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Actualizado: 15/05/2024 1:03

Georgia

Las rosas marchitas

El país caucásico se lanza a las calles contra la gestión autoritaria del presidente Saakashvili, quien en 2003 había depuesto al ex comunista Shevardnadze.


Precaria democracia, conflictos interétnicos, descontento popular y corrupción rampante son los factores que precipitaron en días recientes una nueva revuelta política en Georgia, esa ex república soviética donde nació Stalin y que ahora es codiciada, tanto por Washington como por Moscú, por su estratégica posición en el Cáucaso.

Los dramáticos hechos se desencadenaron a mediados de noviembre, cuando fuerzas de la oposición se lanzaron a las calles de Tbilisi (la capital) reclamando la renuncia del prooccidental presidente Mikhail Saakashvili, quien lanzó la policía contra los manifestantes de manera sangrienta, al tiempo que decretaba el Estado de sitio y clausuraba la prensa opositora.

Esta reacción autoritaria y desmedida, que arrojó un saldo de cientos de heridos, dejó asombrada a la prensa y a los analistas internacionales, así como a los gobiernos democráticos de Occidente, quienes enseguida tomaron distancia del presidente Saakashvili, quien había llegado a su posición tras encabezar en 2003 la llamada "revolución de las rosas" y presentarse como el demócrata por excelencia.

En aquella ocasión, hace exactamente cuatro años, Saakashvili depuso al ex comunista Eduard Shevardnadze, quien enfrentaba a su vez una situación parecida a la actual: ambiente de inestabilidad política, económica y territorial de un país que incluye a Abjasia (independiente de facto) y a Osetia del Sur (que pretende la soberanía). Pero, el joven demócrata no pudo realizar la difícil misión apaciguadora que heredó de su antecesor.

En estos momentos, Georgia cruza los dedos y las distintas fuerzas políticas se preparan para los comicios anticipados que se celebrarán el próximo 5 de enero. Ya se ha iniciado una campaña electoral donde ambos bandos, gobierno y oposición, se acusan mutuamente de ser pagados, unos por Moscú y otros por Occidente.

¿Moscú detrás de la revuelta?

El prooccidental Mikhail Saakashvili ha acusado en repetidas ocasiones a los servicios de inteligencia de Rusia de haber orquestado las demostraciones de noviembre en Tbilisi y empujado a los manifestantes a la violencia. Justifica de esta manera que la policía haya tenido que utilizar bombas lacrimógenas, cañones de agua y balas de goma para dispersar a la gente, entre los que se contaron cientos de heridos.

No es la primera vez que el gobierno de Tbilisi utiliza la retórica contra el Kremlin para explicar los problemas internos en el país. Mantiene que Moscú apoya a los separatistas en Abjasia y Osetia del Sur y viola la integridad territorial de Georgia.

De inmediato, Moscú calificó las palabras de Saakashvili de "histéricas" y describió la paliza dada a los "pacíficos manifestantes" como un ejemplo de "democracia estilo Georgia", en alusión a la inclinación prooccidental del gobierno de esa antigua república soviética que los rusos consideran como "su traspatio".

El agrio intercambio entre Moscú y Tbilisi llevó al ministro de Guerra de Georgia, David Bakradze, a decir que Rusia utiliza a Abjasia para elevar su presencia militar en ese trozo de territorio georgiano separatista, donde también ha estacionado tropas chechenias rusas. Esto es, a su juicio, "una profunda traición a la unidad caucásica". Estas palabras fueron consideradas por la cancillería rusa como una mera "provocación".

Y para mostrar que es "un vecino amistoso", Rusia anunció el pasado 13 de noviembre la retirada de sus tropas de Georgia. También cerró la Base Militar de Batumi, en la ciudad portuaria de ese nombre en el Mar Negro, donde los rusos mantenían un fuerte desde hace siglos.

¿Qué dice la oposición?

