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El peligro Obama

Un candidato que no encaja en los esquemas confrontacionales de La Habana.

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Los cubanos que hace 55 años se autodenominaron "Generación del Centenario", y sus seguidores, llevan tanto tiempo en el poder que han vivido lo suficiente políticamente como para ser testigos de hechos y realidades que jamás creyeron fueran posibles.

En menos de dos décadas, los jerarcas de La Habana han visto derrumbarse el campo socialista, y cómo China y Vietnam han construido sólidas economías utilizando resortes capitalistas, sin olvidar a India y Angola, convertidas en potencias de futuro; han visto a varios progresistas y revolucionarios del continente arribar al poder, pero por la vía electoral, e incluso a los sandinistas nicaragüenses compartir el poder con sus enemigos de antaño.

Finalmente, los que no se cansan de gobernar son testigos de algo que imaginaron necesitaría siglos para suceder: un afronorteamericano joven, hijo de inmigrante africano por demás, avanza con seguridad y desenfado hacia la presidencia de Estados Unidos.

Varios lustros de tutelaje manipulador de la información y los criterios han impuesto en la percepción de muchos cubanos el escepticismo y la incredulidad sobre la posibilidad del éxito electoral de Barak Obama.

Los voceros de La Habana no pueden disimular la incomodidad oficial, motivada por el paso arrollador con que el abogado y senador demócrata por Illinois marcha hacia la elección de noviembre. La inquietud y contrariedad que causa en las altas esferas esa realidad llamada Obama se reflejó hace varios días, cuando un analista internacional de la televisión, tratando de inducir cuestionamientos sobre la carrera del candidato, convirtió en carencias y dificultades algunas de las fortalezas del carismático senador.

Siempre empeñados en sembrar la distorsión y el rechazo hacia Norteamérica en la perspectiva de los ciudadanos, los gobernantes perdieron de vista las potencialidades de las sociedades abiertas y han sido incapaces de apreciar los avances logrados durante los últimos cincuenta años (en los derechos, la política, el arte y el deporte), por esa minoría tanto tiempo marginada y discriminada.

¿Acaso no le dijo nada a los gobernantes y analistas de La Habana el hecho significativo de ver a Collin Powell y Condoleezza Rice como figuras descollantes de un gobierno tan conservador y derechista como la actual administración norteamericana?

Los escépticos de La Habana han sido incapaces de hacer el simple discernimiento aritmético que indica que Obama sólo podía avanzar en su carrera si afianzaba su convocatoria y respaldo en el electorado blanco de su partido.

En relación con la percepción de las autoridades, roto ya el cliché que había paralizado a Estados Unidos en la visión de muchos cubanos en los lejanos y convulsos años cincuenta, lo más importante es que el avance de este político —intelectualmente sólido— rompe también los esquemas y diseños de proyección del régimen con respecto a los líderes políticos del país vecino.

Los gobernantes saben que con Obama tendrán que abandonar la práctica de la impugnación irrespetuosa que han usado con diez presidentes norteamericanos. Hasta ahora, Obama ha demostrado valentía, audacia y racionalidad para abordar el tema cubano, y esto no encaja en los esquemas de confrontación que tanto favorecen las posiciones tradicionales del régimen.

Por otra parte, saben que cualquier alusión ofensiva o denigratoria hacia el hoy candidato, puede ser asumida como una actitud racista, con gravísimas implicaciones para la imagen y las relaciones con importantes sectores de la sociedad norteamericana.

Los gobernantes, necesitados de imaginar la forma de levantarse sobre sus desgastes y fracasos para cumplir su propósito de conservar el poder, ahora parece que también enfrentarán el reto de lidiar con un presidente que es, por fuera y también por dentro, bastante diferente a los que desde la oficina oval le habían hecho fácil utilizar en su beneficio el poder y las proyecciones de la clase política norteamericana.

Para La Habana, "el peligro Obama" está en la calle y sólo el tiempo dirá si sabrán lidiar con él.


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