Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Nicaragua

Disidencias y disyuntivas

Elecciones generales: ¿Ortega es el pasado y Montealegre o Lewites el futuro?

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El pasado 5 de marzo se celebraron las elecciones regionales en la Costa Atlántica de Nicaragua, donde vive un 10 por ciento de la población de ese país. Cada cuatro años los votantes eligen a sus concejales en la costa, y así ha venido sucediendo desde 1990. Pero de no haber sido por la coincidencia de que 2006 también es el año de las elecciones presidenciales, no hubiera habido tantos ojos puestos en el devenir de los comicios de esa región del país.

El Partido Liberal Constitucionalista (PLC) —la maquinaria electoral del anterior presidente Arnoldo Alemán, ahora bajo arresto domiciliario por malversación— cosechó la mayoría de los votos. Los sandinistas, a quienes las encuestas habían augurado la victoria, quedaron en segundo lugar.

Los candidatos regionales apoyados por los disidentes postulados para la presidencia —Eduardo Montealegre (liberales) y Herty Lewites (sandinistas)—, quedaron en el cuarto y quinto lugar, respectivamente. El tercer lugar fue para Yatama (Hijos de la Madre Tierra), el partido regional de los aborígenes misquitos, que representa el balance de poder entre todos los partidos.

La Costa Atlántica, sin embargo, no debe ser vista como una veleta política indicadora de lo que sucederá en las elecciones generales de noviembre. A pesar de que la sociedad civil y los protagonistas internacionales han estado preocupados con el hecho de que al Consejo Supremo Electoral le pudiera faltar la disposición necesaria para atender el proceso apropiadamente, pues el sello de garantía del CSE no ha sido precisamente su profesionalismo, las elecciones regionales ofrecieron una oportunidad única para que el CSE cumpliera su cometido tal como debe, o que lo hiciera de prisa pero chapuceramente.

El resultado ha sido que lo ha cumplido correctamente. Los observadores nacionales y extranjeros han dado su visto bueno sobre la integridad con que se llevaron a cabo las elecciones en la Costa Atlántica. Si el haber realizado las elecciones de prisa y al descuido se hubiera convertido en la norma, la ruta hasta las presidenciales de noviembre tendría muchos más obstáculos de los que ahora tiene.

Pacto fracasado

Que el proceso de marzo haya sido celebrado libre y justamente no quiere decir necesariamente que garantizará el éxito de las próximas elecciones. Cuando Violeta Chamorro derrotó al sandinista Daniel Ortega, en 1990, a nadie se le hubiera ocurrido pensar que la transición en Nicaragua iba a ser un asunto fácil de llevar a cabo. Y mucho menos hubieran podido imaginar en ese entonces lo que sucedió al final de la década de 1990 bajo la presidencia de Alemán.

Porque Ortega y Alemán, que eran hasta ese momento enemigos que se pedían la cabeza mutuamente, crearon un insólito pacto para controlar las principales instituciones gubernamentales, lo cual fue un sabotaje directo a la separación de poderes que constituye la esencia misma de la democracia. La temprana transición por aquel entonces fue así abortada antes de nacer.

Desde el pasado año, distintos hechos han puesto de manifiesto los problemas que resultan del pacto sandinista-liberal.

Los esfuerzos de Ortega y Alemán para debilitar el poder del presidente Enrique Bolaños —y más aún, intentar sacarlo abruptamente antes de que cumpliera su mandato—, han fallado. Ortega y Bolaños podrían haber logrado un acuerdo que respetaba el término del mandato y los poderes presidenciales de este último. Los liberales de Alemán tuvieron que contentarse con observar la escena desde fuera.

En cuanto Montealegre y Lewites lanzaron sus campañas presidenciales, se pusieron a la cabeza de las encuestas. Otros sandinistas y liberales, inspirados en esta rápida respuesta del electorado, han hecho como ellos, rompiendo con sus respectivos caudillos y convirtiéndose en disidentes.

La Organización de Estados Americanos (OEA) y el Centro Carter han establecido misiones en Nicaragua, y estarán allí al menos hasta noviembre. El gobierno de EE UU no brindará más su apoyo a Alemán y está dispuesto a aceptar a un disidente sandinista como presidente, aun cuando preferiría ver a Montealegre en el poder.


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