El jefe del opositor Partido Popular, Koba Davitashvili, considera que la libertad de prensa y opinión en la república caucásica sigue estando limitada tras el levantamiento del Estado de excepción. Dice que el medio más perjudicado ha sido el canal Imedi TV, cercano a la oposición y que continúa fuera del aire.

"Los tribunales, complacientes con el presidente Saakashvili, han acusado a los productores de hacer un llamamiento al derrocamiento del gobierno durante los días de más manifestaciones", denunció Davitashvili, a quien el presidente considera "aliado de Moscú", aunque en el programa del Partido Popular se dice lo contrario y en su política hacia Rusia coincide con las declaraciones del gobierno.

La analista georgiana Marina Muskhelishvili admite que hay un conflicto de intereses ruso-georgiano, debido a la intención de Tbilisi de ingresar a la OTAN; pero se debe "diferenciar entre esta situación de geopolítica y la lucha actual entre el gobierno y la oposición, la cual no tiene que ver nada con Rusia".

Una posición parecida tiene Thomas de Waal, experto en el Cáucaso del Instituto Británico de Guerra y Paz, quien declaró en un informe circulado a la prensa que "no existen bases reales para afirmar que los rusos tienen que ver con los problemas de la política interna en Georgia". En su opinión, "obviamente lo más fácil es echar la culpa a los rusos cuando llega la crisis".

De cualquier manera, los observadores estiman que el enfrentamiento entre Moscú y Tbilisi no sorprende a nadie. "En Georgia todavía existen las reminiscencias de los malos hábitos en política heredados de los tiempos soviéticos", afirmó Sergei Markedonov, experto del Instituto de Política Militar de Moscú, quien agregó: "También en Moscú hay políticos que culpan a Occidente por todos los males del mundo y no es raro que en las ex repúblicas soviéticas se practique la misma percepción, pero al revés".

¿Cómo lo ve Occidente?

Estos argumentos quizás explican por qué un diario como The Washington Post haya lamentado: "En sólo una semana, el presidente de Georgia (…) probablemente hizo más daño a la "promoción de la democracia" de EE UU, que lo que una docena de Pervez Musharrafs podrían hacer".

Y aunque otros medios consideran la violencia reciente en Georgia como un "incidente aislado", también reconocen que "incluso el joven y educado presidente georgiano ha contrariado a su electorado, el cual se queja de que no se ha hecho nada contra la corrupción, que fallan las instituciones judiciales, que no progresan las reformas clave y que se sienten disgustados por la arrogancia con que se ejerce el poder, la presión sobre la prensa para que actúe en línea con el gobierno y la centralización de las decisiones, que llevan a resultados como que se utilice el 22% del presupuesto en gastos militares, en vez de en programas sociales, tan necesarios para el empobrecido país".

Estas opiniones fueron confirmadas por una encuesta de Gallup, en la cual se comprobó que el 85% de los georgianos considera el papel de la oposición como un factor importante para la democracia, el 78% cree que la democracia es el mejor sistema para el país, y sólo el 14% dijo estar satisfecho con el modo en que el gobierno aplica la democracia.

Una visión más real

Si miramos un mapa, enseguida se comprende cuál es la verdadera raíz del problema. Esta antigua república soviética, de cinco millones de habitantes —la mitad de Cuba en población y en extensión territorial—, está ubicada en el mismo corredor por donde pasa el petróleo del Mar Caspio hasta el Mar Negro, y de ahí a los mercados del mundo. Tanto a Rusia como a Occidente le interesan la estabilidad de Georgia, porque el oleoducto que va de Bakú al Puerto de Supsa debe funcionar sin interrupción.

Esto no es nuevo. Durante siglos esta posición geográfica fue también la fuente de rivalidades entre Persia, Turquía y Rusia, hasta que finalmente Rusia se la anexó en el siglo XIX, y después de culminada la revolución bolchevique el Ejército Rojo invadió Georgia y la incorporó a la Unión Soviética un año más tarde.

