Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Guatemala: una nación en peligro

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El 19 de febrero, cuatro salvadoreños (tres legisladores y su chofer) fueron ultimados brutalmente en Guatemala. Iban hacia la capital para asistir a una sesión del Parlamento Centroamericano (PARLACEN) cuando los asesinaron, poco después de cruzar la frontera. Unos días más tarde, la policía guatemalteca arrestó a cuatro policías como autores del crimen quienes, a su vez, fueron asesinados cuando permanecían en una prisión de máxima seguridad. ¡Si todo tuviera una explicación tan sencilla como de que se trataba de un negocio de drogas que había salido mal!

La actuación aquí de los cárteles es casi una certidumbre. Si la reunión del PARLACEN se hubiera realizado en El Salvador o en Honduras y no en Guatemala, las monstruosas muertes hubieran sido igualmente fáciles de perpetrar. Los tres países se hallan bajo un estado de sitio por la corrupción de los gobiernos, la impunidad criminal, la violencia pandillera, los jueces mediatizados y las instituciones débiles. Es evidente que los cárteles tienen operativos dentro de la policía guatemalteca. ¿Cómo, si no, pudieron asesinar a los cuatro policías, sin muestra alguna de una entrada forzada en la prisión?

Sin embargo, una luz puede estar parpadeando al final del túnel: las ocho ejecuciones espantosas parecen haber estremecido un área sensible que ya se había anestesiado por tanta violencia criminal. La gente está escandalizada, una nueva ley de seguridad se discute con rapidez en el legislativo guatemalteco y la elección general de septiembre de seguro mantendrá el tema vivo. Guatemala se puede estar acercando a un consenso sobre la seguridad ciudadana que vaya más allá del relevo de la Presidencia y del Congreso. Por fortuna, las muertes han forzado a todos a tener una visión de futuro.

En Guatemala, el delicado equilibrio entre la seguridad y las libertades civiles debe mantenerse celosamente. Como debiera ser en los Estados Unidos donde, como dan fe los últimos tiempos, las circunstancias excepcionales brindan tentaciones a los funcionarios para extralimitarse. Más aún puede suceder en Guatemala, donde la democracia es frágil en no pocos sectores, ya que una parte de la Derecha tiene todavía que acatar, sin reservas, los dictados de la ley.

Dos factores importantes explican la violencia endémica de Guatemala que, afortunadamente, ya no está motivada por la política:

Por una parte, los acuerdos de paz de 1996 dispersaron las fuerzas de las guerrillas y de los paramilitares. Como estos últimos también habían combatido al crimen y a las actuaciones pandilleras, su disolución dejó un vacío que los cárteles y los maras llenaron de inmediato.

Por otra, el gobierno de Alfonso Portillo (1999-2003) se desentendió de los ex paramilitares y de los oficiales retirados quienes recuperaban posiciones dentro de las instituciones estatales y expandían sus intereses en el crimen organizado.


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