Año electoral

Se avecina el calendario electoral de América Latina. Chile, Ecuador, El Salvador, Honduras, Panamá y Uruguay celebran sus elecciones presidenciales en 2009. En Argentina, México y El Salvador (ya está en marcha), los ciudadanos depositarán sus votos en elecciones legislativas. Bolivia y Venezuela se aprestan a realizar referendos. Esta vez me ocuparé de un grupo y analizaré al otro en otro artículo.

-El Salvador: El 15 de marzo los salvadoreños elegirán a su nuevo presidente. A mediados de diciembre, Mauricio Funes —el candidato por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN)— tenía una ventaja de entre 10 y 15 puntos sobre Rodrigo Ávila, del partido gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Funes, un civil socialdemócrata de 50 años, es completamente distinto al candidato del FMLN en 2004, Schafik Handal (1930-2006), quien fuera líder guerrillero y comunista nada reformado.

Si Funes ganara, no habría forma de minimizar su victoria. ARENA culminaría dos décadas en el ejercicio del poder. El FMLN tendría que probar su casta en el gobierno y El Salvador estrenaría un presidente de la oposición: la señal decisiva para las democracias jóvenes. Si el FMLN vence a ARENA en las elecciones legislativas, como indicaban las encuestas (los resultados finales se conocerán mañana viernes), sería un buen augurio para Funes.

-Uruguay: Después de todo, quizás el Frente Amplio (FA) no logre retener la presidencia. En el año 2004, en medio de una debacle económica, Tabaré Vázquez derrotó a los partidos tradicionales. A medida que la economía se recuperaba, se elevó la popularidad de Vázquez, así como la probabilidad de una victoria para el FA en el próximo mes de octubre.

Ahora la situación ha dado un vuelco al estancarse algo la economía, lo que se traduce en una disminución de la popularidad del presidente, por primera vez por debajo del 50%. Se añade a lo anterior la división del FA sobre la designación de su próximo candidato presidencial. El congreso del partido respaldó a un candidato más izquierdista que el seleccionado por Vázquez, de orientación más centrista. El 28 de junio, las filas del FA decidirán el asunto en elecciones primarias.

La derecha antipinochetista, a las puertas

-Chile: El 11 de diciembre, los chilenos votarán en elecciones presidenciales, aunque la segunda vuelta no se realizará hasta enero del año 2010. Luego de casi dos décadas con las riendas en la mano, la Concertación, coalición gobernante de centroizquierda, podría perderlas. La Alianza por Chile, de centroderecha, derrotó al oficialismo en las elecciones municipales del pasado octubre por dos puntos porcentuales. El candidato presidencial de la Alianza, Sebastián Piñera, comentó regocijado: "Por primera vez, desde que se instauró la democracia, la Alianza ha vencido a la Concertación".

Ahora Piñera —quien votó contra Pinochet en el plebiscito de 1988 y encabeza la Renovación Nacional de centroderecha dentro de la Alianza— se halla en una posición envidiable. El democristiano y ex presidente Eduardo Frei, el candidato más probable de la Concertación, no es especialmente fuerte. Si retuviera a los democristianos disgustados con el oficialismo, Frei quizás se imponga. Al mismo tiempo, una mayoría ciudadana pudiera decidir que ya es hora de darle a la oposición una oportunidad para gobernar.

El factor imponderable también pudiera encontrarse en un posible cambio en el registro de votantes antes de la elección presidencial. En Chile, el voto es obligatorio para los electores inscritos, aunque la inscripción en sí es voluntaria. Parece ser que la Concertación y la Alianza están a punto de acordar la inscripción automática, lo que significaría cerca de 3,8 millones de nuevos electores. Por razones diferentes, los dos partidos consideran que serían, cada uno de ellos, los beneficiarios principales de esa ampliación del electorado.

Un sabio dicho reza: "La democracia es un sistema en el que los partidos pierden elecciones". Luego de un largo período, los salvadoreños y los chilenos quizás le digan a ARENA y a la Concertación que les valdría aprender de las mañas de la oposición. En Chile, una victoria de la Alianza sería normal. Una presidencia encabezada por Piñera no se distinguiría, en lo fundamental, de los cuatro gobiernos de la Concertación. La victoria de Piñera, sin embargo, daría poder a la Unión Demócrata Independiente, más conservadora, en la que aún perduran sentimientos a favor de Pinochet.

La pérdida sería dolorosa, pero la Concertación asumiría, con naturalidad, su nueva situación. ARENA es un enigma porque nunca ha sido derrotado, ya sea en las urnas o en la terrible guerra civil de la década de los años ochenta. Además, El Salvador carece de las raíces democráticas e institucionales de Chile. Si gana Funes, ARENA podría tener algún consuelo. Gústele o no, el FMLN no podrá apartarse demasiado del curso trazado por ARENA en las últimas dos décadas.

Si el FA designa al candidato más izquierdista, los partidos tradicionales podrían regresar al poder en Uruguay. Esto tampoco sería una tragedia, pero sí sería triste constatar que el Frente Amplio no habría aprendido la lección básica de que las elecciones se ganan desde el centro.

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