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Obama y McCain: ¿ganará finalmente la liebre a la tortuga?

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Semanas antes de las convenciones de ambos partidos, y alrededor de la fecha del viaje a El Levante y Europa del senador Barack Obama, la campaña de John McCain lanzó al menos un par de anuncios políticos —con cierta efectividad, por otra parte— en los que se acusaba al candidato demócrata de considerarse "El Elegido", en un sentido bíblico, al tiempo que se enfatizaba que su carisma era similar al de las "personalidades" del mundo de la moda y el espectáculo: atractivo personal, pero poca sustancia.

Además de cumplir un fin electoral, estos anuncios reflejaban no sólo el escozor que le producía a los republicanos la popularidad de Obama, sino la ausencia de un líder similar a Ronald Reagan o George W. Bush, durante su época de oro, capaz de impulsar la agenda de su partido y brindarle una enorme satisfacción emocional a sus seguidores.

El pesar entre los republicanos se fundamentaba, además, en el hecho de que su partido, gracias precisamente a Reagan y al presidente Bush, había disfrutado durante las pasadas décadas del privilegio de contar con figuras más atractivas para sus seguidores que el bando contrario. Basta recordar los nombres de Walter Mondale, Michael Dukakis, Al Gore y John Kerry para apreciar la diferencia. Ni siquiera Bill Clinton, con su cualidad de "animal político", había logrado en sus mejores momentos lograr tanta confianza por parte de sus electores —un "capital político" tan elevado, para repetir la frase de Bush—, una admiración que los convirtiera en salvadores momentáneos de la nación.

Obama se presentaba —se sigue presentando— como ese nuevo salvador, y a falta de un rival de igual altura, la solución más socorrida es tratar de descaracterizarlo.

El fenómeno Palin

Esta orfandad republicana explica en cierta medida el "fenómeno Palin". Está por verse si la gobernadora de Alaska y ahora aspirante a la vicepresidencia trasciende la categoría de fad o moda pasajera y se convierte en una figura de importancia en la campaña. De hecho, su presencia no sólo le ha otorgado un dinamismo a la contienda y ha obligado a una reconsideración de tácticas y estrategias a los dos campos, sino que también dominó la recién concluida Convención Nacional Republicana.

La inclusión de la gobernadora de Alaska en la boleta es, entre otras cuestiones, un intento de McCain para contrarrestar la popularidad del candidato demócrata, al tiempo que una demostración de su independencia respecto a la forma tradicional en que se concibe y ejecuta la política en Washington.

La jugada es riesgosa para el equipo republicano, por la falta de experiencia de Palin y por diversos aspectos de su historial que han ido apareciendo en la prensa, lo cual se ha comentado quizá demasiado. Pero también implica un cambio no sólo en la estrategia electoral de McCain, sino también en la forma en que se ha venido proyectando como político y aspirante presidencial.

En el juego entre realidad y apariencia que es en definitiva cualquier elección en Estados Unidos, tanto la senadora Hillary Clinton, durante las votaciones en las primarias demócratas, como McCain a lo largo de los meses de campaña, han tratado de atacar el "mesianismo" de Obama como un elemento peligroso para los votantes, quienes encantados por la elocuencia terminarían colocando en el cargo de mayor poder del planeta a un incapacitado.

Aspectos del ataque

El ataque se realizó —y continúa por la campaña republicana— sobre dos aspectos: la falta de experiencia del senador por Illinois y su retórica. En el primero, tanto a la senadora Clinton como a McCain les resultó fácil demostrar su ventaja relativa. Respecto al segundo, trataron de revertir los términos y utilizar sus desventajas respectivas, frente a la mejor oratoria de Obama, para descalificarlo, resaltando las diferencias entre la habilidad para pronunciar "discursos bonitos" y la capacidad necesaria para producir decisiones de gobierno adecuadas.

