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Actualizado: 17/05/2024 12:58

A Debate

Indignación intelectual (I)

Un homenaje en la TV nacional al ex comisario político Luis Pavón reabre viejas heridas entre intelectuales de la Isla.

A raíz de la exaltación pública que se hiciera recientemente en el programa Impronta, del canal Cubavisión de la televisión cubana, de la persona de Luis Pavón Tamayo, presidente del Consejo Nacional de Cultura durante el llamado "quinquenio gris", varios intelectuales residentes en la Isla —incluso algunas de las víctimas de esta etapa represiva— han mostrado su indignación en mensajes que han hecho circular por email.

La aparición televisiva de Pavón saca a la luz uno de los episodios más oscuros en la historia de la cultura cubana después de 1959: la parametración. La también conocida como "década negra", que comenzó con la detención y retractación forzada en 1971 del escritor Heberto Padilla, marcó una etapa de represión en que decenas de escritores fueron enviados a la cárcel, y otros fueron destinados a puestos burocráticos anónimos, esperando entre doce y veinte años para poder publicar.

Luis Pavón, entonces presidente del Consejo Nacional de Cultura, fue uno de los principales promotores de esta represión. Una gran cantidad de actores y directores, sometidos a lo que se llamó el "parametraje", fueron acusados de "conducta impropia" por una comisión de evaluación. Parte de los perseguidos apelaron a los Consejos de Trabajo y después de una enconada lucha, lograron que el Consejo Nacional de Revisión los reintegrase a sus labores.

Pavón cayó en desgracia cuando el Tribunal Supremo falló en su contra acusándolo de "abuso de poder" y por medidas "inconstitucionales" contra los trabajadores de la cultura. Tras años de ausencia y desaparecido de los medios públicos, reaparece ahora en la televisión cubana, junto a otros represores de entonces, como Jorge Serguera, ex presidente del ICRT, y Armando Quesada, quien se ocupó de "limpiar" el movimiento teatral cubano.

A continuación, reproducimos los mensajes que han hecho circular los escritores Desiderio Navarro, Reynaldo González, Antón Arrufat, Jorge Ángel Pérez, Arturo Arango y Ena Lucía Portela:

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Estimados amigos y compañeros:

De repente, al cabo de más de treinta años de su destitución, reaparece en la esfera pública Luis Pavón, ex-Presidente del Consejo Nacional de Cultura durante el eufemísticamente llamado "quinquenio gris", ni más ni menos que en todo un programa de la Televisión Nacional dedicado a "su impronta cultural en la cultura cubana".

Ahora bien, ¿es lo que ayer vimos y oímos la impronta de Luis Pavón en la cultura cubana?

¿O es otra que dañó irreversiblemente las vidas de grandes y menos grandes creadores de la cultura cubana, "parametrados" de uno u otro modo? ¿Que impidió la creación de muchos espectáculos artísticos y la divulgación de muchas obras literarias y plásticas en Cuba y en el extranjero? ¿Que nos privó para siempre de innumerables obras a causa de la casi inevitable autocensura forzada que siguió a los ubérrimos 60? ¿Que llenó todo un período con una pésima producción literaria y artística nacional hoy justamente olvidada hasta por sus propios ensalzadores y premiadores de antaño? ¿Que nos inundó con lo peor de las culturas contemporáneas de los países de la Europa del Este, privándonos del conocimiento de lo más creativo y profundo de éstas? ¿Que a la corta o a la larga condicionó el resentimiento y hasta la emigración de muchos de aquellos creadores no revolucionarios, pero no contrarrevolucionarios, cuya alarma había tratado de disipar Fidel en Palabras a los intelectuales? ¿Que creó e inculcó estilos y mecanismos de dirección y trabajo cultural neozhdanovianos que ha costado décadas erradicar, de tan "normales" que llegaron a hacerse? ¿Acaso somos realmente un país de tan poca memoria que no recordamos ya la penosa situación a la que fueron reducidas nuestras instituciones culturales por obra del Consejo Nacional de Cultura, situación que el humor cubano captó por entonces en aquel trío de refranes parodiados: "El que no oye al Consejo, no llega a viejo", "En la Unión no está la fuerza" y "En Casa de las Américas, cuchillo de palo"?

