Actualizado: 29/04/2024 7:40
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Literatura, Libros, Biblioteca de Babel

La Biblioteca de Babel

Luis Cabrera Delgado confiesa que para controlar la superpoblación, es muy selectivo a la hora de comprar. Asimismo, cada cierto tiempo hace una limpieza de títulos que no le interesan. Estos los dona a diferentes bibliotecas como la provincial de Santa Clara y la de Jarahueca, su pueblo natal

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Licenciado en Psicología, Luis Cabrera Delgado ejerció esa especialidad en una clínica en donde atendió a niños y adolescentes. El hecho de haber tenido contacto diario con esos pacientes debe haber tenido que ver con su decisión de empezar a escribir para los lectores de esa edad. En esa faceta se dio a conocer en 1985 con Antonio el pequeño mambí. Fue el inicio de una sobresaliente trayectoria literaria de la cual dan cuenta los más de cuarenta títulos que ha publicado.

A esa extensa producción pertenecen Tía Julita (1987), Pedrín (1990), Los calamitosos (1993), Raúl, su abuela y los espíritus (1998), Cuentos de Jarahueca (1999), Vino tinto y perejil (2000), Maritrini quiere ser escritora (2002), El misterio del pabellón diagonal (2006) y La hija del bucanero (2019). Dos obras de particular importancia son Ito (1997) y ¿Dónde está La Princesa? (2001), en los cuales Cabrera Delgado abordó temáticas hasta entonces inéditas en la literatura infantil y juvenil que se escribía en la Isla. Acerca de la primera, Antonio Orlando Rodríguez destacó que es, “sobre todo, una reflexión sobre los castrantes mecanismos de autocensura y autoagresión que el comportamiento de un entorno hostil desencadena”. La segunda, que narra la historia de un niño hijo de padres enfermos de sida, es en opinión de Víctor Fowler “uno de los relatos de amor filial más bellos que se hayan escrito en Cuba”.

Cabrera Delgado ha sido capaz de ganarse el respeto unánime de los críticos, a la vez que disfruta de una gran popularidad entre los lectores. Y hablo no solo de los cubanos, pues sus textos han sido publicados con similar aceptación en Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Canadá, México, Chile. En este último país la Academia Chilena de Literatura Infantil y Juvenil lo reconoció con la Medalla al Mérito. Constituye uno de los numerosos galardones que ha recibido quien es uno de los creadores más talentosos y originales de nuestras letras.

¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?

No sé. Nunca se me ha ocurrido contarlos, pero calculo que pueden ser cerca de dos mil. Mis libreros están en dos habitaciones; una de ellas, donde tengo la computadora y un buró, es la principal, pues ahí trabajo. Una señora que hace años me hacía la limpieza de la casa, la bautizó como “el despacho”. Aunque ahí no despacho nada, me dio gracia esta denominación, y se quedó con ese nombre. La otra habitación es un cuarto de estar, donde está el televisor y se descansa; ahí no laboro, pero hay libros. En un cuarto de misceláneas hogareñas, existe un closet donde también se almacenan libros, pero son aquellos que rara vez tengo que utilizar.

¿Cómo los tienes organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?

Yo soy bastante organizado. La razón de ello es la vagancia, pues mientras más ordenado tengas, no solo los libros, sino todas las demás cosas de la vida cotidiana, menos tienes que trabajar y perder tiempo a la hora de buscar lo que necesitas. El problema es el espacio, pues en muchos casos los libros están en doble fila, una delante de la otra, y eso dificultad encontrar el que quiero.

A pesar de que lucho porque se me identifique como “escritor”, sin apellido, tengo que reconocer que mi labor literaria se ha centrado principalmente en la llamada literatura infantil y juvenil, así que hablemos primero de estos libros. En un estante tengo los volúmenes cubanos, en otro, los iberoamericanos ordenados por países; en un tercero están los libros de teoría literaria, los diccionarios, los dedicados a la historia de la literatura infantil, a estudios monográficos por autores y países, y revistas especializadas. En un cuarto librero tengo los clásicos y los de otras latitudes fuera del ámbito iberoamericano. Dicho así, suena bonito, aunque esto es más el deseo imaginado y no la realidad misma, porque cada cierto tiempo, tengo que poner orden. En el cuarto de descanso tengo dos estantes con libros de literatura para adultos, diccionarios de otros idiomas y ejemplares de diversa índole.