Para los contendientes de Obama —en el campo republicano y demócrata—, la efectividad de ambos argumentos resultó limitada. Por tres razones fundamentales. Tanto el estilo de la senadora Clinton, con énfasis en datos, como el coloquialismo de McCain, no pudieron superar la habilidad de Obama en el énfasis adecuado, el desarrollo del discurso y el tono apropiado a la hora de trasmitir su mensaje.

En parte hay que reconocer que es un triunfo de la afectividad sobre el entendimiento, y, con ello, que hay cierta verdad al hablar de "encantamiento" retórico, manejado hábilmente y no libre del peligro que encierra todo orador que cautiva a una audiencia y puede manejarla a su antojo. Pero también esta efectividad verbal demuestra características de liderazgo apreciables a la hora de seleccionar a un mandatario.

El segundo factor es que hasta el momento, de acuerdo con los sondeos, el electorado valora más la posibilidad de un cambio en Washington, y de forma consciente o inconsciente asocia la experiencia con el mantenimiento del statu quo. Por último, Obama es el contendiente que desde el principio ha sabido captar mejor el rechazo al gobierno de Bush.

Este último aspecto no ha estado libre de riesgos para Obama. Al tiempo que la ventaja que representa ser percibido como el anti-Bush le ayudó poderosamente para ganar la nominación demócrata, también le ha ganado una serie de críticas del ala más izquierdista entre sus partidarios. Sobre todo en los últimos meses, cuando dijo que apoyaba la pena de muerte en los casos de violaciones infantiles, aplaudió la decisión de la Corte Suprema de reconocer los derechos individuales de poseer armas y votó a favor de brindarle inmunidad retroactiva a las compañías telefónicas que han participado en el programa de interceptación de llamadas del actual gobierno.

La realidad es que el candidato demócrata no es un liberal ciento por ciento —como quieren presentarlo los republicanos—, sino un demócrata progresista, que favorece la asistencia médica a las familias de bajos ingresos, la protección del medio ambiente y la ayuda del gobierno a los más necesitados, pero que no aspira a gobernar con una agenda de corte socialdemócrata ni nada por el estilo.

Calidoscopio de los rivales

Con el conocimiento brindado por la derrota de la senadora Clinton, McCain se ha visto en la necesidad de reforzar el aspecto emocional —y por lo tanto, más primario— dentro de su campaña. Para ello recurrió a la gobernadora de Alaska. El discurso de ésta durante la Convención Nacional Republicana fue la mejor carta que pudo mostrar para convencer a sus electores. Palin no es una figura carismática, pero sí atractiva, y no sólo en su aspecto físico.

Para el ala ultraderechista del Partido Demócrata representa la vuelta a la batalla ideológica y la guerra cultural, el anteponer una serie de principios y valores por encima de otras cuestiones a la hora de gobernar, el neoliberalismo no de forma conceptual sino en su aplicación práctica. Para la ultraderecha cristiana, además, la representante de sus posiciones más sólidas. Sólo que este discurso no choca con el de McCain en lo que respecta a principios y valores, pero sí en lo relativo a presentarse como un posible mandatario capaz de trascender fronteras.

El énfasis en presentar a Palin como una gobernadora capaz de trascender las barreras partidistas, durante su corto mandato en un estado tan singular como Alaska, ha sido puesto en duda por la prensa norteamericana. Se trataba, en resumidas cuentas, de crear un mito para anteponerlo a otro.

Sin embargo, persisten las dudas sobre si lo que han creado los republicanos es una moda —se han disparado las ventas del modelo de espejuelos que usa la gobernadora de Alaska— o la introducción de un aspecto, innovador y de continuidad al mismo tiempo, que ayude a inclinar las urnas del lado republicano.

Lo interesante del esfuerzo para conquistar el voto norteamericano, que llevan a cabo ambos contendientes, es que Obama ha jugado la carta más tradicional a la hora de elegir a Joe Biden como su vicepresidente, mientras que McCain se lanzó por una figura de apariencia renovadora y contenido conservador. Como en un calidoscopio, ambos rivales han mezclado en sus boletas respectivas juventud, experiencia, género, raza, cambio y demás ingredientes, en un resultado que de momento ambos rivales esquivan en mayor o menor grado lo fundamental: el planteamiento claro de los temas más importantes que preocupan al electorado.