Cierto es que Pavón no fue en todo momento el primer motor, pero tampoco fue un mero ejecutor por obediencia debida. Porque hasta el día de hoy ha quedado sin plantear y despejar una importante incógnita: ¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas "más arriba" sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministradas por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural?

Si de improntas culturales valiosas en el periodismo cubano se trata, habría que mostrar aquellas como las de ese hombre de letras que fue Agustín Pí, quien, en ese mismo período, desde su modesto puesto en el periódico Granma, ayudó a cuantos "mal vistos" de valía pudo y logró que las páginas culturales de Granma fueran lo menos cerradas posibles en cada momento y no se convirtieran del todo, como tantas otras publicaciones cubanas de la época, en un erial de mediocridad y oportunismo.

En mi artículo In medias res publicas he hablado de la responsabilidad de los políticos en las limitaciones del papel crítico del intelectual —sobre todo en los años en que la cultura fue conducida por Luis Pavón—, pero ésa es sólo la mitad del problema. La otra mitad —merecedora de un simétrico artículo— es la responsabilidad de los intelectuales: sin el silencio y la pasividad de la casi totalidad de ellos (por no mencionar la complicidad y el oportunismo de no pocos) el "quinquenio gris" o el "pavonato", como ya entonces lo llamaron muchos, no hubiera sido posible, o, en todo caso, no hubiera sido posible con toda la destructividad que tuvo. Con contadas excepciones, entre los intelectuales, los heterosexuales (incluidos los no-homófobos) se desentendieron del destino de los gays; los blancos (incluidos los no-racistas), de la suerte de los negros reivindicadores; los tradicionalistas, del destino de los vanguardistas; los ateos (incluidos los tolerantes), de las vicisitudes de los católicos y demás creyentes; los prosoviéticos, de la suerte de los antirrealistasocialistas y de los marxistas ajenos a la filosofía de Moscú, y así sucesivamente. Cabe preguntarse si esa falta de responsabilidad moral individual podría repetirse hoy entre la intelectualidad cubana.

Se impone, pues, preguntarse responsablemente sin dilación: ¿por qué justamente en este singular momento de la historia de nuestro país en que todo nuestro pueblo está pendiente de la convalecencia del Comandante en Jefe se produce esa repentina gloriosa resurrección mediática de Luis Pavón con un generoso despliegue iconográfico de selectas viejas escenas con los más altos dirigentes políticos, y ello tan sólo días después de la no menos repentina reaparición televisiva de Jorge Serguera, quien desde la presidencia del ICRT hizo un perfecto tándem político-cultural con el CNC durante el "quinquenio gris"?

"Feliz el hombre aquel que llega a conocer las causas de las cosas."

Desiderio Navarro

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Preocupaciones compartidas

El viernes 7 de enero, y en un horario casi estelar, en el programa Impronta del canal Cubavisión, dedicado, como indica su título, a aquellos creadores que han dejado una "impronta" en la cultura nacional, tanto en las artes como en la ciencia y el deporte, se presentó uno dedicado a la exaltación mediática de Luis Pavón Tamayo. Fotos con altos dirigentes del país, portadas de sus escasos libros, paneo sobre una multitud ostentosa de medallas, y una entrevista acerca de su presente, de la labor que realiza en la actualidad. Con voz casi inaudible y manos vacilantes, el televidente creyó oír que "asesoraba" no supo bien qué institución o qué editorial.

Terminada la emisión de este programa, la inmensa ciudad de sus víctimas, cientos de ellas felizmente todavía vivientes, comenzaron a llamarse por teléfono horrorizadas de que la actual Televisión Cubana, más de treinta años después de aquellos oprobiosos acontecimientos, dirigidos por el hoy inmaculado Luis Pavón Tamayo, dedicara parte de su precioso tiempo y espacio a uno de los personajes más execrables, incluidos los tiempos coloniales y neocoloniales, de la historia de la cultura cubana.

