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Actualizado: 08/05/2024 7:38

Brasil

La reconquista comenzó

El papa Benedicto XVI se despidió con duras críticas a la pobreza mayoritaria y la certeza del fracaso del marxismo y el capitalismo.

"Llevo a Brasil en la memoria y el corazón", fueron las últimas y quizás las más inolvidables de las expresiones del papa Benedicto XVI al concluir una visita pastoral de cinco días a Brasil, en la que se mostró afectuoso, atento y cariñoso.

Sin embargo, con su partida se inicia un intenso debate que debe trazar el rumbo y los duros desafíos de una Iglesia que tiene en América Latina al 42% de sus fieles.

Con una agenda amplia, cumplida en la mayoría de las veces con puntualidad, el máximo representante del Vaticano, fustigó el desempeño de la iglesia brasilera, así como la labor de sus obispos.

El catolicismo en Brasil ha tenido que asumir, según estadísticas oficiales, el abandono de más de 126 millones de fieles entre 1980 y 2004. Tal realidad, unida al creciente número de sectas que han sido fundadas, recibió el verbo crítico de su Santidad.

Objetivos claros… ¿Cumplidos?

Pese a todo, el episcopado mundial no pudo obviar que aún Brasil es considerado el país que registra el mayor número de católicos en el mundo, con 140 millones. Por eso la visita del Papa se centró en temas esenciales.

En medio de una realidad difícil, desde su llegada fustigó a los políticos que proponen legalizar el aborto. Y aunque de los diálogos sostenidos con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva no trascendieron determinaciones al respecto, la embajadora brasileña ante la Santa Sede dijo en conferencia de prensa que el Papa había recibido garantías de que el gobierno no tomará medidas que faciliten esa práctica.

Días antes, Lula había enfatizado que el aborto debía entenderse en el país como un problema de salud pública y criticó la posición de la Iglesia Católica al respecto. Sin embargo, la producción de biocombustibles y la lucha contra el hambre protagonizaron las conversaciones conjuntas entre los mandatarios.

Aunque las diferencias de estilo entre Benedicto XVI y su predecesor, Juan Pablo II, se notaron desde el inicio, el apoyo alegre y masivo del pueblo brasileño fue destacable. De hecho, la canonización de Frei Galvão, primer santo nacido en Brasil, en la cual se obviaron algunos de los tradicionales pasos, podría entenderse como un nuevo incentivo para los fieles. A todas luces, el Papa ha querido dejar claro que el futuro de la Iglesia Católica depende en gran medida del gigante sudamericano.

De sus discursos se pueden desprender dos aspectos fundamentales: el énfasis de su pontificado en los valores tradicionales de la familia y el matrimonio, y en segundo lugar, su apoyo a la necesidad de reconquistar el terreno perdido, con el protagonismo incluso de misionarios.

En un extraordinario encuentro con los jóvenes de Latinoamérica, reunidos en São Paulo, habló de los peligros que amenazan el mundo y de las directivas a asumir: "Los bosques actuales no tienen vida", la "devastación ambiental del Amazonas y las amenazas a la dignidad humana de sus poblaciones exigen un mayor compromiso en los diferentes ámbitos de acción".

Sobre el matrimonio, enfatizó en la necesidad de respetarlo y venerarlo como una institución sagrada, y en referencia a la castidad, recalcó que necesita de un espíritu de sacrificio y renuncia.

Benedicto XVI criticó duramente a los traficantes de drogas y enfatizó que la pobreza debe ser combatida con verdadera vocación en Cristo. De hecho, hizo énfasis en la dura realidad que enfrenta Brasil. De igual manera, rechazó la investigación con embriones, el divorcio, la unión libre y habló críticamente sobre la prensa que desprecia y ridiculiza la castidad.

Pese a que quedó gratamente impresionado con la acogida de los brasileños, el Santo Padre tuvo inquietudes sobre las desigualdades existentes en Brasil.

Marxismo y Capitalismo: fracasos

Si el discurso del Papa a los obispos brasileros estuvo marcado por duras críticas y pesimismo, sus palabras de apertura para la 5a. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM) tuvieron un tono positivo.

En portugués y español, el Papa aseguró que es el Reino de Dios lo que debe guiar a los fieles y no las ideologías que no tienen a Dios en su centro. "Eso no significa que los católicos deban cerrar los ojos a la realidad social del continente", añadió.

Viejo enemigo de la influencia del marxismo sobre la Iglesia, Benedicto XVI no tuvo el menor reparo para criticar el capitalismo occidental: para él, los dos sistemas fracasaron en sus promesas de crear un mundo mejor al dejar a Dios a un lado, fuera de la vida humana o entre paréntesis, como textualmente habló.

Sin embargo, elogió la contribución de las culturas indígenas de América Latina para la fe cristiana, como "generadora de un precioso tesoro de religiosidad popular".

Sus palabras fueron interrumpidas varias veces por ovaciones cerradas y espontáneas de los obispos latinoamericanos, quienes extenderán sus debates durante 19 días en la Basílica de Aparecida. Frente a ellos, el Santo Padre volvió a criticar lo que consideró amenazas a la vida humana y la familia, como el aborto, el materialismo y el relativismo ético.

De todo su discurso hacia las Américas, se desprendió una visión excesivamente optimista del proceso de evangelización del continente. Como nota final, dejó dos grandes polémicas sobre el tapete: negó que la Iglesia bautizara a la fuerza a los nativos del continente y pidió el apoyo de los gobiernos para que apoyasen a las mujeres que preferían quedarse en casa para cuidar de sus hijos.

Sobre el primer asunto, agregó que ese proceso no fue una imposición de una cultura hacia otra, sino una fusión de elementos nativos y europeos que ha caracterizado hasta hoy el catolicismo latinoamericano.

Aseguró abiertamente que la única manera de buscar más fieles en el continente es con el mayor tesoro de la Iglesia, la fe en el amor de Dios. En clara referencia a movimientos políticos y nacionalistas en América, dijo que ni una ideología, ni un movimiento social, ni tampoco un sistema económico deben protagonizar esa lucha.

Sólo el tiempo dirá…

El poder suave de la simpatía mostrada por Benedicto XVI en Brasil no disfrazó el hecho de que dirige una Iglesia que, como él mismo reconoció, se busca a sí misma para encontrar las formas de mantener el vigor de la fe cristiana.

Algunas manifestaciones, protestas y leves escaramuzas entre fieles católicos y enemigos de la Iglesia, evidenciaron que no es este el mejor momento del catolicismo. No obstante, desde Brasil la visita del Papa ya se considera, además de histórica, exitosa.

De vuelta a Europa, el Pontífice regresa también al continente en el que libra una batalla contra la falta de valores y la descristianización.

La prueba del tiempo indicará si además de recoger los frutos de su visita a Brasil, el Papa conseguirá globalizar la efectividad de su mensaje claro, enfático…, junto a su recién descubierta efusividad. Al menos en América Latina, la reconquista por nuevos y mejores tiempos ha comenzado.

© cubaencuentro

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