unidos, las elecciones presidenciales no se ganan por mayoría del voto de los ciudadanos, sino por sumar al menos 270 votos electorales, de los 538 repartidos entre los 50 estados.

Al comenzar esta semana, las encuestas dan ventaja significativa a Obama en estados que suman 277 votos electorales. Esta situación puede ilustrarse ejemplarmente: mientras McCain dio a Michigan por perdido, Obama se da el lujo de arreciar su campaña en el baluarte republicano de Indiana, donde Bush ganó las elecciones de 2004 con ventaja del 20,7%, pero las encuestas dan hoy a McCain ventaja de sólo un 3,8%.

El mapa electoral indica que Obama lleva la delantera, con márgenes superiores a los logrados por John Kerry, en todos los estados donde el Partido Demócrata ganó los comicios de 2004, excepto Massachussets, donde su senador Kerry barrió a Bush con ventaja del 25,1%. Obama tiene allí un 13,7%, más que suficiente para la victoria.

La clave radica en que las pasadas elecciones fueron ganadas por el Partido Republicano con 286 votos electorales, cuando Bush venció a última hora en Ohio (20 votos), por margen del 2,1% del voto popular. Aquí y ahora, Obama marcha al frente con un 2,7% por encima de McCain. Igual ocurre en Nevada, y la situación se torna peor para los republicanos en Iowa y Nuevo México, donde Bush ganó por menos de un punto y Obama mantiene ventajas del 11,8% y el 7,3%, respectivamente.

Para contrarrestar este avance demócrata en territorio prerrepublicano, McCain debería ganar en estados donde Kerry sobrepujó por estrecho margen a Bush: Wisconsin (0,4%), New Hampshire (1,3%) o Pensilvania (2,5%), pero las ventajas de Obama en las encuestas (8,8%, 10,4% y 13,8%, respectivamente) distan mucho de dar cabida a las ilusiones. Aun el bastión republicano de Virginia, donde Bush ganó con un 8,2% de ventaja, muestra a Obama con ventaja del 6,3% sobre McCain. Otro viraje sorprendente se aprecia en Florida: Bush superó a Kerry por un 5%; Obama va delante por un 3,8%.

El fantasma del 'efecto Bradley'

La victoria de Obama está sellada porque no consta indicio de que la tendencia de las encuestas pueda revertirse el próximo 4 de noviembre. Por el contrario, el pronóstico se refuerza con el incremento del registro de electores demócratas en al menos once estados y el récord previsto de jóvenes afroamericanos acudiendo a las urnas.

McCain podría cifrar esperanzas en que Obama corra la misma suerte del demócrata negro Tom Bradley en las elecciones para gobernador de California (1982). El llamado "efecto Bradley" consiste en que éste marcaba considerable ventaja en las encuestas, pero acabó perdiendo frente a su rival republicano y blanco, George Deukmejian.

Aparte de que semejante vuelco no puede concebirse superior al promedio nacional de ventaja de Obama en el voto popular (circa 7%), uno de los estrategas de la campaña de Deukmejian, Lance Tarrance, aclaró ya que el efecto Bradley es pura invención de los medios para magnificar la influencia del factor raza en el resultado electoral. Lo cierto es que Bradley bajó del 49% al 45% en las encuestas, mientras Deukmejian subía del 37% al 44%.

Ni siquiera es plausible que se repita con Obama la experiencia del candidato demócrata negro Douglas Wilder en la contienda (1989) por la gobernación de Virginia: holgado respaldo popular en las encuestas y estrecha victoria en las urnas. Obama tiene posibilidades reales de acumular hasta 350 votos electorales.

Así que McCain no puede menos que embriagarse con el "efecto Mariposa": un incidente aislado que desencadene la reacción más tremenda, como podría ser la captura de Bin Landen. Habría euforia en el bando republicano, pero tendrían que atribuirle a McCain haber indicado al menos en qué cueva estaba Bin Landen, para ganar el favor del electorado: sólo el 13% sostiene que la amenaza terrorista es su preocupación primordial.

Y, definitivamente, estas elecciones no son sobre nosotros mismos, como dice Obama, ni ponen primero al país, como asevera McCain. La lógica del sistema electoral estadounidense funciona sobre la base de pasarle pacíficamente la cuenta al tenedor del poder cada cuatro años.

Un partido que cargó con líderes tan mentirosos como Bush y Dick Cheney, enredó al país en una guerra (Irak) mientras descuidaba otra (Afganistán), y que no vacila en hacer política de manigua en medio de la crisis financiera mundial, acumula ya méritos suficientes para que esa lógica funcione. Que la inexperiencia de Obama sea "peligrosa", mientras igual cualidad de Sarah Palin cause excitación en la militancia republicana, no son más que lucecitas para escena.

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