Luego, cuando cayó el comunismo en la URSS en 1991, los georgianos votaron por la independencia y eligieron como su primer presidente al líder nacionalista Zviad Gamsakhurdia. Pero un año más tarde, Eduard Shevardnadze dio un golpe de Estado y se puso en su lugar. Sin embargo, el deterioro de la economía, tras el colapso de la URSS, afectó a Georgia, que perdió los mercados rusos, de los cuales era totalmente dependiente.

Resudan Tsereteli, periodista y economista, dijo a ENCUENTRO EN LA RED que la economía de Georgia, mimada en tiempos soviéticos por ser la cuna de Stalin, hoy está casi en ruinas. Cita la ciudad industrial de Rustavi, un modelo del pasado —a 30 kilómetros de Tbilisi—, donde estuvieron las mejores acerías de la Unión Soviética, se producían armas para 30 países y su industria química, Azoti, vendía el 80% de su producción a Turquía. Pero cuando la URSS se desintegró en 1991, las fábricas se paralizaron. Hoy sólo hay tres fábricas funcionando y las empresas que en los 80 producían el 90% del presupuesto, ya no existen o están en quiebra.

Tsereteli estima que a pesar de que el presidente Saakashvili ganó las elecciones con más del 96% de los votos, los retos que ha tenido por delante no se resuelven solamente con buena voluntad y las palmaditas en el hombro dadas por Occidente.

Otra analista, Liz Fuller, asegura que esta es la razón por la que las tropas rusas "pacificadoras" no se retirarán de Abjasia, a orillas del Mar Negro, donde se desató en 1992 una de las guerras postcomunistas más sangrientas entre abjasios y georgianos.

Esa hermosa ciudad, que fue en su tiempo favorita de los turistas esteeuropeos y ahora trata de recuperar su esplendor, se convirtió al fin de la Guerra Fría en uno de los centros de muerte más brutales del mundo. Allí se enfrentaron los federalistas georgianos y las tropas separatistas abjasias, despedazándose unos a otros. Nadie comprendió y, a decir verdad, a casi nadie le importó entonces lo que allí estaba pasando.

La guerra, por otro lado, destruyó las riquezas del país. En la época comunista, Georgia exportaba ella sola el 97% de toda la producción soviética de té y cítricos. Actualmente, todo ese comercio desapareció, pero la zona sigue siendo una posición estratégica para el acceso a Turquía.

Territorios en disputa

En un reciente referendo, celebrado en Osetia del Sur, de 70.000 habitantes, ratificó la opción de independencia de esa región, que ya se había manifestado desde 1992. Aunque este resultado no está reconocido por la comunidad internacional, sí tiene amplio significado en la política interna de Georgia.

El conflicto abierto entre Georgia y las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia (a orillas del Mar Negro y que también se declaró a favor de la independencia en 1999) están en el centro de la enemistad entre Rusia y este país del Cáucaso. Ambos territorios se han mantenido fuera de la jurisdicción de Tbilisi por más de una década, después de las guerras de 1990-1992 y 1992-1993, respectivamente.

Este hecho ha sido aprovechado por el presidente ruso Vladimir Putin, quien ha ayudado a ambas regiones y permitido a sus residentes obtener pasaportes y pensiones rusos. Paralelamente, miles de turistas rusos visitan ahora las costas de Abjazia cada verano y la población de Osetia del Sur se ha relacionado cada vez más con la república rusa de Osetia del Norte, con la que mantiene fronteras comunes.

Y aunque el presidente Saakashvili ha declarado que restaurará la integridad territorial del país antes de que termine el año 2008, y que reemplazará la fuerza pacificadora rusa en esa área por soldados internacionales, la verdad es que sólo una pequeña parte de la población desea que esto se convierta en realidad.

