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Actualizado: 17/05/2024 12:58

EE UU

El 'martillo' de Miami

Tormenta política en Washington: ¿Influirá la crisis de Tom DeLay en el rumbo de la política hacia La Habana?

El líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos está en apuros. El poderoso Tom DeLay ha sido acusado de confabulación y lavado de dinero. Hay un largo proceso por delante y nadie puede predecir si será encontrado culpable. Pero por lo pronto ha tenido que abandonar su cargo —esa posición que lo convirtió en el tercer hombre de mayor influencia en el país— y en los próximos meses deberá dedicar mucho tiempo a preparar su defensa, tanto que es posible que las batallas políticas y las luchas ideológicas pasen a un lugar secundario ante la perspectiva de la cárcel.

Se especula que incluso, si es declarado inocente de los cargos legales y éticos que enfrenta, no podrá volver a su antiguo cargo y a disfrutar del poder que le permitió aunar voluntades y dictar agendas y leyes durante casi diez años. Al igual que en Hollywood, la sospecha basta en Washington para anular una carrera brillante. Y con lo que parece ser el principio de una caída, la ultraderecha de Miami está en peligro de perder a un gran aliado. No se trata de escribir un obituario, sino de analizar el posible descenso de una figura que ha contribuido a mantener sin cambio el embargo y a incrementar las restricciones de los envíos y viajes a la Isla.

DeLay representa como nadie a la ultraderecha cristiana, la cual desempeñó un papel de primer orden en la reelección del presidente George W. Bush. Un sector político, social y económico que cuenta con millones de miembros, numerosas organizaciones y dinero en abundancia para mantener el debate sobre varios de los aspectos más candentes de la conciencia nacional: desde el aborto y el origen de la vida, hasta la lucha contra el terrorismo y el papel del Estado.

No es un teórico del neoliberalismo. No se trata de un pensador y creador de teorías. Su terreno es la fe y la acción política. Es un apasionado defensor de los valores de un sector de la población. Esa que intenta diluir las diferencias entre la Iglesia y el Estado, reducir el papel del gobierno hasta limitarlo al campo de la defensa y fundamentar el destino norteamericano sobre el concepto de que vivimos en una "nación bendecida y única", enfrascada en una lucha a muerte contra las "fuerzas del mal".

Un país donde por ley se debe prolongar la vida de una paciente en coma como Terri Schiavo, no importa que ésta se encontrara reducida a un estado vegetativo y lo que opinaran su esposo y los médicos; una sociedad que no debe tener en cuenta las declaraciones (carentes de sentido, según DeLay) en favor de la protección ambiental, los "disparates" sobre la capa de ozono y la prohibición "absurda" de emplear el insecticida DDT; una nación en que los liberales representan a una "pequeña élite", la cual trata de "desprestigiar" a EE UU e imponer a la mayoría sus criterios contrarios a "las verdaderas y fundamentales tradiciones norteamericanas".

Un "cristiano sionista" —como ha sido llamado en más de una ocasión— que cree que, por encima de las diferencias religiosas, hay un objetivo común a ambas concepciones ideológicas y políticas: una cruzada destinada a exterminar a los "fanáticos contrarios a Occidente".

Aritmética electoral

Las campañas electorales que le han permitido al Partido Republicano llegar a la Casa Blanca y dominar al Congreso desde el año 2000 tienen que ver con la política, pero también con la aritmética: sumar distritos electorales diseñados con el objetivo de asegurarse la victoria, multiplicar las donaciones. Es aquí donde DeLay es un maestro. También la causa de su enjuiciamiento.

Está acusado de desviar el dinero de las corporaciones —a través de Washington— para el financiamiento de campañas políticas y lograr la redistribución de distritos electorales en Texas. Una saludable ley de ese estado prohíbe a las corporaciones hacer ese tipo de donativos, ya que considera con razón que estos no son más que un medio de influir en el gobierno.

No fue sólo la ideología —y mucho menos la ética— la responsable de que DeLay se convirtiera en el "martillo" y el "exterminador", en el Congreso y en la vida pública. Hay que tener cuidado con estos apodos, ya que no son del agrado del legislador. El primero porque pone de manifiesto la voluntad de hacer polvo al que se opone a sus dictados —algo que él y sus seguidores niegan— y el segundo por prestarse a confusiones: no es una referencia cinematográfica, apenas un recordatorio de su pasado de propietario de una compañía de fumigación.

El legislador debe gran parte de su fama a su estilo belicoso, su tono combativo y declaraciones altisonantes. Pero en los pasillos del Congreso norteamericano el líder republicano ha reinado —sigue reinando pese a haber perdido su corona de líder— gracias a su capacidad para someter voluntades y encaminar votaciones hacia los objetivos priorizados por la Casa Blanca. Y en esta labor, el dinero y el poder de otorgar cargos y fijar agendas han sido el hacha (DeLay, por supuesto, odia la hoz) y el martillo siempre al alcance de su mano.