¿Qué criterio sigues para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican o te dejas llevar por el impulso?

Para responder a esta pregunta hay que entender un poco la realidad cubana. Aquí no hay publicaciones donde aparezcan críticas literarias de manera sistemática; cuando se publican, sobre todo de textos y/o autores políticos, estas son alabadoras y, por ende, poco serías. Las novedades literarias salen una vez al año, durante la Feria del Libro; comienza en La Habana y se va trasladando a las capitales provinciales, hasta la clausura en Santiago de Cuba. Es la época de adquirir libros; compro de los que no se agotaron en La Habana y alcanzan a llegar a mi ciudad. Yo me guío mucho por el autor.

La inmensa mayoría de estas novedades son de editoriales y escritores cubanos, pues no poseemos mucho acceso a títulos de otras latitudes, con excepción de los que esporádicamente se publican en la colección Veintiuno de la editorial Gente Nueva; estos son libros cuyos autores ceden sus derechos para esta publicación en Cuba. Creo que tenemos un gran desfasaje con la literatura contemporánea internacional, superada solo gracias a los libros que vienen en el equipaje de los llegados del extranjero y que circulan de mano en mano.

¿Qué haces para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?

Dos cosas: ser muy selectivo a la hora de comprar y cada cierto tiempo hacer una limpieza de títulos que no me interesan, a veces regalados por los propios autores o entregado en actividades literarias en las que participo. Estos los dono a diferentes bibliotecas, principalmente a la provincial Martí de Santa Clara o a la de mi pueblo natal: Jarahueca.

¿Cuál es el ejemplar más valioso que posees?

Valioso en el sentido histórico, cultural o económico, no tengo ese privilegio. Quizás una edición de Corazón, de Edmundo de Amicis, de 1947, de la editorial Sopena, de Argentina, y otro con la versión original de Pinocho, pero como este lo recogí botado en la calle, le faltan las dieciocho páginas iniciales, no sé su año ni la editorial; solo que, por su formato, ilustraciones y tipografía, es un libro que tiene unos cuantos años de publicado.

Los que sí puedo catalogar como valiosos, es por lo que representan para mí de manera afectiva. Pudiera mencionarte varios, pero te diré dos: Toby Tyler o diez semanas en un circo, de James Otis, una publicación de 1942 de Librería Hacette S.A., de Buenos Aíres. Me lo regaló mi madrina cuando yo tendría 10 años y fue el primer libro de mi propiedad. El otro es Los años verde, de A. J. Cronin, en su sexta edición de 1959, de la Editorial Diana. S. A. de México, pues este fue el primer libro que yo compré con el dinero ahorrado de mis meriendas de adolescente hambriento.

¿Cuál es el libro que más veces has releído?

La primera lectura de un libro tiene para mí un encanto especial. Después de esta, ya la sensación no es la misma, por lo cual por lo general no vuelvo sobre textos que, como virgen en su noche de bodas, se abrieron para mí en esa Luna de Miel. Recuerdo haber leído dos veces Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, pero fue por las circunstancias que ahora te cuento. Ese libro lo dejó un viernes una persona de paso por Santa Clara a una amiga mía para recogerlo el lunes; mi amiga lo leyó el sábado y yo el domingo, pero entonces tuvimos la noticia de que no lo recogerían hasta el próximo fin de semana, por lo que, de manera inmediata, puede hacer una segunda lectura más pausada y placentera.

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez lo leí en dos momentos diferentes, la segunda vez en Dinamarca, donde los sábados y domingos que no tenía que ir a dar clases a la universidad, resultaban bien aburridos, y el libro estaba en la biblioteca de la casa donde yo vivía solo. Algunos años después, lo intenté por tercera vez y, simplemente, no pude avanzar. Me estoy refiriendo a lecturas de placer, no a las de que por razones de preparación de clases o investigaciones uno está obligado a hacer.

¿Tienes un lugar específico para los libros escritos o editados por ti, eso que podríamos llamar la egoteca?

Sí. Enseguida que sale un libro mío, separo tres ejemplares: dos para la Biblioteca Martí de Santa Clara, uno para la sala donde corresponda: Literatura o Juvenil, y el otro para el departamento de Libros Raros y Valiosos, pues ahí sé que se van a conservar. El tercero va para el espacio de uno de mis libreros dedicado a guardar mis libros. Cuando los ubico ahí es para que, como monjes de clausura, nunca más salgan de ese sitio; solo yo los puedo tomar para acariciarlos, revisar algo, recordar los avatares de su publicación y volverlos a guardar. Yo pudiera escribir un volumen bien entretenido con las historias y avatares que tuve que enfrentar para publicar cada uno de mis libros. Me gusta ese nombre de “egoteca”.

