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Actualizado: 10/05/2024 11:46

Economía

La peor zafra en 102 años

Con un promedio de 1,2 millones de toneladas métricas de azúcar en 2006, la otrora primera industria continúa cuesta abajo.

La aspiración de volver a producir seis millones de toneladas métricas de azúcar, un monto que se había alcanzado en Cuba en el año 1948, tendrá que seguir esperando.

El anuncio que se hizo en el año 2001 de una nueva arquitectura del azúcar, de la reconversión y el redimensionamiento de la industria azucarera —conceptos que tomaron cuerpo en la reestructuración de la industria y en la denominada "Tarea Álvaro Reynoso"—, no han arrojado los resultados esperados. La ineficiencia industrial, la poca disponibilidad de caña y los bajos rendimientos por caballería siguen obstaculizando el anhelado propósito oficial.

Para la reestructuración, encaminada a lograr un rendimiento industrial del 11%, que significa extraer de cada 100 toneladas de caña 11 toneladas de azúcar, se tomó la decisión gubernamental de cerrar la mayor parte de las unidades productivas. Primero, 71 de los 156 ingenios existentes, y luego la desactivación de un segundo grupo, al punto que en la zafra de 2006 sólo molieron 42 unidades.

Con el cierre de las fábricas, la mayor parte de las tierras cañeras pasaron a otros cultivos. Una decisión que se torna incomprensible si tenemos en cuenta las ventajas que posee la caña de azúcar como materia prima renovable y las condiciones envidiables para ese cultivo en el país.

Argumentos insostenibles

Los argumentos utilizados, como los bajos precios del azúcar en el mercado internacional, son insostenibles si consideramos que la decisión se tomó cuando se pronosticaba que el consumo azucarero aventajaría a la producción mundial y que los precios del dulce, según la FAO, podrían alcanzar niveles de hasta 11-12 centavos por libra.

Además, en ese mismo período de tiempo, Brasil, otro país azucarero de la región, elevó su producción hasta convertirse en el mayor productor y exportador mundial del rubro. Por lo anterior, algunos cubanos, conocedores del papel desempeñado por el azúcar en el proceso que transformó a Cuba en una unidad insular y persuadidos de aquella afirmación que reza "sin azúcar no hay país", haciendo uso de la lógica del silogismo concluyeron que: 1) sin azúcar no hay país; 2) el azúcar desaparece; 3) entonces, Cuba desaparece.

Por su parte, la "Tarea Álvaro Reynoso", puesta en marcha en el año 2002, estaba encaminada a ganar en la edad de la caña a cortar, generalizar la tecnología del Laboreo Mínimo, organizar la producción en bloques homogéneos de cepas y variedades atendidos por brigadas integrales, y establecer el vínculo entre pagos y resultados; un conjunto de medidas cuyo fin era lograr un rendimiento mínimo de 54 toneladas de caña por hectárea. El promedio mundial, según la FAO, es de unas 63 toneladas.

La oligarquía criolla azucarera del siglo XIX, a pesar de que ocupaba el último lugar en cuanto a productividad, supo aprovechar la calidad de los suelos, el saber plantador y la tecnología productiva para convertir a Cuba en la mayor productora de azúcar en el mundo.

En 1792, Francisco de Arango y Parreño, en su famoso Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla, realizó un riguroso análisis de los "grandes males" que frenaban la productividad y propuso lo que consideró "grandes remedios". Discurso materializado en la proliferación de ingenios que, desde los caminos trazados por las vegas tabacaleras, se extendieron en todas direcciones hasta convertir Cuba en una gran plantación.

Para la solución del problema de la productividad, el sabio cubano Álvaro Reynoso y Valdés —laureado por la Academia de Ciencias de París— ocupó la dirección del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana. Reynoso, cuyo nombre se tomó para bautizar la actual "Tarea", dejó plasmado en su obra cumbre Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, publicada en 1862, un sistema integral de todas las operaciones relacionadas con el cultivo y la cosecha de la gramínea, cuya aplicación permitió a Cuba conservar la posición de primera productora y exportadora mundial del dulce hasta el siglo XX.