Si bien ambos saben que en la elección ganan o pierden los protagonistas y no las figuras secundarias, han buscado en sus compañeros de contienda aquello de lo que carecen, según las encuestas y los analistas.

En la práctica, y paradójicamente, tanto han hecho por diferenciarse —y criticar en el otro esas diferencias—, que han terminado por "fabricar" un par de monstruos de dos cabezas que compiten por parecerse. Por ello, para definir la elección, deben pasar de lo personal a los temas de campaña.

¿Combatir a Obama o brindar alternativas?

De la recién terminada convención, el Partido Republicano salió con una agenda ideológica fortalecida, pero sin resolver su problema fundamental. McCain tiene que convencer al electorado no sólo republicano, sino a buena parte de los independientes e incluso a algunos demócratas. Ha creado una boleta que lo favorece en buena medida, respecto a la base electoral republicana, pero que hasta el momento no convence a los que están situados más allá de esta frontera.

Es muy posible que se ganara a los suyos, pero no a una parte de los otros que necesita para el triunfo. En el tiempo que le queda hasta noviembre, tiene que combinar el mantener el curso ideológico con una promesa de mejorar lo que se considera mal hecho. Ha logrado convertirse en una alternativa de Bush, "el gran ausente" del evento, salvo unas palabras a distancia y la presencia de la primera dama durante el inicio "tormentoso" de la actividad.

Pero, ¿logrará conquistar a los que se sienten defraudados no sólo por un mandatario, sino por una serie de medidas, leyes y conceptos que han traído como consecuencia los problemas que enfrenta la nación? Porque no se trata de combatir el supuesto mito Obama, sino brindar alternativas de gobierno más eficaces, algo que ni siquiera fue esbozado durante su discurso de aceptación.

Las palabras de McCain, su forma pausada y coloquial de contar su historia personal y sus aspiraciones, fueron un buen ejemplo de lo mejor de su estilo político, pero también un ejemplo de sus limitaciones. Desde el punto de vista de la oratoria, estuvo no sólo por debajo de Obama, como era de esperarse, sino también de la habilidad de Palin a la hora de leer un texto como una buena presentadora de televisión, un oficio que, por otra parte, ella conoce.

La última posible carta de triunfo de McCain se sitúa ahora en los debates y en la agotadora campaña de los dos meses finales, pero para ello tiene que plantear los aspectos concretos de una agenda capaz de transformar la situación que vive el país, algo que hasta el momento ha declinado hacer.

¿Quién saltará más alto?

La Convención Demócrata, por su parte, logró superar en buena medida la división que arrastraba el partido tras la reñida disputa por la nominación entre la senadora Clinton y Obama; pero con este dilema no resuelto por completo. Todavía sigue siendo un enigma cómo votarán los millones que apoyaron a Clinton. Obama dio un buen discurso y avanzó en la presentación de su agenda, pero sin lograr en las encuestas posteriores una clara y notable ventaja frente a su rival, y luego siendo superado en éstas por McCain, o estancados ambos en un empate estadístico.

De momento, su problema principal es que no acaba de vencer la distancia que va de ser un candidato atractivo a uno en que confía la mayoría del electorado. Tiene la ventaja de que mientras la campaña republicana ha girado en buena medida sobre el pasado, la demócrata se proyecta al futuro. Sin embargo, este futuro no deja de ser incierto. Y esta es una desventaja enorme, que tiene que superar para llegar a la Casa Blanca.

Si hay algún indicador en las primarias que puede servir para vislumbrar, en alguna medida, lo que queda por delante, es que mientras la lid entre los dos principales rivales demócratas fue una carrera de obstáculos, desde el principio la republicana se convirtió en un maratón de resistencia. Para beneficio de McCain, el maratón no duró mucho. Pero ahora no se trata de mantener un buen ritmo en la carrera, con el objetivo de llegar a la meta, sino de ver quién salta más alto.


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