Actualizado: 18/04/2024 23:36
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A debate

De dictadores, presidentes y del platanal de Bartolo

La historia democrática de Cuba no acabó el 26 de julio de 1953, porque ya lo había hecho el 10 de marzo del año anterior.

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No estoy interesado en hacer una apología de los Clinton, como tampoco lo hice en mi trabajo anterior, pero no creo que haya mucho bueno que decir sobre George Walker Bush tampoco. Previsiblemente, Clinton y Bush ahora se culpan el uno al otro de haber dejado escapar a Bin Laden y compañía.

Sobre este tema, añado un par de cosas. Ambos se mostraron como mínimo indolentes mientras trataban de contrarrestar la amenaza terrorista que se les venía encima. Clinton por ser, tal vez, demasiado suave; Bush por planear el ataque a Irak cuando debía prestar atención a Afganistán. Pero la culpa en este delicado asunto no corresponde a ninguno de ellos, sino al gobierno de Reagan, que fue quien a través de la CIA enseñó a Bin Laden y su gente casi todo lo que saben, mientras los apoyaban en su lucha contra la ocupación soviética.

Cómo se les fueron de las manos, nadie lo sabe, pero una cosa es segura: Bin Laden es el Frankenstein de Ronald Reagan y George Schultz, y esto muy a pesar de los esfuerzos de Gorbachev por detener el ascenso del militantismo islámico, cuando finalmente el gobernante soviético tomó la decisión de retirarse de Afganistán.

El tema racial en Cuba… y en la diáspora

Como Díaz de Villegas bien afirma, el ideal revolucionario no ha sido siempre "una aspiración compartida por las clases desheredadas". No intento discrepar en este punto. No todos los negros que llegaron a tener éxito en el "hit parade" —para usar sus mismas palabras—, han sido iguales, o han representado las mismas posiciones políticas e ideológicas.

En otras palabras, no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco. Las poblaciones de origen africano en nuestro continente, en su inmensa mayoría han sido consistentemente discriminadas. Y si bien es cierto que ningún negro cubano ha llegado a gobernar, tampoco lo ha hecho ningún blanco, porque hasta hace muy poco tiempo tuvimos a la misma persona al frente del país desde hace 47 años, como Díaz de Villegas sabe muy bien.

En términos sociales, principalmente en sus primeros años, el gobierno revolucionario efectivamente mejoró la posición de la población afrocubana. La educación alcanzó a todos, incluyendo la población negra. Incluso la universidad se abrió para aquellos que lograran llegar a ella, en teoría siempre que fueran revolucionarios, sin tener en cuenta el color de la piel.

Habiendo estudiado en la Universidad de La Habana hace menos de una década, tengo una idea bastante fresca de las proporciones raciales en ese claustro, y aunque definitivamente los estudiantes negros eran una minoría, no por ser negros recibieron peores calificaciones que el resto de los estudiantes. Por otro lado, aunque esto suene bastante retórico y Villegas y otros lo puedan interpretar como propaganda castrista, en el terreno de la salud pública la población negra también se benefició como nunca antes.

Dígase lo que se diga, los hechos están ahí para quien los quiera ver. En los policlínicos y hospitales, negros y blancos reciben el mismo trato, y créame que sé de que hablo, porque me crié y viví la mayor parte de mi vida entre los barrios de Belén y Jesús María en la Habana Vieja.

Desde mi punto de vista, el principal problema de las políticas de La Habana en relación con la población negra durante las últimas cinco décadas, es que si bien es cierto que las oportunidades aparecieron, también lo es que no se hizo lo necesario para erradicar la pobreza y el círculo vicioso de marginalización que venía de la época republicana y nunca dejó de considerar a los negros como elementos antisociales y sujetos de bromas racistas que todavía hoy son bastante comunes.

En cualquier caso, sin embargo, el gobierno de Castro, al menos en términos sociales, ha hecho más que ningún otro gobierno cubano para integrar a la población negra dentro de la sociedad y para reconocer su calidad humana. Tomando prestadas unas líneas recientemente publicadas en esta misma revista en el artículo El racismo sobrevive en Cuba pese a las políticas para eliminarlo , "a partir de 1959 fueron abolidas todas las prácticas institucionales, públicas y privadas que de alguna forma lo sostenían".

Para terminar, aclaro que no he sido yo, sino Díaz de Villegas, quien en primer lugar separó a Rice, Cuesta Morúa y Rigoberto Tartabull del resto de los negros; de modo que si alguien ha medido "con una vara los racimos de negros que van a dar a la reja" y con otra a los que han tenido éxito en el "hit parade", ha sido él.

En otras palabras, es Díaz de Villegas quien ha refrendado una vez más el subyacente racismo que por desgracia heredamos de la época colonial, cultivamos durante la época republicana y aún no hemos conseguido eliminar dentro, ni evidentemente, fuera de Cuba.


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