Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

Desmontando la Cuba heroica

Historia y actualidad: Vindicación del Partido Autonomista de fines del siglo XIX.

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Régimen autonómico y futura soberanía

A pesar de la idea de Juan Gualberto Gómez, el rechazo a la insurrección resultó argumento suficiente para desacreditar a los autonomistas, opinión fortalecida por algunos juicios de Martí, quien se resistía a creer que el espacio público liberal fomentado por el autonomismo "unificase el país" y "organizara el alma cubana" con mayor efectividad que la guerra y la revolución.

Sin embargo, como demuestra Cuba/España. El dilema Autonomista 1878-1898, para Martí el "autonomismo de gabinete" estaba relacionado con el reconocimiento de que el pueblo cubano —mediante el autonomismo— mostraba "su anhelo de libertad inextinguible y expresaba en él los deseos de independencia que agitan su corazón"; logrando, gracias a su actividad política, "mantener en el autonomismo la resistencia a España".

Quizás el logro más importante de este partido fue activar la lucha política y formular un programa coherente y viable en pos de un régimen autonómico que apuntaba estratégicamente hacia la plena soberanía. Para ellos se trataba de que madurasen las premisas subjetivas que contribuyeran a "crear costumbres políticas, pues con un país que no tiene sentido político ni espíritu público, no se va a ninguna parte".

Asimismo, reconocían la necesidad de "enseñar a la gente civismo y quitarles el miedo a pronunciarse, asegurando en Cuba el orden y la justicia, el amor inextinguible al derecho, el odio a la tiranía; la voluntad de no aceptarla jamás, así como la energía y la moderación del ciudadano".

Rafael Montoro, otro de los líderes más prominentes del autonomismo, denunciaba en 1882 que el régimen que padecía Cuba se basaba en el "absolutismo de los gobiernos militares y en el sistemático desconocimiento de los derechos del hombre y del ciudadano", razón por la cual afirmaba que los problemas de la Isla no podían ser abordados sin tener en cuenta los obstáculos que se oponían a una convivencia política de signo democrático, postulado que junto a los reseñados más arriba conserva una increíble actualidad a pesar de haber pasado 123 años de su pronunciamiento.

'Hacer país'

De acuerdo con Rojas, para nuestros liberales del siglo XIX, lo esencial no era que Cuba fuera una colonia española, sino que las instituciones políticas del Estado moderno lograran insertarse gradualmente en la colonia.

Quiere decir que ellos no concebían la soberanía en sentido estatal, como autodeterminación política del territorio, tal y como demandaba el independentismo, sino en sentido nacional. O sea, como unidad diferenciada de la representación ciudadana al interior del dominio español. De hecho, el eslogan del PLA era "hacer país".

De tal manera, el liberalismo cubano de esa época realizó un prolongado esfuerzo por modificar las relaciones de dependencia colonial de forma que fuera posible, mediante el autogobierno y el vínculo con España, la hegemonía de un capitalismo nacional abierto al mercado norteamericano, así como la gradual construcción de un Estado-nación sobre bases modernas.

Para comprender la difícil labor política que desplegaron los miembros de este partido, basta advertir que en los mítines públicos siempre se pronunciaron contra todo tipo de violencia, utilizando los recursos que la legalidad colonial vigente les permitía, a la vez que se opusieron firmemente a la reacción españolista.

Según Bizcarrondo y Elorza, bajo un régimen de libertades y contando con el apoyo de los patriotas, al Partido Auténtico no le habría resultado difícil devenir un partido de masas, pues había conseguido estar "profundamente arraigado en el sentimiento y en las convicciones del país", aunque la ley electoral, excluyente y discriminatoria hacia los cubanos, se encargaría de impedirlo.

En otras palabras, los autonomistas asumieron todos los riesgos que suponía mantener una postura política alejada de la polarización extrema entre los revolucionarios independentistas y el integrismo más feroz, agrupado en los llamados grupos de voluntarios y en el Partido Unión Constitucional. Los primeros les reprochaban su retraimiento, mientras que los últimos les adjudicaban el calificativo de "laborantes separatistas de guante blanco".

Posicionarse en semejante encrucijada histórica fue lo que llevó a Juan Gualberto Gómez a expresar que, ante la incapacidad de llevar su impulso político a algún resultado concreto —frustrados por no quebrar mediante un pacto la intransigencia de la metrópoli—, serían entonces los partidarios "de procedimientos más radicales y de actitudes más viriles" quienes capitalizarían el PLA.