Allí estaba, sin duda, quien durante cinco largos y estériles años, presidió la institución rectora de nuestra cultura, desde su alta torre del palacio del Segundo Cabo, frente a la Plaza de Armas. Allí estaba hablando como si nada hubiera ocurrido, lavado por arte del ocultamiento, de toda responsabilidad con su conducta de aquellos años. Ni el texto encomiástico que un locutor leía, en el que las víctimas televidentes se enteraron por primera vez de su importancia como poeta, ni las incoherencias musitadas del entrevistado realizaron alguna referencia, ni por un segundo, al pasado ominoso de quien presidió durante esos cinco años el Consejo Nacional de Cultura.

Es decir que todos habían tomado el agua del Leteo, que da el olvido, y que esperaban que las víctimas, por el contrario, recordaran a su verdugo. Allí estaba, vestido de blanco, el gran parametrador de importantes artistas, ahora si de verdad, el que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, los despojó de sus salarios y de sus puestos, quien los condenó al ostracismo y al vilipendio social, quien pobló sus sueños con las más atroces pesadillas, el que anuló la danza nacional, mutiló funciones del guiñol, quien llevó al exilio a artistas dispuestos a trabajar en su país y dentro de su cultura, quien persiguió a pintores y escultores despojándolos de sus cátedras y de la posibilidad de exponer sus obras, el gran censor de músicos y trovadores, allí estaba quien enseñó a los artistas cubanos un ejercicio apenas practicado en nuestra historia, el de la autocensura, inventor y propiciador de la mediocridad que llenó todo su período con obras que hoy felizmente a nadie le interesa recordar, sabiduría crítica que los dirigentes de la televisión y sus responsables ideológicos no han sabido imitar.

Allí estaba alguien que, con una vocecita en apariencia inofensiva, creó e inculcó en el trabajo cultural, como observa con justicia Desiderio Navarro: "estilos y mecanismos de dirección que ha costado décadas erradicar".

Estos hechos históricos, escamoteados por decisión de alguien, sin embargo debieron ser conocidos por los televidentes —las víctimas los conocen en carne propia—, principalmente las nuevas generaciones que carecen de información sobre tal período. Así la impronta de Luis Pavón Tamayo en la cultura nacional podría ser juzgada con justicia por todos.

Por supuesto no es el único cadáver insepulto que la Televisión Cubana trata de poner en circulación, sin que se sepa hasta hoy con justeza el porqué. Hace poco las víctimas de Jorge Serguera, antiguo Presidente del ICRT, lo vieron gesticular entre las velas de una especie de capilla ardiente, sin que se le moviera un músculo de la cara, sobre sus años de dirigente persecutor. Este tampoco pidió excusas, y muy por el contrario exclamó envanecido que no se "arrepentía de nada". Sus víctimas, en otro sentido, tampoco tienen nada de que arrepentirse. No obstante estos dos insepultos no son los únicos. Hace unos meses en un programa del Canal 2, Diálogo abierto, por igual en horas de alta audiencia, fue entrevistado uno de los ranchadores de la administración de Pavón, Armando Quesada, a quien encargó que se ocupara con esmero de "limpiar" el movimiento teatral cubano. Así lo hizo, claro, por el tiempo en que su mayoral estuvo en el poder.

La única "medalla" que se le puede acreditar a la Luis Pavón Tamayo no figura en la vanidosa colección que las cámaras, desplazadas hasta su propia casa, con luminotécnicos y maquillistas acompañantes, tomaron inclinadas sobre una mesa dispuesta como para una puesta teatral. Esta "medalla" es la que se ganó en justa lid cuando el Tribunal Supremo fallara en su contra por "abuso de poder" y por medidas "inconstitucionales" contra los trabajadores de la cultura. Es su mayor mérito, y el más original: es casi el único dirigente de la Revolución que lo ha obtenido. Ahí están las Gacetas Oficiales con los diversos fallos, varios en total, que provocaron, en gran medida, su destitución.

