Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Una guerra no convencional

¿Pasa por la derrota total de Hezbolá la posibilidad de que haya una paz duradera en el Medio Oriente?

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La clave decisiva, se encuentra entonces, y definitivamente, en Irán. Como ha destacado Oliver Roy, autor del conocido libro L ‘Echec de l’Islam politique (Le Seueil, Paris 1992), "hasta el presente, cada uno de los conflictos en el Medio Oriente tenía su lógica propia; hoy se asiste a una articulación de todos esos conflictos, donde el elemento clave es la emergencia de Irán como una gran potencia regional y como potencia nuclear" ( Le Monde, 19 de julio de 2006). La misma opinión mantiene Joschka Fischer.

Para Fischer (entrevista citada), Irán no sólo es la pieza clave sino además es el país que ha resultado ganador —hasta ahora— en las confrontaciones que han tenido lugar en el mundo islámico. Y eso ha ocurrido no sólo porque EE UU sacó del camino al peor enemigo de Irán, Sadam Husein, sino porque mediante elecciones permitió que los chiítas llegaran al poder en Bagdad; algo que jamás habría ocurrido sin la presencia directa de EE UU en Irak, lo que ha provisto a Irán de un enorme espacio de influencia adicional con el que, antes de la guerra en Irak, no contaba.

En cierto modo, los chiítas de Irak deben el poder político a EE UU; y esa deuda no es poca. Es cierto que las elecciones que llevaron a la presidencia al descentrado Ajmadineyad en Irán han significado un enorme retroceso en las conversaciones que antes de esas elecciones llevaban a cabo los chiítas iraníes con EE UU y con la UE, destinadas a crear condiciones para que Irán afirmara su poder regional, a cambio, por supuesto, de garantizar la tranquilidad a Israel (léase: eliminando Hezbolá).

No obstante, poco a poco, los políticos norteamericanos han aprendido a diferenciar. Ajmadineyad no representa a todos los estamentos chiítas, y el espacio para nuevas conversaciones, advierte Fischer, no está cerrado.

Por lo demás, piensa el avezado político, sólo a través de un diálogo sostenido con Irán podrá ser evitada una hecatombe de dimensiones mundiales. Fischer sabe que la paz internacional sólo puede estar garantizada si en cada región determinados Estados-ejes logran ordenar en torno suyo a diseminadas partículas nacionales. Ese es el papel que le corresponde a Irán, y ese papel debe serle facilitado por Occidente, afirma Fischer.

¿Persuadir a Irán?

La historia de los conflictos entre el Occidente democrático y el imperio soviético parece confirmar, por lo demás, la idea de Fischer. Sólo cuando Stalin fue "persuadido" por EE UU de que sus posesiones imperiales iban a ser respetadas a cambio de que renunciara a su fantástico proyecto de "revolución mundial" (es decir, que a él le iba a ser permitido que hiciera la revolución, pero "en un solo país"), recién ahí pudo ser evitada una nueva guerra mundial.

Persuadir a los iraníes de que pueden convertirse en potencia regional, con un moderado y controlado proyecto nuclear, y que además puedan realizar su "revolución islamista", pero "en un solo país", no puede ser más difícil que lo que Truman, Churchill y después Kissinger lograron respecto a la URSS.

Truman, Churchill, Kissinger. Pero, ¿hay gente como ésa alrededor (y al exterior) de Bush? Al parecer, como se ve el panorama mirando hacia el interior de la política norteamericana, esa deberá ser parte de la agenda del próximo gobierno. Siempre, por supuesto, que el Medio Oriente no explote antes.

En el contexto descrito, en medio de la guerra entre Israel y Hezbolá, la alternativa de una paz duradera en la región no aparece visible. Es por eso que desde una perspectiva realista, antes de levantar la paz como radical alternativa, hay que evitar por todos los medios el escalamiento de la guerra. Todos queremos la paz. Pero para que esa paz sea posible, hay que evitar primero el escalamiento de la guerra. Y, como ya ha sido advertido, es en ese escalamiento donde Hezbolá pone todas sus esperanzas.

Eso quiere decir al fin que si Hezbolá no es definitivamente derrotado por Israel, cualquier proyecto de paz duradera —no sólo en la región, también en el mundo— será una absoluta imposibilidad.


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