Como a principios del siglo XX

Efecto de esa labor centenaria, en 1903 la producción alcanzó el millón de toneladas; en 1925 se superaron los 5,3 millones; y en 1952 la Isla exhibió la fabulosa cifra de 7,2, cuando éramos menos de 6 millones de habitantes.

Luego, con un esfuerzo que dislocó toda la economía, en 1970 se produjeron algo más de 8,5 millones, cifra a la que se aproximaron las zafras de 1982 y 1990. A partir de ese momento se inició un decrecimiento desde algo más de 8 millones de toneladas hasta menos de 3,5 en 2001. Un monto similar al de 1918. Fue en ese momento en que se anunciaron la "Tarea Álvaro Reynoso" y el pronóstico de los seis millones de toneladas métricas.

Los promedios por diferentes fuentes, en los primeros cuatro años, han sido aproximadamente los siguientes: la zafra de 2003 arrojó sólo 2,10 millones de toneladas, un resultado inferior al promedio anual alcanzado en la segunda década del pasado siglo; la de 2004 llegó hasta 2,52 millones de toneladas; la de 2005, con un monto de 1,3 millones de toneladas, resultó la peor de los últimos cien años.

La zafra recién concluida en 2006, cuatro años después de haber sido implementada la "Tarea" —a juzgar por las cifras y por cientos aparecidos en la prensa oficial—, tuvo un monto calculado en algo más de 1,2 millones de toneladas métricas, por debajo nuevamente de la cifra del año precedente y algo similar a la alcanzada 102 años atrás.

Según un reporte de Juan Varela, publicado en el diario oficialista Granma el 27 de junio de 2006, "la zafa azucarera recién terminada demostró que no siempre se corresponden esfuerzos y resultados finales", que "el atraso inicial no pudo ser vencido", que "tres cuartas partes del crudo que no se produjo fue motivado por el atraso en la arrancada de 28 de las 42 empresas que abrieron capacidades", que "el resto obedeció a incumplimientos de la norma potencial y del rendimiento industrial".

Según Granma, "quedó demostrado una vez más la importancia económica de empezar la zafra en la hora y el día acordados, buscar el período óptimo a partir de enero y aprovechar la mejor etapa del contenido de azúcar en la caña mediante un cálculo realista que tenga en cuenta la lluvia". Agrega que "si se aplican y aprovechan bien los recursos dedicados a la atención de las cepas, los rendimientos cañeros, aún modestamente, deben mejorar en la próxima zafra".

La hora y el día acordados… y más

Es decir, 214 años después del discurso de Arango y Parreño, separados 144 años del sistema ingeniado por Álvaro Reynoso, y cuatro después de haber sido puesta en escena la nueva proyección, no se alcanzaron ni las 54 toneladas por hectárea, ni el 11% de rendimiento industrial; mientras la diversificación de la producción azucarera sigue brillando por su ausencia.

Los únicos dos resultados claros son la demostración de algo que todos los colonos cubanos sabían desde antaño: empezar la zafra en la hora y el día acordados, y que si se aplican bien los recursos, los rendimientos cañeros deben mejorar en la próxima zafra.

Una vez más se pone en evidencia que algunos elementos esenciales, ignorados en los proyectos gubernamentales, han sido y seguirán siendo obstáculos infranqueables para mejorar la producción y la productividad cañeras. Entre ellos, la diversificación de la propiedad, el derecho de los cubanos a ser empresarios y la correspondencia de los salarios con el costo de la vida. Tres elementos fundamentales para estimular el interés de los trabajadores por el resultado final de su labor.

Cualquier intento de reanimar la industria azucarera, sin tener en cuenta esos elementos, está condenado al fracaso.

© cubaencuentro

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