¿Lees solo libros impresos o también electrónicos?

Me formé como lector leyendo libros impresos; el objeto libro tienen un encanto indescriptible, es algo material que uno tiene en sus manos, lo mueves y usas a tu antojo, y te despierta diferentes sensaciones. Nunca le he pasado la lengua a un libro, pero con su olor me basta para despertar una especie de erotismo literario; así que los prefiero. Pero, la vida moderna te impone nuevos retos, y uno de ellos es leer libros en la fría pantalla. En Cuba, dado una serie de condiciones que no vienen al caso, la vía más a la mano para acceder a títulos de tu interés, es la vía electrónica.

¿Acostumbras prestar libros a tus amistades?

Sí, y lo hago con mucho gusto. Si con los amigos se comparten otros placeres, por qué no hacerlo con los libros que uno ha leído. No espero a que me los pidan, yo los comento y ofrezco. Cuando el enclaustramiento por la pandemia del covid, puse un aviso en la bodega del barrio, ofreciendo los libros de mi biblioteca para los vecinos que se quisieran entretener leyendo, pero nadie se interesó en la oferta. Anoto los libros que presto, pues no me gusta perderlos, y no todos los amigos son buenos para devolverlos.

¿Devuelves los libros que te prestan?

Sí.

¿Tienes un lugar y un horario fijos para leer?

Yo comencé en mi adolescencia a ser un adicto a los libros: leía a cualquier hora y en cualquier lugar. Con el paso de los años, esta actividad fue tomando un curso más sosegado, y hoy soy muy selectivo en lo que voy a leer, pues lo hago menos. Hay que conocer las circunstancias actuales de Cuba para entender que no alcanzan las veinticuatro horas del día para lograr mantener la sobrevivencia. Por lo tanto, horario fijo no tengo, leo cuando tengo un respiro en el quehacer diario. Leo en un sillón en el “despacho”. Me gustaba leer mientras oía música, pero mis aparatos reproductores ya no sirven, y no hay posibilidades de reponerlos.

¿Sueles subrayar y anotar los libros que lees?

No acostumbro a hacerlo. Nunca en los libros de ficción, y solo en los textos teóricos cuando encuentro algún concepto o frase que quiero recordar.

14-¿Eres monógamo para leer o lees más de un libro a la vez?

Me da gracia tu pregunta, pues descubro que solo soy monógamo para leer.

¿Qué libro estás leyendo ahora?

Recién acabo de leer La elegida. Una aventura en la selva amazónica, de la escritora boliviana Isabel Mesa, publicado en 2019 por la editorial de La Paz, Gisbert y Cía. S.A. Este libro fue seleccionado por la Academia Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil como uno de los mejores libros publicados en su país en el quinquenio de 2018 a 2022, y yo debí escribir una reseña sobre él para el volumen Sueños imaginados, que recogerá las reseñas de los demás textos elegidos en varios países. Ahora comencé a leer Exploradores en el lago, una novela de aventuras de Joel Franz Rosell, en su edición de la editorial Gente Nueva, de Cuba. Hago esta aclaración, pues ya este libro tuvo dos ediciones anteriores en España: por Alfaguara en 2009 y por Loqueleo, en 2017.

Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y te pidiese ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?

Esta es una pregunta difícil de responder, pues depende de muchas condiciones del solicitante: edad, sexo, nivel escolar, intereses… Hace poco terminé un seminario taller con bibliotecarias escolares donde analizamos la personalidad del sujeto (no te olvides que soy psicólogo): su temperamento, capacidad de concentración, carácter, experiencias afectivas… como factores a tener en cuenta a la hora de sugerir un libro. El aspecto personal generalmente no se valora y es muy importante, pues determina que dos niños con igualdad en todas las demás variables que influyen en el proceso, uno se convierta en lector y el otro no.

Como principio, y para no dejar sin respuesta tu interrogante, sugeriría libros atrayentes sin muchas complejidades formales, temáticas ni lingüísticas. Si con ellos logramos que el interesado muerda el anzuelo, se puede pasar entonces y de manera progresiva a títulos de mayor vuelo literario.