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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Medio Oriente

El nudo gordiano

Tras las elecciones en Israel y Palestina, el conflicto histórico entra en una fase complicada.

El panorama político en el Medio Oriente, después de las últimas las elecciones israelíes y de la toma de posesión del nuevo gobierno de Hamás en Palestina, ha cambiado radicalmente y hasta los más osados analistas se muestran cautelosos sobre el futuro de la región.

En primer término, las elecciones en Israel arrojaron resultados que significan un cambio cualitativo en ese país, después de que Ariel Sharon fundara hace pocos meses el partido Kadima (Adelante).

El partido ganador, Kadima (28 escaños), y el Laborista (20) iniciaron ya contactos para formar el llamado gobierno del reagrupamiento, en referencia al plan de retirada de Cisjordania presentado por el primer ministro en funciones, Ehud Olmert. Éste creó un equipo negociador y fuentes de Kadima afirmaron que el objetivo es formar un gobierno después de la Pascua hebrea, en la segunda mitad de abril.

Tras el recuento de votos, hay doce partidos en el Parlamento israelí. Por primera vez en muchos años, el llamado campo de la paz, aliados naturales de Olmert del centro y de la izquierda, tienen una mayoría holgada de casi dos tercios. La coalición más probable incluye también a los trece diputados del partido ortodoxo sefardí Shas, los siete del Partido de los Jubilados, los seis del ultraortodoxo Unidad por la Torá y el Judaísmo, y los cuatro del frente pacifista Meretz: un total de 78 diputados.

Los resultados de las elecciones israelíes admiten fundamentalmente tres lecturas. Queda abierta la vía para la política de retirada unilateral y parcial de los territorios ocupados en Cisjordania, la reducción y reagrupamiento de asentamientos y la fijación de una frontera mediante el muro de separación, en avanzada construcción.

También supone un cambio generacional y de procedencia de los líderes políticos. Los actuales no tienen el aura de los padres fundadores, tipo Ben Gurión y Golda Meir, o de los que lucharon por la creación del Estado de Israel con las armas y el terrorismo, como Menahem Begin o Itzak Shamir. Ni tampoco aportan al poder el prestigio de haber salvado al país en calidad de brillantes jefes militares en las guerras con los vecinos países árabes, como ocurría con Itzak Rabin, Ehud Barak y Sharon.

El cansancio de la guerra

Por último, la distribución de los votos parece indicar el cansancio de un pueblo que desde 1948 ha vivido en permanente estado de guerra. Causante y a la vez víctima de la violencia. Ahora, el resultado de las elecciones muestra a la mayoría del pueblo israelí deseoso de un sosiego que permita atender los desniveles sociales y las contradicciones de una población heterogénea.

El descalabro en las urnas del derechista Likud y de su jefe, Benjamín Netanyahu, descarta la toma de posiciones de encastillamiento en la negativa a ultranza a renuncias en Palestina.

En realidad, el nuevo Parlamento israelí, elegido el pasado 28 de marzo, será el más vinculado a temas de carácter social en toda la historia de Israel. Según dicen en la Knesset, al menos 61 diputados pertenecen a partidos que han declarado la guerra contra la pobreza y la desigualdad social.

En el futuro, el gobierno de Olmert tendrá que buscar interlocutores válidos del lado de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el problema radica en que el nuevo gobierno formado por Hamás, y encabezado por el primer ministro Ismail Haniye, por el momento no ha dado muestras de buena disposición para sentarse en la mesa de negociaciones.

El pasado 30 de marzo, un suicida palestino que hacía autostop mató a cuatro jóvenes israelíes tras subir a su coche y detonar los explosivos que portaba junto a su cuerpo. El ministro de Información del nuevo gobierno de Hamás, Youssef Rizka, justificó el atentado, al asegurar: "la ocupación" es la "causa de estas operaciones de mártires, al obligar a defendernos".