Quizá para un filósofo determinista, Pavón no es responsable absoluto de sus acciones al frente del Consejo. Es en cierta y oscura medida una víctima posterior del pavonato, que él mismo instrumentó. En tal observación se encuentra una parte de verdad. Como en la teología católica las estrellas inclinan pero no fuerzan el albedrío, en las modernas doctrinas sociales las circunstancias, el complicado tejido de la sociedad de una época, inclinan también, como nuevas estrellas terrenales, pero no fuerzan el albedrío. De acuerdo con la libertad humana, aún en las condiciones más férreas, puede el hombre negarse, discutir, proponer soluciones diversas, influir, o al menos no excederse en la violencia. Tal vez el hecho de que Pavón se excediera, propicia en sus víctimas explicaciones ya de carácter sicológico. Hay deseos, placeres, fobias, envidias que contaminan cualquier decisión en apariencia imposible de no cumplir.

Cuando comenzó la rehabilitación de los artistas y escritores que Luis Pavón Tamayo intentó aniquilar para siempre, y la política cultural entró en el período de las revolucionarias rectificaciones, y las víctimas del pavonato fueron reconocidas en su valor como creadores, el viejo Ex-presidente se acercó a uno de sus amigos para advertirle, con parecidas palabras a éstas, no te comprometas demasiado con esos que ahora son Premios nacionales, pronto a todo esto se le dará marcha atrás. Extraño pensamiento en un marxista declarado: concebir el tiempo histórico como un eterno retorno.

Antón Arrufat

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Un nuevo desacierto de la televisión cubana acaba de ocurrir: Luis Pavón, uno de los personajes más espantosos y temibles en la historia de la cultura cubana acaba de recibir lisonja en el programa Impronta de Cubavisión. En estos días en que tantos la emprendieron contra La diferencia, supongo, espero, que también ahora apunten sobre este dislate tan absurdo, y, por favor, permítanme el pleonasmo.

Jorge Ángel Pérez

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Cualquiera diría que al refrescar la imagen nada constructiva de Luis Pavón se trata de una reivindicación de sus ímprobas bondades. No creo que sea pura coincidencia. Existe una tendencia en pensar que las víctimas de un atropello —en este caso un error histórico, aunque la palabra se haya vanalizado– aumentan el crimen padecido. Se ve así desde los que cometieron el crimen y desde el silencio de indolentes acuñados en sus posiciones. Ocurre con el holocausto de los hebreos por el nazismo. Al homenajear al culpable —directo o instrumentalizado— de un error enorme, de los que no se curan con timonazos, se está sancionando favorablemente sus hechos, su culpa. La televisión y sus responsables —los que residen en L y 23 y los distantes— han dado un paso alevoso, despectivo hacia el padecimiento de los protagonistas de la cultura cubana que fueron sumergidos en el desprecio y condenados al ostracismo en un período cuyas torceduras todavía no se han curado. Se silencia la voz de los ofendidos y se le devuelve la voz a la cara mostrable de los hechos. Su reivindicación es nuestro escarnecimiento. Tienes razón, Jorge Ángel, en todo eso hay algo más que torpeza e insensibilidad, o inadvertencia. ¿Demoraremos en ver a Carlos Aldana nuevamente dictando "orientaciones" a "las partes blandas de la sociedad"? ¿Vuelven "los duros"? ¿Cuántos creadores de verdad, que aportan a la cultura cubana, no han sido reconocidos todavía por la televisión mientras reciclan sus "protagonistas", sacados de un troquel tiránico, siempre agazapados a la espera del turno del revanchismo? ¿Es la televisión un ente aparte de la cultura cubana?

Te autorizo a utilizar estas opiniones,

Reynaldo González

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Desiderio:

Esta mañana te reenvié el breve correo de alerta que circuló Jorge Ángel Pérez porque estaba seguro de que reaccionarías con tanto enojo como lucidez al desconcierto que él planteaba. Concuerdo plenamente con tu análisis y, como a ti, me cuesta creer en las casualidades. Aunque sea obra de un aparente azar, la presencia en la televisión cubana, a pocos días de diferencia, de Jorge Serguera y Luis Pavón Tamayo debe ser interpretada como un síntoma, y cometeríamos el gravísimo error del silencio si no realizamos, de inmediato y por cualquier vía, la labor simultánea de denuncia y análisis. Porque la denuncia sin que se piense a fondo, como tú haces, ese pasado cuyas cicatrices aún perviven en la cultura cubana, puede ser inútil, como lo sería también el pensamiento neutro, que no sitúe posiciones y enfrente perspectivas.

