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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Bolivia: Reportaje

Los ecos del asalto

La nacionalización muestra la cara más radical de Evo Morales y abre una contienda en el seno de la izquierda.

Durante su campaña presidencial, Evo Morales dijo muchas veces que iba a llevar a cabo nacionalizaciones, y tal proyección le sumó contingentes de partidarios. Eso es lo que acaba de hacer con los hidrocarburos. El verdadero dilema reside pues en los términos en que las nacionalizaciones se han planteado.

Para el escritor boliviano Carlos Toranzo, doctor en Economía y magíster en Ciencias Políticas, lo que muestra la realidad es que "Morales ha movido el alfil muy lejos, ha puesto sobre la mesa cartas duras y la respuesta que recibirá de las transnacionales y gobiernos que las respaldan —en particular Brasil y España— pueden ser también muy duras". Ya han amenazado con llevar el problema a tribunales internacionales, abandonar el país o detener las inversiones.

El cónclave entre Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela en Iguazú no fue más que el instante que antecede al primer round, donde se explican ciertas reglas, que comúnmente violan los boxeadores. El desafío aquí tiene un signo, el del dólar. Si todos los humanos sabemos que el sol sube cada mañana hacia el cenit, de igual manera puede saberse que los precios del combustible boliviano subirán.

Por supuesto que nacionalizar es un derecho, y esto fue prácticamente lo único relevante que se proclamó en Iguazú, además de un aplazamiento de apóstrofes y amenazas.

Tormenta inesperada

A causa de la inutilidad del evento en la ciudad argentina, el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha recibido fuertes críticas por lo que numerosos sectores y analistas cariocas llaman "debilidad". El canciller Celso Amorím apenas logró defenderse en una conferencia de prensa preñada de dardos.

Teniendo en cuenta que si bien los directivos de las entidades más perjudicadas, Repsol-YPF y Petrobras, imaginaron que se les echaría encima una política distinta a la anterior, sus relaciones con el gobierno actual no habían sido particularmente tirantes y de ningún modo esperaban esta tormenta. La Paz amenaza con participar hasta del 82 por ciento del valor de la producción, y si las auditorías que anunció lo determinan, esa participación podría subir al 90 por ciento.

La toma militar de los yacimientos fue otro suceso que no dejó dudas de la hegemonía de Morales sobre las fuerzas armadas, en un país donde las asonadas castrenses, dos décadas atrás, se contaron por puñados. El asalto tuvo como antecedente propicio la sustitución de 28 generales por igual número de altos oficiales que gozan de su confianza. Como buscando borrar cualquier duda sobre la fiereza de su decisión, La Paz anunció para principios de esta semana la designación de tres directores de entidades a nacionalizar.

Observadores coinciden en que las negociaciones que se avecinan serán muy ásperas, pero para el reconocido comentarista político Alejandro Guillier "la desmesurada postura de La Paz pretende forzar un diálogo en el cual pueda obtener una tajada mayor de la que hubiera alcanzado desde disposiciones menos extremas".

La sombra de Chávez

Aunque el presidente venezolano Hugo Chávez negó que la nacionalización se discutiera pocas horas antes del primero de mayo en La Habana, que testimonió lo que Granma llamó abrazo entre Morales, Fidel Castro y Chávez, hay que ser sordo en política para desechar lo acordado allí.

Y más allá de lo que económicamente significaría el anuncio, el mismo sirvió para realzar en las encuestas a Morales, cuya popularidad había perdido doce puntos. Una semana antes del triunvirato en la urbe cubana, el jefe del partido Movimiento al Socialismo (MAS) aseguró que las nacionalizaciones se habían estancado.

Una de las paradojas del caso es lo que el ex cónsul chileno en Bolivia, Emundo Pérez, denomina "tendencia a la improvisación de Morales", pues "sus decisiones no vienen precedidas de un fundamento jurídico ni administrativo que resguarde las nuevas condiciones". Esto alargará el proceso negociador que difícilmente no sobrepasará los 180 días que se situaron como plazo para implementar lo prometido en la fecha de los trabajadores.

Una de las preguntas técnicas aún no respondidas reside en hasta dónde podría Bolivia sustituir la tecnología que por varios miles de millones han invertido en la nación altiplánica las empresas extranjeras y su experiencia en la extracción tanto de petróleo como de gas, así como incrementar la inversión. Una ruptura haría todavía más incierto el futuro de Bolivia, cuyo gobierno parece ir hoy en carro de triunfo.

Pero si algo tiene Morales muy claro es que Chávez ejerce predominio en Venezuela a través del control del ministerio de petróleo, es decir, PDVSA, y es aquí donde más se asemejan en la actualidad estos presidentes; algo que incluso opaca el incremento previsible de la colaboración. Como bien dice Toranzo, es en el espejo de la hegemonía de Chávez en el que constantemente se mira el ex líder cocalero.

Si el jefe de Estado controla los hidrocarburos, como pretenden desembozadamente sus nacionalizaciones, no habrá uno sino dos Chávez en América Latina, cada cual a su dimensión. Y serán dos también los centros de irradiación populista.

