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Actualizado: 21/05/2024 22:00

Estados Unidos

La mayor de las hipocresías

Con la prisión de Guantánamo, la política antiterrorista de Washington continúa en entredicho y deja un flanco abierto a las críticas.

Volver a la vida "normal" es "imposible" después de pasar por Guantánamo y sufrir "abusos mentales, psicológicos y sexuales", dijo recientemente en Oviedo (España) el ciudadano británico Ruhel Ahmed, quien permaneció encarcelado dos años y medio en el centro de detención estadounidense en Cuba.

Ahmed, uno de los tres amigos que protagonizan la película Camino a Guantánamo, de Michael Winterbotton y Mat Whitecross, visitó Asturias como parte de la campaña emprendida por Amnistía Internacional (AI) para exigir el cierre de este centro al cumplirse el quinto aniversario de su creación.

El camino hacia Guantánamo comenzó para Ahmed, que tiene ahora 25 años, en su pueblo natal, Tipton (Reino Unido), donde trabajaba como empleado de Correos y del que partió hacia Pakistán junto a dos amigos, Asif Iqbal y Shafiq Rasul, para asistir a una boda.

Los tres entraron en Afganistán "para hacer trabajos humanitarios en una mezquita con una ONG" cuando se desencadenó el conflicto que les impidió salir del país y les llevó a entregarse como prisioneros de guerra a la denominada Alianza del Norte, que los puso en manos del ejército estadounidense.

Ahmed relató que tras veinticuatro horas de vuelo en condiciones de hacinamiento, llegaron a la base norteamericana de Guantánamo. Él y sus amigos fueron introducidos en jaulas y confinados en celdas de aislamiento sin saber de qué se les acusaba y sin que sus familias conocieran su paradero.

"Fue una experiencia horrible en la que no hay ningún momento peor que otro. Cada día temes por tu vida porque de forma continua te están pegando o golpeando", recordó Ahmed, quien agregó que cuatro meses después de su traslado a Guantánamo fueron informados de que se encontraban allí gracias a la mediación de la Cruz Roja.

A preguntas de los periodistas, admitió que el paso por Guantánamo le hizo profundizar en su fe. "Antes no éramos muy religiosos, éramos tíos normales, pero después del paso por Guantánamo somos mucho más religiosos, pero seguimos siendo todavía tíos normales", ironizó.

El relato de Ahmed es un botón de muestra del baldón que representa para el gobierno estadounidense mantener en funcionamiento esta cárcel "especial" en territorio cubano.

Guantánamo es un flanco que deja abierta las puertas a las críticas sobre la política de la administración de George W. Bush. No sería sorprendente que en la actual sesión de la Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra, La Habana enfile sus cañones contra la base estadounidense, con el fin de distraer la atención de las reiteradas violaciones de los derechos humanos en la Isla.

El régimen prefiere pasar página al episodio de la inauguración de esta prisión, cuando el general Raúl Castro, ministro de Defensa, se trasladó a las inmediaciones de la base para garantizar a los estadounidenses que si alguno de los detenidos conseguía fugarse y entrar en territorio cubano sería "capturado y devuelto" a la base.

La vieja dicotomía metrópoli-neocolonia

El escritor y analista Alejandro Armengol dijo sobre este tema a Encuentro en la Red, que "más que la relación con otros gobiernos aliados, la prisión de Guantánamo ha perjudicado la imagen de Estados Unidos, en la arena internacional y en el país. En realidad, Guantánamo es un excelente punto para definir la actitud que se asume ante el terrorismo: ¿es un problema con causas ajenas o propias? Washington se ha empeñado en presentarlo como una situación externa, en la cual esta nación ha sido únicamente una victima".

Armengol opinó que cuando se ve únicamente un origen externo en las acciones terroristas, lo mejor es aislar el asunto, mantenerlo fuera de las fronteras, si este no puede ser eliminado. Según el escritor, el perjuicio a la imagen se da en dos sentidos: moral y de competencia. Moral, porque ejemplifica una renuncia a normas y derechos conquistados en los países democráticos desarrollados, y de competencia, porque demuestra la incapacidad de combatir el terrorismo con medios superiores. A su juicio, no es que el fin justifique los medios, sino que se carece de mejores medios.

En palabras del analista, la prisión de Guantánamo existe en la medida en que Washington no logra controlar por completo la situación en Irak y Afganistán. Esta cárcel, en una base en territorio extranjero, simboliza la incapacidad de romper la vieja dicotomía metrópoli-neocolonia, e imponer un ''nuevo orden mundial''. Por eso, Guantánamo resulta incómodo tanto a demócratas como a conservadores. Lo demás es hipocresía, europea y estadounidense.

Por su parte, Peter Singer, académico norteamericano de la Universidad de Princeton, describió casos de torturas y malos tratos que tienen lugar en la prisión existente en el territorio que Washington ocupa en Cuba. Mientras esto ocurra, señaló Singer, "los ideales que profesa (Estados Unidos) seguirán pareciéndole al resto del mundo la mayor de las hipocresías".

Limbo legal

Por el momento, no parece que exista la voluntad por parte del gobierno estadounidense de eliminar la prisión de Guantánamo. Recientemente, la Corte de Apelación del Distrito de Columbia dictaminó por dos votos a uno que los tribunales no tienen autoridad para decidir si las Fuerzas Armadas mantienen detenidos a estos presos de forma ilegal. Decisión esta que sin duda será recurrida en el Tribunal Supremo, al que corresponde decir la última palabra.

Mantener a estos presos fuera del sistema judicial norteamericano fue uno de los objetivos primordiales de un paquete legislativo que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, logró sacar adelante el año pasado en un Congreso todavía bajo control republicano, como parte de su batería de medidas antiterroristas.

Poco antes, el Supremo había desestimado el plan inicial de la Casa Blanca, que abogaba porque los presos fueran juzgados por comisiones militares. Bush decidió entonces aprobar la conocida como Military Commissions Act, que permite al gobierno mantener detenidos de forma indefinida a los prisioneros extranjeros que catalogue como "combatientes enemigos", y ha abierto la puerta para que los servicios secretos empleen métodos agresivos en sus interrogatorios.

El reverso de la moneda es que algunos de los presos de Guantánamo no son "angelitos" que hacían trabajo social en las mezquitas. En esa cárcel se encuentran, entre otros, Khalid Sheikh Mohammed, ciudadano de origen paquistaní y kuwaití, considerado como uno de los autores intelectuales del atentado contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001. Otro de los sospechosos allí recluidos es el saudí Abu Zubaydah, quien se destacó en el reclutamiento de fundamentalistas para engrosar las filas de Al Qaeda.

Resulta asimismo una paradoja que la cárcel de Guantánamo sea la única prisión en territorio cubano que reciba visitas periódicas de la Comisión Internacional de la Cruz Roja. Dicha organización ha conseguido que mejoren las condiciones de encarcelamiento de los supuestos terroristas.

Si los presos políticos cubanos pudieran recibir estas visitas de la Cruz Roja, es probable que La Habana no se mostrara tan crítica en relación con la cárcel estadounidense de Guantánamo.

De cualquier manera, los reos que se encuentran allí deben tener acceso a la justicia y la administración estadounidense actuaría en democracia si busca una solución para los cerca de 400 presos que permanecen en ese limbo legal.

© cubaencuentro

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