Vivimos un momento tan difícil como intenso, y estoy convencido de que el rumbo que el país tome en un futuro más o menos inmediato es responsabilidad de todos. El campo intelectual cubano, a mi juicio, se ha complejizado en los años más recientes, y, al lado de un evidente pensamiento de derechas, dentro y fuera de Cuba, coexiste una posición complaciente (¿una derecha pragmática?) en la que se mezclan las oportunidades del mercado con la preferencia oficial por actitudes de obediencia y silencio. "Si me dejan ganar dinero en paz, me quedo callado o aplaudo sin reservas", parecería ser un lema frecuente en estos días, alimentado por la difusión de que disfrutan esos que siempre asienten y el usual ninguneo para quienes, desde la izquierda y la revolución, prefieren pensar (y, con frecuencia, discrepar).

Ambas vertientes, la derecha beligerante y la pasiva o pragmática, pueden ser un terreno propicio para el resurgimiento no ya de figuras cuyo capital político, incluso por razones de edad, está muy desgastado, sino de un tipo de pensamiento que persiste en nuestra cultura.

Gracias por la provocación. Me gustaría que, de inmediato, este mensaje tuyo desencadenara una reacción realmente productiva, donde se debatan asuntos más interesantes que el número de velas en un set televisivo.

Con un abrazo,

Arturo Arango

Nuevo mensaje de Arturo Arango

Amigos y compañeros: Las señales, los síntomas, siempre son complicados y diversos, y creo que hacemos mal si sólo vemos (y condenamos) unos y pasamos por alto otros. Mientras en la televisión ocurrían estas dos apariciones, en otra zona de la realidad le fue concedido el Premio Nacional de las Ciencias Sociales a Fernando Martínez Heredia, el guevarista, el fidelista, el marxista, uno de los intelectuales que con más lucidez ha analizado la historia cubana del siglo XX, de los fundadores, y el director, de la más importante revista cubana de Ciencias Sociales, un ser consecuente hasta el dolor con sus ideas, que siempre está colocando su pensamiento en términos de acción hacia un futuro que comenzó a imaginar desde que aún estaba en Yaguajay y en que aún sigue confiando.

Hay que leer también esta señal, y acompañar a Fernando en sus empeños. Acompañarlo como él siempre ha querido que sean las compañías intelectuales: atendiéndolo y discrepando con él, escuchándolo y discutiéndolo. Y si todo ello ocurre frente a una botella (no de agua), mucho mejor.

Arturo Arango

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Amigos y compañeros:

La recomendación que nos hace Arturo Arango de prestar atención también al Premio Nacional de Ciencias Sociales otorgado a Fernando Martínez Heredia, es tan pertinente que la seguí siete días antes de que nos la formulara en su mensaje de hoy, y, por ende, varios días antes del "lavado de biografía" televisivo que nos ocupa. A continuación reproduzco el mensaje que le dirigí a Fernando el pasado día 31, tan pronto supe de la buena nueva. Allí, como se verá, además de celebrar el valor intrínseco de la obra y luchas de Fernando, se leía el Premio como síntoma de fecundas posibilidades.

Lamentablemente, los dos sucesos que yuxtapone Arturo en su mensaje —el Premio de Fernando y la Epifanía de Pavón— hay que considerarlos signos antagónicos, y no contradictorios, pues tienen orígenes institucionales y político-culturales bien diversos y no un mismo origen que estuviera contradiciéndose voluble e irreflexivamente o tratando ingenuamente de conciliar lo inconciliable.

Y, ahora, a compartir esa botella y los tozudos sueños revolucionarios con Fernando!

Un abrazo.

Desiderio

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Querido Fernando:

Acabo de enterarme, por el magnífico texto de Guanche en La Jiribilla, que te han conferido el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Sinceramente, es una de las pocas grandes alegrías que he tenido este año. En la cultura, y aún más en la política cultural, la justicia tarda… eppur si mueve y finalmente llega. Para decirlo con palabras de aquel Althusser de nuestra juventud, ese premio honra al Aparato Ideológico del Estado y abre nuevas esperanzas en estos tiempos preñados de fecundas posibilidades e insidiosos peligros.

