Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Calderonazo a Castro

La victoria del PAN y el futuro de las relaciones México-La Habana.

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La furia del comandante es una excelente señal de su anacronismo. La cancillería mexicana le hizo el caso del perro. Los medios de comunicación apenas dieron la noticia. Ninguno de los cada vez más insignificantes adictos, pudo defender lo que constituye una revelación de que la caricatura que resta del antiguo revolucionario nunca respeta lo que exige, de que se mete donde le da la gana, aunque ya se le mezcle el ridículo grotesco con sus cada vez menos efectivos métodos mafiosos.

Por su parte, el artículo del empleado castrista —amigo personal de otro derrotado en las anteriores elecciones mexicanas— verifica el definitivo velorio del viejo matrimonio intergubernamental. Su análisis de la situación mexicana se apoya en lugares comunes, en graves problemas que ni uno sólo de los cinco candidatos a la presidencia ha dejado de denunciar, de proponer soluciones.

Cuando se refiere a las relaciones con Cuba, se atreve hasta afirmar que la revolución cubana aún existe, con lo que —es obvio— añade un fanatismo descalificador a sus objeciones. Pasa por alto que nunca durante el sexenio panista se ha dejado de votar en la ONU contra el embargo. Pasa por alto el refugio de Carlos Ahumada en La Habana, con todo lo que simboliza. Pasa por muy alto que si alguien violó la soberanía de una nación hermana fue el embajador cubano en México, que le trajo hasta la expulsión, y después, en signo de benevolencia, su readmisión en aras de no dar excusas para confrontaciones.

Buen regalo azteca

Los cubanos que deseamos una transición pacífica hacia las engorrosas aventuras democráticas, que la sabemos cercana, debemos estar contentos con los resultados de las elecciones en México. En el capítulo final de nuestra tragedia nacional, sabemos que pronto el tema migratorio no será un diferendo entre nuestros dos países, que nuestros desesperados balseros e inmigrantes ilegales no tendrán que ser deportados de nuevo a la Isla, en fea contradicción con lo que se le exige a Estados Unidos con los mexicanos.

Sabemos con optimismo, no hay más que ver el pataleo del comandante. Buen regalito azteca —chile bien picoso— para su 80 cumpleaños. Pero sobre todo buena experiencia —en disímiles sentidos— para cuando nos toque reiniciar en Cuba los delicados, espinosos trabajos para unas elecciones libres.


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