Es más, los osetios y los abjasios afirman que si Naciones Unidas da la independencia a Kosovo, en contra de la voluntad de Belgrado, ellos tendrían el mismo derecho a declararse independientes de Tbilisi, ya que ambos territorios se pronunciaron por la independencia desde los años noventa en sendos referendos.

Saakashvili: ¿héroe o demagogo?

Mikhail Saakashvili, de 39 años, fue el ídolo de la Revolución de las Rosas, en noviembre de 2003 en Georgia, cuando se lanzó a las calles y arrastró tras sí a cientos de miles de ciudadanos en demanda de democracia y libertad, un movimiento que dio al traste con el gobierno de Eduard Shevardnadze, quien había sido ministro de Exteriores de Gorbachov y uno de los padres de la política de Glasnost.

Sus opositores dicen ahora que Saakashvili practica en realidad un autoritarismo que criticó en el pasado y ponen como ejemplo la reciente represión con que detuvo a los que manifestaron su desacuerdo con el gobierno. Pero el educado abogado Saakashvili alega que tuvo que actuar para impedir la influencia de Rusia.

Desde que tomó el poder en 2004, Saakashvili inclinó el país hacia occidente, introdujo la economía de mercado y anunció su intención de entrar a la OTAN. Prometió al pueblo acabar con la corrupción, recuperar los territorios de Abjasia y Osetia del Sur y llevar la prosperidad al país. En realidad, no ha podido cumplir casi ninguna de sus promesas y ahora echa las culpas a Moscú.

Nacido en Tbilisi, se pasó la vida estudiando en Ucrania, Francia y Estados Unidos, y trabajó como abogado en Nueva York. En octubre de 2000 regresó al país y fue nombrado ministro de Justicia por el entonces presidente Shevardnadze, pero dos años más tarde renunció diciendo que no podía seguir formando parte de un gobierno "tan corrupto". Entonces fundó el partido Movimiento Nacional y en las elecciones municipales fue elegido alcalde de Tbilisi.

En noviembre de 2003 aprovechó el descontento popular contra Shevardnadze para liderar pacíficas protestas callejeras que provocaron la renuncia de su mentor, a quien reemplazó no sin antes señalar a las masas: "Se lo dije con mucho dolor… Mire Sr. presidente, tuvo la oportunidad de convertirse en el padre de la nueva Georgia, pero no fue capaz".

© cubaencuentro

3 Comentarios


3 by Cualquiera (Usuario no autenticado) 30/11/2007 11:50

Cualquiera que venga después de Castro será mejor. Hasta el diablo. Lo que necesitamos es el cambio. Quitar la odiosa y tiránica presencia. Después, ya con la experiencia que tenemos, se verá que hacemos.

2 by Roberto Marrero (Usuario no autenticado) 29/11/2007 15:50

Me gustaría saber qué sabe la Camarada Nilda Navarrete sobre cualquiera de éstos asuntos, me parece que es una buena palanca que alguien le ha dado, no cuadra nada...

1 by Pedro Luis (Usuario no autenticado) 29/11/2007 13:30

Del artículo sobresale: Precaria democracia, conflictos interétnicos, descontento popular y corrupción rampante son los factores que precipitaron en días recientes una nueva revuelta política en Georgia, esa ex república soviética donde nació Stalin... ¡Pobre pueblo de Georgia! Después de salir de un régimen comunista, en cuatro años están peor o igual que antes. Este es un espejo donde debemos mirarnos los cubanos, para que no se repita en la isla. Ojala que al salir del regimen actual en Cuba, los que vengan después no se desprestigien como estos de Georgia. El cambio no es suficiente, si los que lo promueven son terriblemente egoistas y corruptos como los anteriores. Con el nivel de corrupción generalizada en Cuba, y la mentalidad de robar y no trabajar que se ha impuesto en la isla, ¿podremos confiar en que el gobernante que venga después sea honesto, y que pueda llevar adelante la politica adecuada?

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