Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Una Constitución de gabinete

¿Los cambios democráticos se proponen desde una Carta Magna o ésta debe ser el resultado de un proceso de democratización?

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¿La Carta Magna de los católicos?

Tenemos una Constitución que no sólo no se cumple, sino que, incluso, es violada por las mismas autoridades. Tampoco los cubanos, por razones obvias, estamos en la capacidad de exigir siquiera el respeto cabal de los derechos —mutilados o no— que nos reconoce la Constitución que está en vigor. Se precisa de mucho idealismo para suponer que apoyemos ahora un proyecto como el que propone Payá, signado por la inmediatez e imprecisión de sus presupuestos.

¿Quiénes y convocados por quién nos representan en él? ¿Cuáles son las ventajas? ¿Qué garantías existen de que esta sí se cumpla y respete? Ni esta, ni mil constituciones más son capaces de cambiar por sí solas la realidad de Cuba.

La Propuesta de Constitución modificada demuestra desde su preámbulo que no representa a todos los cubanos (pretensión que, por otra parte, no debe atribuirse nadie). Una Constitución de estos tiempos, cuya introducción "invoca el favor de Dios", en lugar de un avance, supone un retroceso en nuestra formación civil, toda vez que cercena los derechos de aquellos ciudadanos con otras creencias religiosas y de los que simplemente no tienen ninguna.

Ya no estamos en 1901 ni en 1940. La orientación marcadamente católica de la propuesta de Payá elimina de un plumazo los derechos de los numerosos cubanos que practican credos religiosos de herencia africana, de los cristianos protestantes, los Testigos de Jehová y los ateos, por citar los más conocidos. No estamos en el Medioevo. En estos tiempos en los que las sociedades van ganando espacios de democracia y libertades, resulta impensable sujetar la Carta Magna a la Iglesia.

¿Qué se pretende al introducir a Dios en nuestra Constitución? ¿Acaso se procura sustituir la voluntad del socialismo de Estado por la voluntad divina? Constitución y religión son dos instituciones que deben estar debidamente separadas.

Por otra parte, tampoco resulta muy novedosa la propuesta. Básicamente se alude a derechos generales que están refrendados —al menos de jure— en nuestra actual Constitución, salvo supuestos como el pluralismo político, la libertad económica, la reconciliación y el diálogo; elementos todos que han sido presentados en otras propuestas de la oposición de las que han surgido programas encaminados, en primer lugar, a la promoción de la cultura cívica.

En la Cuba actual, inmersa en una profunda crisis en la cual están germinando los sucesos y los sujetos que actuarán pluralmente en el proceso de cambio, no es realista asumir propuestas unilaterales. Tampoco se puede aceptar un diálogo que trae establecidos y ya "aprobados" los contenidos que complacen o acomodan a un sector de la población y de la oposición —aunque estos sean "miles de cubanos"—, porque tal programa implica una unidad cerrada, esquemática y rígida que ignora otras consideraciones.

Dichas propuestas, al no consultar la amplia variedad de juicios que existen en la sociedad, parecen asumir una incapacidad endémica de los demás cubanos para emitir sus criterios.


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