La imagen del presidente Bush se asocia en todo el mundo a la forma de actuar del vaquero norteamericano que nos ha trasmitido el cine. Pero el verdadero cowboy de Texas es DeLay. En su amplia oficina del Congreso —la que ha tenido que abandonar, aunque conserva su asiento de representante— tenía dos látigos de cuero, que acostumbraba enseñar a los visitantes, y a chasquear para ilustrar la forma más adecuada de guiar a los legisladores de su partido.

No era el presidente de la Cámara —posición que ocupa Dennis Hastert—, pero se considera que su poder era aún mayor. El complicado proceso de mando legislativo norteamericano contempla no sólo el cargo de presidente en ambas cámaras, sino la función del whip —la palabra significa látigo en inglés y en DeLay ha encontrado su justificación mejor.

El líder o whip desempeña una función clave a la hora de decidir cuáles proyectos de ley serán discutidos y aprobados; juega un papel primordial en establecer el calendario para realizar las votaciones, coordina las audiencias, asigna los legisladores a los diversos comités e incluso influye de forma determinante en la forma en que deben votar los miembros —de ahí la referencia al látigo que guía al ganado.

Vaquero en Venezuela

DeLay, que tiene 58 años, es un vaquero y está orgulloso de ello. Pero aprendió a hacer un lazo y a guiar el ganado no en las praderas norteamericanas, sino en los campos venezolanos. Su padre —petrolero, ganadero y alcohólico— lo llevó a vivir a Venezuela cuando el futuro legislador tenía nueve años. Cuenta que allí aprendió lo que era una revolución, cuando los "revolucionarios" arrasaron las haciendas de sus amigos, los "caballeros", sembrando el "caos total y la destrucción completa", según cita Jim Lobe en un artículo distribuido por la Inter Press Service.

De esa época es también su primer encuentro con la revolución cubana, a principios de 1959. Tenía doce años y el avión en que él y su familia viajaban de Venezuela a Texas tuvo que hacer una escala en La Habana, para abastecerse de combustible. "Nos cogieron a mi madre, mi hermana, mi hermano y a mí y nos bajaron de la nave. Nos hicieron recorrer la terminal aérea rodeados de soldados apestosos con armas largas y perros pastores alemanes. Nos encerraron en una habitación durante tres horas", contó a un programa de televisión, según aparece citado en el mismo artículo.

"No lo he olvidado", agregó al narrar su experiencia. Cabe preguntarse por la fidelidad de esos recuerdos infantiles, donde los perros pastores alemanes parecen salidos de una película sobre los nazis y la Segunda Guerra Mundial.

El derecho a viajar

En julio de este año se presentaron en el Congreso norteamericano tres enmiendas destinadas a disminuir los límites existentes en los envíos y viajes a Cuba. La primera tenía como objetivo suavizar las restricciones a los artículos de regalo que pueden mandarse. Fue presentada por el representante republicano Jeff Flake. Otra —del representante demócrata Jim Davis— buscaba relajar las normas sobre los viajes familiares. La última —de la representante demócrata Barbara Lee— tenía como objetivo un cambio en la política que autoriza los viajes de los estudiantes a la Isla. Las tres fueron derrotadas.

DeLay ejerció una influencia decisiva en lograr que las propuestas no fueran aprobadas. Incluso logró que las votaciones fueran más desfavorables que en años anteriores. Su estrategia estuvo marcada por conquistar a los nuevos congresistas para que votaran en contra. En el caso del proyecto de Flake, los cinco nuevos miembros republicanos de la Cámara procedentes de Texas votaron en contra.

Hay que añadir que DeLay no estuvo sólo en el empeño. Otros congresistas que desempeñaron una labor destacada en esta victoria fueron los representantes por la Florida Ileana Ros-Lehtinen y los hermanos Lincoln y Mario Díaz-Balart. El grupo del exilio US-Cuba Democracy PAC ayudó al triunfo, al conseguir que 19 legisladores cambiaran de opinión, luego que la organización les ofreciera contribuciones de campaña.

Lo anterior es un ejemplo del papel desempeñado por el legislador en favor del mantenimiento y aumento del embargo y las limitaciones en los viajes a la Isla. Su salida temporal del liderazgo cameral no significa un cambio de 180 grados en las expectativas de una mayor flexibilidad en un futuro cercano. Pero sí es un golpe hacia los aliados de una "política de línea dura" frente al gobierno cubano.