En cambio, el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, condenó en términos claros esta acción terrorista, lo que lanza serias dudas acerca de una cohabitación razonable entre el gobierno de Haniye y el presidente palestino.

La mediación internacional

Ante estos antecedentes, no resulta raro que el Cuarteto para Oriente Medio, integrado por la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y la ONU, enviara un aviso el pasado 31 de marzo, con tono de ultimátum, al flamante gobierno de Hamás para que reconozca a Israel, renuncie a la violencia y acepte la Hoja de Ruta, si quiere seguir recibiendo las ayudas que las potencias destinan al ejecutivo de la Autoridad Nacional Palestina.

La advertencia responde a la falta o insuficiencia de gestos de Hamás en la dirección requerida y a lo que se juzga como un "preocupante" programa de los islamistas. Sin embargo, recientemente, el jefe de la diplomacia palestina y uno de los dirigentes de Hamás, Mahmoud Zahar, reconoció implícitamente la existencia del Estado de Israel, en una carta remitida al secretario general de la ONU, Kofi Annan.

Sin mencionar explícitamente a Israel, el dirigente palestino evocó por primera vez la idea de "dos Estados" para solucionar el conflicto de Oriente Medio: "las iniciativas de Israel en los territorios ocupados van a poner fin a nuestras esperanzas por conseguir un reglamento pacífico final que asiente las bases de una solución que prevé dos Estados", dice el texto.

No obstante, poco después de conocer la existencia de la carta, un responsable del Ministerio palestino de Asuntos Exteriores desmintió que Zahar haya reconocido la existencia del Estado de Israel. "Es cierto que Zahar ha enviado una carta a Annan. Pero él no ha reconocido a Israel y no hace mención a su derecho a existir, ni siquiera lo ha sugerido", explicó este responsable del Ministerio, que prefirió ocultar su identidad.

Por otra parte, las potencias dieron la "bienvenida" al llamamiento del presidente de la ANP, Mahmud Abbas, para que Hamás se comprometa con una plataforma de paz. Esto era de esperar; y no sólo por el deseo común de implicar a los islamistas en una negociación política, una vez renuncie a la violencia y reconozca a Israel, sino también porque el Cuarteto, y en especial la UE, no pierden ocasión para expresar su aliento y apoyo al hombre a quien ven como un nexo imprescindible para no perder contacto con la cúpula palestina.

No hay que olvidar que la UE y Estados Unidos tienen a Hamás en sus listas de organizaciones terroristas y que hasta que no la retiren —en función de sus méritos—, no lo tendrán fácil para dialogar con sus líderes.

Pronóstico arriesgado

La diplomacia europea apenas oculta su vértigo cuando se plantea la posibilidad, no remota, de que Abbas tire la toalla y se marche a casa. Tal vez si no lo ha hecho, se deba en gran parte a la fuerte presión internacional de la que viene siendo objeto para que resista en el cargo.

Según expertos del Banco Mundial, si se produce la suspensión de la ayuda occidental e israelí al gobierno palestino, calculada en 640 millones anuales, se producirá una baja del 27 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de ese territorio, ya seriamente afectado por cinco años de Intifada. En ese caso, la tasa oficial de desempleo se situaría en el 40 por ciento de la población este año y la pobreza afectaría al 67 por ciento de los palestinos (fue del 44% en 2005).

La lógica apuntaría para que los nuevos gobiernos de Israel y Palestina busquen compromisos en aras de los intereses de ambos pueblos. Pero en esa parte del mundo no siempre el sentido común prima en las decisiones. Además, basta que algunos extremistas palestinos se lancen en actos violentos, para que el gobierno de Tel Aviv adopte medidas duras de represalia y de nuevo se desate la espiral de violencia.

Para que Olmert pueda avanzar con planes concretos de nuevas retiradas de colonos de Cisjordania necesita claras señales por parte del gobierno de Haniye. Es una situación sumamente compleja y quizá es por eso que son muy pocos los que se arriesgan a pronosticar sobre su futuro.

© cubaencuentro

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