Los que vieron en el parecido semántico-lexical una relación de familia entre los nombres de Criterios y Pensamiento Crítico, no se equivocaron. Los que vieron una relación de catálisis en la irrupción de Criterios tan sólo siete meses después de la desaparición de Pensamiento Crítico, tampoco se equivocaron. En la historia de las luchas culturales de la Revolución Cubana, a ambos empeños editoriales los unirá siempre el afán de practicar y predicar el ethos martiano del injerto del mundo en el tronco de nuestras repúblicas y el ethos marxista de la crítica radical. Como le dije a Abel hará unos tres años, en una reunión con Fowler y Reina María en su despacho, no pierdo la esperanza de que aparezca una revista cubana de pensamiento social que sea hoy, mutatis mutandis, lo que fue Pensamiento Crítico, que incluso lleve su nombre y que sea dirigida por tí. ¡Qué síntoma más alentador sería de salud, fortaleza y renovada juventud ideológica y cultural para una Revolución socialista, qué anuncio sería de ese socialismo crítico y creativo que con lucidez y pasión tu obra ensayística propugna y prefigura! Déjame soñar.

Querido Fernando, es una dicha tener la certeza de que no serás absorbido por ningún Canon y emplearás todo el capital simbólico que te da este premio en tus permanentes esfuerzos por hacer lo que realmente haría Marx ahora.

Un fraterno abrazo y los deseos de un 2007 lleno de nuevos logros para ti y para Esther.

Desiderio

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Estimado Reynaldo González:

En medio de la avalanchita de e-mails que ha suscitado la vuelta al proscenio de Luis Pavón, he leído sus opiniones al respecto. Le escribo sólo para hacerle saber que estoy plenamente de acuerdo con usted, con cada una de las palabras que dice ahí. Sólo que en algún sitio donde usted pone "errores", entiendo que por elegancia, por no ser obvio, yo pondría "actos criminales", que desde luego siguen y seguirán siéndolo en tanto no se los reconozca abierta y públicamente como tales, con absoluta transparencia, algo que mucho me temo no va a ocurrir en las actuales circunstancias de nuestro país.

Aprovecho la oportunidad para comentarle que me llamó la atención —aunque no mucho, a decir verdad— que en el programa Este día de Cubavisión del pasado 19 de diciembre no incluyeran entre las efemérides importantes nada más y nada menos que el natalicio de José Lezama Lima. ¿Será también casualidad? No lo creo.

Como tampoco creo que nuestra lamentable televisión (esa misma que exhibió versiones mutiladas de Philadelphia y de El beso de la mujer araña, y aquel glorioso spot para alertarnos sobre el peligro de las drogas como sustancias nocivas que hacen que los jóvenes se vuelvan homosexuales, esa misma que jamás ha transmitido una sola imagen de las manifestaciones de orgullo gay que tienen lugar en otras partes del mundo, esa misma que se complace a cada rato en chistes, o más bien pujos homofóbicos de la peor calaña, entre otras lindezas), sea un ente aparte de nuestra cultura. No, no lo es. Vamos, que a estas alturas de la vida tendríamos que ser demasiado ingenuos para suponer eso. Como bien dice nuestro Desiderio en su magnífico y muy oportuno artículo ¿Síntoma de qué? Preguntémonos por las causas de las cosas, estas bellaquerías, por decirlo suave, son signos de… algo. Y no de algo bueno precisamente.

Estimado RG, pensé primero en enviarle este mensajito en forma privada, sólo para usted, en parte porque no acostumbro a dar gritos en el ágora y en parte porque usted y yo, si la memoria no me falla, no nos conocemos personalmente y… Bueno, temí que usted pudiera tal vez malinterpretarme. Pero luego pensé que si uno va a manifestarle apoyo y solidaridad a alguien que ha gritado, no debe hacerlo en voz baja. Así que estoy enviando copias a otras personas. Espero que no le moleste.

Un cordial saludo,

Ena Lucía Portela

© cubaencuentro

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