EEUU, Rusia, Chile
Cuando a EEUU le pagan con la misma moneda
Intervenciones, presiones e intromisiones de Washington en la política interna de diversos países
Hay un viejo chiste sobre la política exterior norteamericana.
“¿Por qué nunca se ha producido un golpe de Estado en Estados Unidos?”.
“Porque en Washington no hay embajada estadounidense”.
Uno de los problemas que enfrentamos quienes no solo no somos partidarios de la presidencia de Donald Trump, sino que tampoco tenemos simpatía alguna —la más mínima— hacia la figura del mandatario, es que una simple mirada al pasado de EEUU nos lleva a la conclusión que Trump no está solo —incluso puede afirmarse que no es el peor— en el largo historial de abusos, injusticias y actos criminales cometidos por esta nación contra diversos países (por limitar el asunto a la arena internacional).
Hasta el momento, y a los efectos de las comparaciones, la presidencia de George W Bush resultó peor que la de Trump, al llevar a este país a una guerra innecesaria con Irak —un conflicto que ha producido más de un millón de muertes— y utilizar informes falsos y tergiversaciones en el intento de lograr el apoyo de la ciudadanía estadounidense y mundial en su desenfreno bélico; y esta campaña se llevó a cabo con pleno conocimiento de que se estaba mintiendo.
A la hora de un impeachment —y repito: “hasta el momento”— Bush hijo lo merecía más que Trump, lo que por otra parte no libra de culpas al segundo.
Pero tanto el hackeo ruso como la subsiguiente polémica y la nueva “investigación a la investigación” han ocurrido bajo la mirada divertida de aquellos que disfrutan viendo a EEUU quejarse por algo que ha hecho muchas veces.
La intervención en procesos electorales ajenos ha sido un componente importante de la política exterior de Washington durante mucho tiempo, dejó claro la BBC hace tiempo en uno de sus reportajes, pero en general es de conocimiento público.
Si se considera que expulsar del poder a un mandatario democráticamente electo es la mayor intervención posible, ahí están los casos de Jacobo Arbenz, en Guatemala, Salvador Allende, en Chile, o Joao Goulart, en Brasil, solo por mencionar algunos ejemplos.
Durante años, EEUU actuó para evitar la elección de Salvador Allende en Chile.
Incluso si solo se toman en cuenta los casos en los que los documentos desclasificados han confirmado la mano estadounidense en golpes de Estado, como en los arriba mencionados, la lista es extensa.
La mayor parte del tiempo los servicios de inteligencia que tratan de influir en procesos electorales ajenos —un interés que de ninguna manera es exclusivo de las agencias estadounidenses— operan durante la fase de campaña.
Si se acepta como indicador de interferencia la provisión de apoyo financiero, sea a candidatos oficialistas o de oposición —algo que prohíbe la legislación de muchos países, incluido EEUU— el número de intervenciones ilegales de Washington crece significativamente.
La CIA ha intervenido abiertamente en numerosos procesos electorales.
“Según mis cálculos, se han producido más de 30 casos de flagrante interferencia de Washington en elecciones extranjeras desde el final de la II Guerra Mundial”, estima el historiador William Blum, autor de La CIA: una historia olvidada y Estado paria: una guía al único superpoder del mundo.
Blum, un conocido crítico de la política exterior estadounidense, reconoce que ese es un cálculo “conservador”, que tampoco da cuenta de todas las operaciones encubiertas de la CIA.
EEUU actuó para tratar de manipular procesos electorales ajenos con mayor o menor grado de éxito, tal y como lo hizo Moscú en las últimas elecciones presidenciales de EEUU.
Italia, 1948
Las elecciones italianas de abril de 1948 son ampliamente consideradas como la primera intervención en los asuntos de otro país de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de EEUU.
Según Blum, en 1947 EEUU obligó al gobierno italiano a despedir a todos los comunistas y socialistas que integraban el primer gabinete de la posguerra a cambio de la promesa de mayor ayuda económica estadounidense.
La CIA hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitar la llegada de los comunistas a Il Quirinale.
“Y a partir del año siguiente, y durante décadas, cada vez que los comunistas, ya fuera en alianza con los socialistas o por su cuenta, amenazaban con derrotar a la Democracia Cristiana apoyada por EEUU, la CIA empezó a emplear todos los trucos (sucios)” con el fin de evitarlo, se lee en Estado paria.
El historiador acusa a EEUU de haber descargado sobre los italianos “sus grandes armas de guerra económica, política y psicológica, al tiempo que financiaba encubiertamente a los candidatos democristianos”.
Varios documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad parecen sustanciar algunas de esas acusaciones.
“Una única cosa está en juego en estas elecciones: si Italia continuará siendo un país libre o si será sujeto de una dictadura totalitaria controlada por Moscú”, se lee en un documento Top Secret dirigido al Secretario de Estado George Marshall, fechado el 29 de marzo de 1948.
“Estamos haciendo todo lo posible para apoyar a los elementos democráticos moderados en Italia sin dar la impresión de interferir en los asuntos internos”, se afirma.
