Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Disidencia, Oposición, Exilio

Efemérides de la Revolución Cubana

No hay alternativa si la única credencial política de los opositores cubanos estriba en ser víctimas de la represión, salir por los medios y contar con alguna palanquita fuera

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El 24 de diciembre de 2018, Ariel Hidalgo sirve cena de Nochebuena con los primeros síntomas de los “hechos trascendentales [que pronosticaba como] el más probable escenario en el corto espacio de un año o dos” para Cuba. Los síntomas eran una huelga de transportistas privados —“El Trancón”— y el revuelo de los artistas que, al dictarse el Decreto 349/2018, vinieron a darse cuenta de la regla cantada en 1961: lo que sigue a “Dentro de la Revolución, todo”.

Pasó un año, pasaron dos y nada trascendental sucedió salvo que la dictadura de partido único se dio Re-Constitución y siguió andando con jefes de Estado y de Gobierno sin apellido Castro. Entretanto continúa la misma serie mediática sobre la salvación de la patria. Sus más recientes episodios presentaron al Movimiento San Isidro, que ni quita el agua ni pone el sol, y la tángana frente al cuartel del MINCULT, trompeteada hasta por The Washington Post con que el régimen teme al “power of art”, pero disuelta con ese arte de poder engatusar propio del régimen [1].

Ingenioso hidalgo

Hoy como ayer, Cuba continúa uncida por el Estado totalitario reconstituido con su partido único, la ideología oficial que viene en ganas, la represión política y el triple monopolio sobre las armas y los medios fundamentales de comunicación social y de producción. El pronóstico de hechos trascendentales era el mismo perro viejo de que “el año que viene Cuba será libre” con diferente collar de perlas de Hidalgo: “lo que no se ve en la superficie, puede verse en el subsuelo”, “acontecimientos que reafirman mi opinión”, “Cuba se dirige hacia una explosión social de magnitudes impredecibles”, “si la dictadura no hace los cambios, los cambios desharán la dictadura” y así por el estilo.

Esas perlas que se guardan con cuidado, en su lindo estuche de wishful thinking, reflejan el embullo con que algo trascendental pasará en uno o dos años para aliviar el desespero porque nada esencial pasa en Cuba hace más de medio siglo. Sólo el sentimiento de indefensión y la necesidad patológica de consolarnos permite que Hidalgo y otros se bajen como analistas con predicciones tan fallidas como las iniciativas de quienes se dicen líderes opositores.

No hay análisis, sino voceo, que Hidalgo llevó al extremo con “enmiendas constitucionales [y supresión de] algunos artículos de la constitución recién aprobada [como] alternativa a todo ese desastre” del desgobierno en Cuba. No hay alternativa si los lidericos opositores se pasan la vida de un proyecto fallido en otro sin sumar partidarios y echándose plomo unos a otros para preservar o mejorar el acceso a recursos o pasatiempos. No hay alternativa si su sola y única credencial política estriba en ser las víctimas de la represión que salen por los medios y cuentan con alguna palanquita no gubernamental o gubernamental afuera. Dentro de Cuba, nada.

Hace rato que Hans Kelsen partió al medio la naranja del cambio de régimen: se puede hacer mediante acto jurídico conforme a las reglas de la constitución vigente o en contra de ella mediante acto revolucionario [3]. Para lo primero sólo caben votos, que cambien la correlación de fuerzas en el parlamento y seguidamente la constitución; para lo segundo sólo caben balas o su equivalente utópico de revuelta popular sin un solo tiro. Lo demás son supercherías.

Agujero negro nacional

Después que el exiliado José Martí regresara en son de guerra necesaria para perder la vida tras perderse en un potrero, así como que el exiliado Fidel Castro recurvara en zafarrancho de combate para tomar el poder, ningún análisis interesado ni relato épico convence a nadie en sus cabales. La épica nacional y el interés intelectual se han encogido a la historiografía para recordarse con nostalgia o desprecio, según el bando, pero sin sentido práctico.