A DeLay se le atribuye en gran parte el mantener la unidad republicana como un bloque a prueba de fisuras, el mantener un frente unido de apoyo a las políticas de la Casa Blanca por encima de las diversas tendencias dentro del Partido Republicano. Este carácter monolítico, que ha caracterizado al gobierno del presidente Bush, comienza a resquebrajarse —los factores son múltiples— y en lo adelante se verán señales de que cada legislador comenzará a actuar según sus intereses y de cara a los comicios del próximo año.

Y precisamente en las normas que deben guiar la relación entre EE UU y Cuba, hay puntos de vista variados desde hace años entre los republicanos, sobre todo en lo que respecta a los viajes, el embargo y los nexos comerciales.

Donaciones bajo investigación

Los problemas de DeLay no se limitan a los cargos presentados en su cargo por un jurado investigador de Texas. Es el legislador más sancionado en la actualidad por el Comité de Ética de la Cámara. Con tres sanciones en su contra, se encuentra bajo un intenso escrutinio por sus supuestos vínculos con el cabildero Jack Abramoff —quien es objeto de una investigación legal por parte del gobierno federal.

Desde viajes financiados por una supuesta organización caritativa hasta honorarios a su esposa e hija por labores de campaña, lo que está bajo lupa guarda relación tanto con el tráfico de influencias como con regalos solicitados por miembros de su equipo. El proceso también implica a varios de sus asociados.

Desde que DeLay obtuvo el liderazgo de la Cámara, hace una década, no sólo ha acumulado un enorme capital político, que lo convirtió en el tercer hombre más importante en Washington, luego de Bush y el vicepresidente Dick Cheney. Ha recibido millones de dólares en contribuciones de campaña que ha utilizado para beneficiar las campañas políticas de algunos de sus colegas, mediante el comité de acción política (PAC) que lleva el nombre de Americans for a Republican Majority (ARMPAC).

Entre los beneficiados se encuentran varios legisladores de la Florida. Uno es Mario Díaz-Balart, que recibió 10.000 dólares. De esta cifra Díaz-Balart ha donado 5.000 para el fondo destinado a la defensa legal del legislador. Tras la formulación de cargos al líder republicano, los demócratas han pedido que el dinero sea devuelto, entregado a organizaciones caritativas o donado a las víctimas del reciente huracán Katrina. Sólo han prometido hacerlo tres republicanos de la Cámara: los legisladores Kenny Hulshof (Missouri), Heather Wilson (Nuevo México) y Jeb Bradley (New Hampshire). Díaz-Balart ha dicho que sólo devolvería el dinero si DeLay resulta condenado.

Dinero de corporaciones

DeLay no está acusado de utilizar dinero corporativo de forma indebida, sino de permitir a otros ese uso. De ahí el cargo de conspiración. Son varias las firmas a las que se les cuestiona algunas de sus donaciones electorales. Entre ellas está una muy conocida por los cubanos. El jurado investigador ha formulado cargos contra Bacardi USA, por hacer contribuciones ilegales de campaña por valor de 20.000 dólares a los candidatos a la legislatura estatal de Texas, en el caso vinculado con el legislador republicano.

Tras un largo y complejo litigio, Bacardí ha estado cabildeando en Washington en favor de los derechos para poder utilizar la marca Havana Club, que estos momentos es propiedad de un consorcio formado por el gobierno cubano y la licorera Pernod Ricard. DeLay ha sido uno de los actores principales en un proyecto de ley al respecto, que en la actualidad se encuentra en la Cámara y el Senado y que cuenta con apoyo bipartidista. Un comité de acción política de Bacardí ha hecho contribuciones no declaradas a cinco miembros del Congreso, según información aparecida en The Miami Herald. Entre ellos están el senador Bill Nelson y los hermanos Díaz-Balart. Cuatro de los cinco legisladores —entre los que se encuentran Nelson y los Díaz-Balart— son copatrocinadores de la propuesta de ley. Al igual que ha hecho con los otros cargos, DeLay ha negado haber hecho nada inapropiado.

Crisis del verano

El enjuiciamiento del líder republicano ocurre en un momento poco propicio para los republicanos, con la popularidad del presidente Bush en sus niveles más bajos; críticas cada vez más fuertes a la guerra de Irak y Afganistán; altos precios del combustible y cuestionamiento al manejo de la situación creada por el huracán Katrina; una investigación en marcha sobre la filtración del nombre de una agente encubierta de la CIA, que hasta ahora ha involucrado al vicejefe de despacho y asesor presidencial, Karl Rove, y al jefe de despacho del vicepresidente Cheney, Lewis Libby, y otra investigación sobre una venta de acciones hecha por el líder republicano del Senado Bill Frist.

Las consecuencias de esta tormenta en Washington son difíciles de predecir. Falta por ver si traerá algún derrumbe y si éste influirá en la política hacia Cuba.

© cubaencuentro

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