Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Desmontando la Cuba heroica

Historia y actualidad: Vindicación del Partido Autonomista de fines del siglo XIX.

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Durante el siglo XIX, la Isla basculó entre el tutelaje de la metrópoli político-militar española y el de la metrópoli económico-comercial norteamericana. Un poder ambivalente que dio lugar a una suerte de desdoblamiento de la inteligentsia cubana en dos interpretaciones rivales. Una es la del metarrelato utilitario de la riqueza material y el progreso, o sea, lo más cercano a un liberalismo colonial mediante el cual se reprodujeran en Cuba los instrumentos de la modernidad.

Frente a esta se erigía la del metarrelato moral de la emancipación y la justicia social, es decir, la primigenia ética cubana que concibió idealmente la patria, la nación, el Estado y la cultura política como instituciones desavenidas con el mercado, el dinero, la ciudad y la racionalidad instrumental del capitalismo. Partidarios de este discurso fueron José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Domingo del Monte, Manuel González del Valle, José Manuel Mestre y el prócer José Martí.

La opción reformista-autonómica

En la esquina contraria se hallaban los líderes de la lógica instrumental capitalista: Francisco de Arango y Parreño, Claudio Martínez de Pinillos, José Antonio Saco, el Conde de Pozos Dulces, José Morales Lemus y Miguel Aldama, entre otros artífices del despegue y consolidación de la plantación esclavista, propugnadores de la libertad de comercio, la ampliación del mercado interno y los avances tecnológicos.

Para ellos, Cuba no debía seguir el camino del resto de las colonias de plantación de las Antillas, donde la proporción de africanos desarraigados por la esclavitud era de nueve sobre diez. Este grupo de patricios consideraba que Cuba había surgido como patria y aunque aún estaba inmadura para el autogobierno, este se lograría con el tiempo mediante un extenso programa de educación y un plan que aboliera gradualmente la esclavitud.

De aquí que fueran convencidos partidarios de la opción reformista-autonómica, o sea, una reforma liberal del reparto de competencias administrativas, políticas y comerciales entre la colonia y su metrópoli, aunque portadores de una ideología blanca, en el sentido de no contemplar a la población de origen africano como parte integrante de su programa político.

El Partido Liberal Autonomista (PLA), fundado en la Isla tras el final de la guerra grande, o sea, en agosto de 1878, y disuelto en 1898, a pesar de haberse enfrentado en bloque a la insurrección independentista y de haber mantenido una doble lealtad, a Cuba primero y al vínculo con la metrópoli española después, asumió el papel de representante de los intereses insulares, tanto económicos como políticos, durante la llamada "tregua fecunda".

Sus principales líderes fueron José María Gálvez, Eliseo Giberga, Antonio Govín, Enrique José Varona, así como Antonio Zambrana y Miguel Figueroa, veteranos de la Guerra de los Diez Años, lo cual expresa la porosidad de las fronteras ideológicas entre autonomismo e independentismo.

Para Juan Gualberto Gómez, el Autonomista era un auténtico partido cubano, pues "representaba a la verdadera clase media de Cuba" y fue el único que supo desarrollar una admirable campaña de propaganda y organización, defendiendo las "soluciones más racionales" dentro del marco de la soberanía española.