Ninguna épica ni análisis son guía para la acción en el presente ni promesa de futuro. La épica de la revolución cubana se fue a bolina y la épica opositora, con su analítica correlativa, exige tanta fe —a menudo rayana en la estupidez— que sólo quedan dos caminos a un pueblo tan desencantado con la Historia y las historias: indiferencia o hipocresía.

Sin líderes que cautiven ni analistas que persuadan a ese pueblo, la nación cubana se infesta con predicadores delirantes de ambas banderías, quienes rellenan con bullshit [2] el agujero negro que se traga al reino cubiche de este mundo: el sentido de la existencia no está ya en la patria ni se revela en ninguna persona ni mucho menos en alguna peripecia capaz de engendrar tanta pasión libertaria que la gente asuma el riesgo del cadáver que siguió muriendo.

Cambio y fuera

La lógica instrumental dictó a Martí y a Castro que sólo cabían balas para zafarse del yugo español y de la dictadura de Batista, respectivamente, pero la cultura occidental discierne también la lógica de la razón práctica al tomar decisiones [4]. Esa razón dictó a muchos otros cubanos no irse como Mambrú a la guerra para evitar lamentos de qué dolor, qué dolor, qué pena. La razón instrumental teórica dicta hoy que sólo caben votos para cambiar el régimen dictatorial por oposición pacífica, pero la razón práctica indica a muchos irse pal’carajo, pues no vale la pena correr ningún riesgo personal por eso que llaman pueblo de Cuba —que no es amante de la libertad ni de la democracia— ni mucho menos por líderes opositores que ni atraen ni reviran a las masas contra el gobierno.

Aflora entonces otra patología del consuelo. Algunos que decidieron irse conforme a su razón práctica se desfogan en contra de la razón teórica y apoyan a distancia a cualquier otro que decidió quedarse para luchar por el cambio pacífico sin afincarse en los votos. Y como sólo estos últimos se enlazan de medio a fin en la disputa pacífica del poder, sin guerra electoral no hay oposición política, sino jueguitos mediáticos y picardías.

A no ser que se piense que quienes ejercen la dictadura de partido único van a cambiar porque ciertos cubanos dejen de recoger pasajeros y otros recojan firmas; unos viajen afuera a hablar mal del gobierno y regresen como si nada mientras otros se agolpan frente a un edificio, sacan un cartel, pegan un grito en la calle o hacen huelga de hambre y/o sed; unos se entrevisten y tiren fotos con jefes de Estado extranjeros mientras otros aparecen en redes sociales y sitios de Internet; unos ganen premios o votaciones en Europa o USA y otros rieguen denuncias por doquier o empinen siete papalotes en el Malecón con las letras L-I-B-E-R-T-Á.

Coda

Ya se vino abajo el pronóstico de Hidalgo, pues venció su plazo más largo para que ocurrieran hechos transcendentales en Cuba. Se cumplió otra predicción más humilde: nada trascendente ocurrirá y el gobierno dictatorial seguirá arreglándoselas con los alborotos sin conmoción política. Quedamos a la espera del milagro de la Natividad.

Notas

[1] Aparte de que la huelga de hambre sanisidrona se planta por la liberación de un preso que nunca se puso en ella y rompió hasta la debida huelga de silencio frente a las cámaras del MININT, la tángana dio pie a entonar por enésima vez: Ya ves / y yo sigo pensando en ti / aunque sepa / que después te irás. No en balde Abelito Prieto soltó: “Es necesario separar claramente la historieta de los marginales de San Isidro y lo sucedido en el Ministerio de Cultura. En el segundo caso, hay valiosos jóvenes que deben ser atendidos”. Cada uno de ellos debe saber ya o sabrá en breve quién es “el compañero que me atiende”.

[2] Vid.: Harry Gordon Frankfurt: On Bullshit, Princeton University Press (2005), 80 pp.

[3] Cf.: Teoría general del Estado [1925], Granada: Comares (2002), 506 s.

[4] Vid.: Benjamin Nelson: “Conscience and the Making of Early Modern Cultures”, Social Research, Vol. 36, No. 1 (Primavera de 1969), 4-21.


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