Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 17/05/2024 12:58

Latinoamérica

Corporativismo al acecho

¿Vendrá el cambio mediante una plataforma populista o moderna?

En Latinoamérica hay una izquierda dividida en dos: una es progresista y moderada; la otra es recurrente y confrontacional. Michelle Bachelet (Chile), Tabaré Vázquez (Uruguay) y, en menor medida, Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) han adoptado la modernidad. Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Ollanta Humala (Perú) se rigen por el pasado.

Esa es la verdad indiscutible, pero no toda la verdad. Las divisiones de la izquierda son un reflejo de la ya larga historia de tensiones entre el liberalismo y el corporativismo en la arena política latinoamericana.

El liberalismo defiende los derechos individuales, el pluralismo y el compromiso político. Valora especialmente a los ciudadanos, las instituciones y las verificaciones a las funciones del aparato del poder. La competencia —tanto en la política como en la economía— es su característica esencial.

El corporativismo ejerce el poder dando una lucha sin cuartel a la diversidad y la disensión. Los intereses nacionales o de grupo son su brújula; un sistema centralizado política y económicamente en el Estado es su plataforma principal. Los líderes carismáticos le iluminan el camino a las masas. El populismo y la defensa del pueblo contra la rapacidad de las élites es el lenguaje esencial del corporativismo.

El corporativismo es desde luego la hoja de ruta que conduce hasta Chávez y sus compañeros de aventura. También las mismas razones permiten incluir al presidente de Argentina Néstor Kirchner y al candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador, si no lado a lado, al menos como parientes cercanos.

El corporativismo no es necesariamente de izquierdas. En la década de los años noventa, Carlos Ménem, de Argentina, y Alberto Fujimori, de Perú, gobernaron como corporativistas —destruyendo la separación de poderes del Estado—, mientras que al mismo tiempo ondeaban la bandera del neoliberalismo. Ambos presidentes se hundieron en un torbellino de corrupción, debido, en buena medida, a su aversión a la competencia.

La mentalidad del 'nosotros contra ellos'

Kirchner y López Obrador son los respectivos herederos del peronismo y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y quizá sean los mejores ejemplos de la tradición corporativista latinoamericana.

Juan Domingo Perón —cuya tendencia era cercana al fascismo— despotricaba contra la oligarquía argentina en favor de los "descamisados". El peronismo incorporó a los trabajadores a su corriente política principal. Perón también agrupó a los fabricantes industriales y protegió sus intereses, demonizando al mismo tiempo a los exportadores, a los que acusó de haber saqueado una enorme riqueza del pueblo sin haber hecho nada por éste.

Una mentalidad basada en el 'nosotros contra ellos' empañó la política peronista. Su legado aún está vivo y saludable en la Argentina de hoy en día. Kirchner le ha hecho un gran servicio al restringir la independencia judicial y la libertad de prensa.

Por otro lado, no cabe duda de que el PRI fue un partido de izquierda. La revolución mexicana encendió la llama del nacionalismo y de la causa por las clases populares. El partido fue la fórmula que puso de acuerdo a los caudillos revolucionarios para consolidar su poder. Un poder que detentaron durante siete décadas, algunas de sólido crecimiento económico y gran movilidad social.

Hasta la década de los años ochenta, el PRI desvirtuó la competencia; el Estado mexicano mimó al sector privado y sus oponentes fueron rápidamente silenciados. El proteccionismo y la corrupción proliferaron y, hasta cierto punto, diseminaron la riqueza. Si López Obrador resulta electo y cumple sus promesas, la apertura que ha estado viviendo México, que ya dura dos décadas, será reducida o terminará.

La izquierda recurrente y atrasada ha florecido a partir de los reales o aparentes fracasos de las reformas de mercado. Con la excepción de Chile, en los años noventa no se pudo sostener el crecimiento per cápita estable requerido para obtener mejorías en la vida del ciudadano medio.

Tampoco la democracia ha asegurado la igualdad de oportunidades para todos. Los ciudadanos tienen todas las razones para sentirse frustrados.

La izquierda atrasada nunca ha reconocido que la región se encontró abocada a los aprietos económicos de los ochenta —una inflación galopante, una asfixiante deuda, sueldos que se desplomaban sin cesar— debido, precisamente, a la política de una economía controlada por el Estado, con el consecuente despilfarro financiero.

Ahora, contradictoriamente, este tipo de izquierda proclama dicho control económico como el único camino posible para la salvación de la región.

Dirigidos por 'el abuelo'

Hay un tema, sin embargo, en el que existe un amplio consenso. Los gobiernos de Latinoamérica deben retrotraer el Estado a lo que fue anteriormente. El verdadero debate radica en si esto sucederá bajo una plataforma populista o una moderna.

Sobre esta última hay un consenso entre la izquierda progresista y la derecha moderna, como el caso de Chile demostró en las elecciones recientes. La discusión gira acerca de los tipos de medidas que debe adoptar un Estado. Sin un Estado moderno, los gobiernos de Latinoamérica no serán capaces de satisfacer la necesidad y el derecho de los ciudadanos a una vida mejor.

Si Humala resulta elegido, seguramente viajará gustoso a La Paz, Caracas y La Habana. En caso de que López Obrador quede en primer lugar el próximo 2 de julio, no es tan seguro que tenga un interés especial en visitar esas tres ciudades.

Estas dos posiciones reflejan una pequeña pero muy significativa diferencia. Morales, Chávez y Fidel Castro son espíritus afines. El "abuelo", como lo llamó Morales provocando una sonrisa en el comandante, seguramente que recibirá a un López Obrador ya presidente, pero hará lo mismo si gana las elecciones el representante del PRI, Roberto Madrazo.

Humala y Daniel Ortega, de Nicaragua, en cambio, representan las próximas oportunidades para que haya otros espíritus semejantes en el poder.

© cubaencuentro

En esta sección

Dilemas de la guerra

Rafael del Pino , EEUU | 13/04/2022

Comentarios



Una oferta muy peculiar

Waldo Acebo Meireles , Miami | 06/04/2022

Comentarios


Rusia, la URSS y el petróleo

Alejandro Armengol , Miami | 04/04/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (III)

Ariel Hidalgo , Miami | 31/03/2022

Comentarios


Sobre la guerra en Ucrania

Rafael del Pino , EEUU | 28/03/2022

Comentarios


Una opinión experta

Waldo Acebo Meireles , Miami | 23/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (II)

Ariel Hidalgo , Miami | 21/03/2022

Comentarios


La calle del espía

Alejandro Armengol , Miami | 18/03/2022

Comentarios


La madre de todas las conspiraciones (I)

Ariel Hidalgo , Miami | 16/03/2022

Comentarios



Subir