Washington miraba con mucha sospecha al líder comunista italiano Palmiro Togliatti,
En el memorándum también se explica que se le ha dejado en claro a los italianos que un voto a favor de los comunistas les privaría de los beneficios del llamado “Plan Marshall” y que “están eligiendo entre democracia y dictadura”, al tiempo que se admite abiertamente que la devolución de Trieste y la admisión de Italia a la ONU se están utilizando para meter presión.
Aún hoy la CIA se sigue oponiendo a la desclasificación de los documentos sobre sus acciones encubiertas en Italia durante 1948, al punto de que el Archivo Nacional de Seguridad entabló una demanda legal en agosto de 2000 cuestionando la excusa de “seguridad nacional”.
En 2014, sin embargo, un antiguo jefe de la oficina de la CIA en Roma no tuvo problemas en reconocer públicamente el importante rol jugado por la agencia en la política italiana durante esos años.
“Sin la CIA, el Partido Comunista Italiano (…) seguramente habría ganado en las elecciones de 1948”, escribió Jack Devine en su libro de memorias Good Hunting.
Chile, 1964 y 1970
El rol de EEUU en el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, depuesto por un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, es de sobra conocido.
Pero mucho antes de eso la CIA trabajó en contra del candidato socialista en las elecciones de 1964, en las que resultó derrotado, y también en los comicios de 1970, en los que resultó vencedor.
Según documentos de la CIA desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad (NSA) en 2004, la agencia de inteligencia estadounidense gastó un total de $2,6 millones en apoyo directo a la campaña del principal rival de Allende en las elecciones de 1964, y futuro ganador, Eduardo Frei.
“$3 millones adicionales fueron gastados en actividades de propaganda anti-Allende diseñadas para asustar a los votantes y alejarlos de su coalición, el Frente de Acción Popular (FRAP)”, se lee también en el resumen de los documentos desclasificados del NSA.
La lista de métodos considerados por la CIA en uno de ellos —un memorando fechado 1 de abril de 1964— incluyen “comprar votos directamente, de ser necesario” y “operaciones especializadas de propaganda, algunas de las cuales serán propaganda negra, para denigrar a Allende”.
Según un memo fechado en marzo de 1969, la CIA aprobó planes valorados en cientos de miles de dólares para tratar de influir en las elecciones parlamentarias de marzo de 1965 y marzo de 1969.
Y un año después el llamado “Comité 40”, presidido por Henry Kissinger, recomendó apoyar “operaciones encubiertas diseñadas para reducir la posibilidad de una victoria del candidato de la Unidad Popular en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970”.
Blum describe en Estado Paria lo que considera “una operación multifacética y multimillonaria de la CIA”, que no evitó, sin embargo, la victoria del candidato en cuestión, Salvador Allende.
Luego vendría el golpe de Estado.
Rusia, 1996
Asesorar no es lo mismo que hackear y publicar los correos electrónicos de uno de los partidos en contienda, que es de lo que la inteligencia estadounidense, el “Informe Mueller” y un informe del Comité de Inteligencia del Senado de EEUU acusan a Moscú, pero Washington puede haber jugado un rol clave en la victoria de Boris Yeltsin en las elecciones de 1996.
El mérito, en cualquier caso, lo han reclamado tres consultores estadounidenses —George Gorton, Joseph Shumate y Richard Dresner— quienes asesoraron la campaña de reelección del presidente ruso en secreto.
En una entrevista a la revista Time, publicada luego de las elecciones, los tres expertos afirmaban haber modernizado la operación y, sobre todo, logrado convencer al equipo de Yeltsin de hacer campaña negativa en contra de sus candidatos comunistas.
Y aunque la importancia de su rol fue públicamente minimizada por la jefa de campaña del mandatario ruso, su hija Tatyana Dyachenko, y Blum mismo reconoce que no es posible saber qué tan decisivos fueron, el historiador estadounidense también destaca un dato que explica su inclusión en esta lista.
“Aunque los estadounidenses trabajaban a título independiente, el gurú político del presidente Clinton, Dick Morris, actuaba de intermediario con la administración”, asegura Blum en Estado Paria.
“Y el mismo Clinton le dijo a Yeltsin en marzo que quería ‘garantizar que todo lo que EEUU hiciera tuviera un impacto positivo’ en la campaña electoral rusa”, agrega.
Con eso en mente, afirma Blum, los consultores estadounidenses en Moscú prepararon un encuentro Clinton-Yeltsin en abril que le permitiera al mandatario ruso “plantarle cara a Occidente”, tal y como el Partido Comunista —su principal adversario— prometía hacer.
Yeltsin terminaría venciendo a los comunistas en la primera vuelta por una diferencia del 3 %, para asegurarse luego la reelección en el balotaje 54 % a 40 %.
De todos lados
No hay que olvidar que buena parte de estas acciones se produjeron dentro del clima creado por la Guerra Fría, y que, por su parte, la Unión Soviética actuaba en igual sentido con todo tipo de recursos, desde económicos hasta de cualquier tipo.
Obviamente, mandatarios que con su comportamiento o declaraciones claramente favorecen a un lado en unas elecciones o en un referendo en un país ajeno, no son nada extraño, ni nuevo. Pero en muchas ocasiones EEUU hizo mucho más que eso en distintas partes del mundo, y la pregunta todavía vigente es si estamos hablando de un capítulo cerrado de la historia o una página abierta.
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