Actualizado: 07/05/2024 1:47
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Literatura

Impresiones mediocres

Guillermo Rodríguez Rivera escribe una noveleta que pretende desmitificar el exilio como destino de los cubanos.

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Ediciones Unión ha publicado la noveleta Ya que te vas (Colección Vagabundo del Alba, La Habana, 2005), escrita por el poeta, novelista y profesor universitario Guillermo Rodríguez Rivera.

Apenas cuarenta páginas bastan al autor para ofrecer sus impresiones sobre el exilio, tema que ha tocado muy de cerca a los cubanos después de 1959 y sobre el que muchos tendrían razones más que suficientes para ofrecer sus argumentos.

No resulta casual la aparición de este título en las librerías cubanas. Ciertamente, un gran sector de la población, la mayoría jóvenes por supuesto, acaricia el sueño de marcharse de un país donde la provisionalidad de la vida, la falta de oportunidades reales de progreso, la marginalidad creciente y la asfixia de la opinión propia, son parte de los problemas con que se tiene que bregar a diario. Entonces, Rodríguez Rivera escribe un libro que pretende desmitificar el exilio como destino de los cubanos, asediados por tantas carencias.

En la narración, de un fuerte tono didáctico —donde se echa de menos al poeta, el novelista y el profesor de brillantes recursos pedagógicos—, el autor cuenta la historia de Astrid, una mujer frustrada en su vida personal por la muerte de Angelito, su novio y combatiente de la clandestinidad, quien fuera ultimado a balazos por el ejército batistiano. Astrid es una fiel seguidora de la revolución (en el libro, con mayúsculas), al contrario de su hermana Selma, que siempre se aprovechó de la revolución (con minúsculas).

Manual de la desilusión

El texto relata cómo Selma, personaje que tiene muy claro que hay que supeditar el amor a los intereses materiales, logra marcharse de Cuba junto a su esposo y sus hijos. Lo que se cuenta luego es una especie de manual de la desilusión que la acecha en el exilio y que se resume en los siguientes puntos:

1) La "almodovaridad" que hay en España: droga, kitsch y sexo libre.

2) La televisión, que es malísima.

3) Las tiendas están muy bien, pero todo es muy caro.

4) Que tu hijo se vuelva maricón, con lo que no tú, que eres su padre, sino su madre, odia a los homosexuales.

5) Que venga otro maricón, ahora español, a decirle a tu hijo, o sea, a su novio, que aquella vida que abandonó es mejor que esta y que los que se van de Cuba se parecen a los fachas de Miami.

6) Que te convertirás en una persona que hace trabajo negro y es muy explotada. Nadie vendrá a tocar a tu puerta —como en el país que abandonaste— a preguntar qué te hace falta.

7) Por último, que venga tu cuñada, esa defensora de la revolución (otra vez con mayúsculas), que ha podido hacer el viaje gracias a los contactos que tiene en el gobierno —¿porque luchó en la clandestinidad o le mataron al novio?—, te aborde en un bar de Madrid, te convenza, Rioja mediante, de que debes volver con la frente marchita para que, una vez más, puedas disfrutar de todas las ventajas que has abandonado y, ¡oh milagro!, pagues la cuenta.


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