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Actualizado: 27/03/2024 22:30

Autonomías, España, Elecciones

La nueva política española: música de la belleza

¿Sigue siendo posible apelar a una cultura visual para producir una transformación política?

La contienda por las elecciones autonómicas en España ha entrado en su semana definitiva. Los partidos buscan afinar tonos y resaltar contrates. Todo vale con tal de llegar a espacios televisivos, colocar frases contagiosas, o provocar que ardan las redes. También irrumpe la música, como ha sido el caso de la plataforma Más Madrid de Manuela Carmena e Íñigo Errejón. Cuando el pasado 12 de mayo, la plataforma El Observatorio lanzó la canción de reggaetón “Madrid te necesita” de inmediato supimos que estábamos ante algo nuevo. Los estribillos “Sal a la calle y mira, mira / sal a la calle y mira / Madrid te necesita, no basta con la Alcaldía” se yuxtaponían con imágenes de jóvenes bailando y pasándolo bien en una plaza al aire libre.

La fiesta interrumpía el tiempo de la política escenificada, algo poco habitual en un presente donde la política del statu quo se ha transformado en seriedad enchapada. Según Iago Moreno, miembro de El Observatorio y de la revista La trivial, “el tema de reggaetón no solo fue un éxito efervescente, sino que desbordó las intenciones de la plataforma madrileña”. Si hay algo de novedoso en la nueva política española —además del estrecho vínculo entre los intelectuales y los partidos— es la originalidad estética de Más Madrid. Lo que desborda los límites de un partido, habilita la irrupción de una imagen que contagia a la gente. Por eso el gran lema del errejonismo desde Vista Alegre II ha sido “recuperar la ilusión”. No hay ilusión sin ritmo.

Sin embargo, la ingeniería pictórica de Más Madrid no solo discurre en los parámetros del discurso, sino que es también pura imagen. Sólo hay que ver el cuidado de las superficie de los carteles o la depuración iconográfica en las banderas. ¿Sigue siendo posible apelar a una cultura visual para producir una transformación política? Aquí debemos proceder con cautela. Quien observa hoy el diseño de Más Madrid recordará un vago parecido en el imaginario plebeyo del programa de la televisión argentina 678 que durante el kirchnerismo agitó un fuerte contraste entre los gustos populares y los de las élites.

En Más Madrid está presente la fiesta, no así la dimensión chabona y militante de las bases argentinas. En este sentido específico, Más Madrid se abre a la belleza como forma de lo sublime secularizado. Es decir, el sentido lo sublime no aparece como una forma sentimental ante la omnipotencia de un poder absoluto, sino como modo de relajación de las pasiones mediante el humor, la fiesta, y la celebración. De ahí que el trabajo de Más Madrid se encuentre más cercano a la búsqueda de la belleza que al montaje ultrapolítico del peronismo. La belleza en la imagen es lo que la transversalidad es a la política. La belleza nos atraviesa a todos, y por eso es el común de la experiencia.

En un sentido específico, la belleza no es cultura, aunque puede darle forma. A lo largo del siglo veinte, uno de los errores de la izquierda fue haber desatendido sistemáticamente lo bello como arma ideológica de la cultura burguesa. Hoy sabemos que la belleza, si es que de algo así puede hablarse en sentido genérico, se resiste a ser propiedad de una clase o de un grupo social. El mismo Antonio Gramsci no estuvo en condiciones de elaborar un concepto de lo bello que acompañara a su teoría de la hegemonía cultural. Hace un siglo se pensaba que un trabajo pasivo podía transformar las mentalidades del pueblo; un siglo después, sabemos que esta hipótesis ha quedado superada por los mecanismos efectivos de inclusión al consumo, así como por las mediaciones mercantiles en las grandes metrópolis globales.

Necesitamos una teoría de la belleza que releve el concepto de cultura como motor de las sociedades. Como recientemente ha dicho Emanuele Coccia en relación con la moda, desde donde décadas las ciudades mismas se han convertido en espacios para explotar el deseo de ser cualquiera, esto es, de expresarnos mediante la moda como desfile ininterrumpido de estilos singulares. El humano es primero un ser de la moda, y solo luego un sujeto de cultura. Esto supone, en primer lugar, defender una sensibilidad que relativice los valores que nos impone el consumo. Vivimos en una época expresionista, se ha dicho recientemente. Lo que quiere decir que sólo podemos avanzar mediante una defensa de los estilos, mas no desde la imposición de un culturalismo regulado. Una política de las expresiones haría posible que la belleza fluya como la música más suprema de la ciudad. Algo así fue lo que Platón llamó kallipolis.

Todo esto no significa que Más Madrid desentienda la cultura como problema institucional, todo lo contrario. Si revisamos el programa de cultura “Más Cultura, Más Madrid” es fácil conocer un itinerario programático, legible, y ordenado. Jazmín Beirak, la responsable de cultura en el grupo, apostaba en el encuentro de este domingo en el Parque del Oeste de Madrid por una descentralización cultural, no para abandonarla a su suerte, sino para afirmar un movimiento de transformación integral en el seno de la sociedad. Este énfasis no es menor, ya que coloca la regeneración de las infraestructuras metropolitanas en el plano de las sensibilidades. Como decía Beirak: “La misión repera la brecha entre cultura y vida y poner en el centro al deseo”.

Conviene decir que esto se hace no con propósitos ideológicos, sino desde el fortalecimiento de la educación pública; y más importante aún, con el propósito de liberar el tiempo de la vida contra la gestión incondicionada de los fines. En estos días también lo ha dicho muy bien una columnista del New York Times: nuestras sociedades necesitan formas más cercanas al ocio que a las pretensiones del éxito o del reconocimiento. Más Madrid tiene una oreja puesta en un problema que hoy concierna a la posibilidad de hacer otra política desde lo más concreto de nuestra experiencia urbana.

Después de todo, descentralización y belleza apuntan a un mismo lugar: otra forma de entender la ciudad y sus cuidados. Descentralizar la cultura supone la invitación a una nueva poesía de la mirada y del movimiento de los cuerpos. Quizás no sea casual que el cierre del debate en el Parque Oeste, Íñigo Errejón dijo algo que rozaba implícitamente al problema de la belleza: “la cultura es algo que nutre a las almas de los vivientes”. La belleza es también una forma de protección de las inclinaciones y de los tiempos del humano.

Podríamos así decir que la esencia de la moda es dar cobijo a esta dimensión interior. Pero no hay política sin corbatas, disfraces, blusas, faldas, colores, peinados, o gafas de sol. Wendy Rhoades, la seductora psicóloga de la serie norteamericana Billions, en la tercera temporada nos entrega una definición para nuestra época: desde mi encantamiento transmito lo inesperado. Una política sin la estilización de lo bello ha perdido interés, y en realidad tiene muy poco que ofrecernos en el estado actual del mundo. Por eso, y más allá de los resultados del próximo domingo, Más Madrid ya le ha donado la belleza a la política que viene.

Gerardo Muñoz enseña en Lehigh University, Pensilvania. En Twitter, @GerardoMunoz87.

© cubaencuentro

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