Nadie pone en tela de juicio la influencia del mandatario de Venezuela en el proceso boliviano. Su afán de protagonismo y su intervención en los asuntos internos de Perú, Chile, Colombia, etcétera, amén de reiterados encontronazos y de afectar con su retórica estridente incluso a aquellos que parece defender, como en el reciente caso del candidato Ollanta Humala, va en desmedro del liderazgo natural que debe ejercer Brasil en la región, que se desplegaría mesurado, realista, dialogante, según reclama el mundo de la globalización.

Aunque constantemente lo ametralla en sus discursos, Chávez le vende anualmente a Estados Unidos decenas de millones de barriles de combustible. Amparado en los precios más altos de la historia, el ex golpista, sin tirar un tiro, ha llegado más lejos de lo que Castro soñó durante la guerra fría.

El sociólogo y economista cubano Francisco León, en conversación con Encuentro en la Red, recuerda que "donde el Che fracasó, en el país donde los campesinos se negaron a secundarlo, allí se da un proceso como el de Evo Morales", y allí precisamente —agrega Toranzo— el poder se mira en el espejo de Chávez.

Alarma en la izquierda

Parece difícil objetar que lo nuevo en las nacionalizaciones de Morales no está en los hechos, sino en la época, en la cual la postura no luce insertada, sino encajada. Ni tirios ni troyanos niegan hoy el derecho de las transnacionales a defenderse legalmente, a exigir que sus contratos legales no se vulneren.

A principios de los sesenta recibió Cuba el aplauso de la mayoría de las fuerzas de izquierda en el planeta por confiscar propiedades extranjeras, que nunca tuvo intención de pagar. Por la misma acción que hoy lleva a cabo Bolivia, pero menos radical, no escucha aplauso sino crítica de gobiernos de izquierda y partidos de esta tendencia adecuados a los tiempos que corren. Son ellos los primeros alarmados y los que repiten las palabras de un reciente editorial del derechista diario chileno El Mercurio, que califica el golpe de mano en Bolivia como un esquema revolucionario trasnochado.

Como los años sesenta y setenta no son los de la primera década del siglo XXI, un paso tan riesgoso se ha ido acompañando de declaraciones de sí y no, a medida que el panorama, en pocas horas, se recalentaba. Si tanto el mandatario como su vicepresidente Álvaro García dijeron en La Paz que nacionalizarían todas las riquezas, Morales dio marcha atrás y después subrayó exactamente lo contrario.

Las ambiciones del populista

Comentaristas suelen acotar la nacionalización del hidrocarburo, como si aquí terminaran las ambiciones de Morales. Pero incluso restringiéndolo momentáneamente a esta rama, habría que tener en cuenta que intereses norteamericanos, ingleses y holandeses también serán afectados por las medidas de La Paz.

Ni la Unión Europea ni EE UU se mostrarán complacientes si el tema arriba a un tribunal internacional, sin contar enemigos dentro de la propia Latinoamérica.

Como todo buen populista, Morales sabe que apoderarse de los hidrocarburos no basta. Al poder tampoco le basta la Constitución y pugnará por varios períodos presidenciales.

En sus amigos Chávez y Castro, a pesar de las diferencias, ausculta dos ejemplos inmejorables. Mientras el cubano parece decidido a superar la media centuria en el poder, el ex golpista ya amenaza con convocar un referendo que le permita continuar al frente del país hasta 2031, mediante una reforma constitucional.

En el fondo, Chávez pretende lo que se ha denominado "reelección indefinida", y la justificación para tamaña convocatoria parece una trampa. Si la oposición no concurre a los comicios, si alega fraude o se queja ante la OEA, el gobernante, sabedor de su popularidad, llamará a referendo.

Vereda con similar horizonte emprende Morales, quien antes ha de redondear el establecimiento de su hegemonía sobre instancias legales (véase A buen paso), acallar a sectores influyentes de la oposición y, sobre todo, tratar de domar los intereses e impulsos políticos de departamentos como Tarija y Santa Cruz, entre los más prósperos del país.

Recuérdese que organizaciones cercanas a Morales coinciden, no sin cinismo, en otro oportunismo estratégico del decreto, justo en el inicio de las campañas electorales para la Asamblea Constituyente que se realizará el 2 de julio próximo. Quizá nace aquí la falta de preparación que se le atribuye.

Críticas internas

Un diario local como El Mundo lanza decididas andanadas contra la intromisión de Chávez en los asuntos domésticos, critica las imprevisiones del proyecto de nacionalización, esgrime preguntas sobre cómo suplantaría La Paz las inversiones internacionales y advierte del pozo en que podría caer el prestigio del país.

En el levantisco departamento de Santa Cruz, además, se articulan con frecuencia y cohesión movilizaciones, cuyos objetivos oscilan entre la autonomía y la independencia. Asunto sin duda grave y de origen en otros avatares.

Morales ha puesto en cuarentena económica al país, no tiene plan económico y no está dando respuestas a los grandes problemas nacionales, dijo a El Mundo el jefe del Partido Unidad Nacional, el empresario Samuel Doria, quien agregó que la autoridad pretende aplausos y 'exitismo' a corto plazo.

Tampoco faltan círculos opositores que especulan sobre un Morales empujado por Chávez para llevar adelante la nacionalización energética, jugada que ocultaría el interés de PDVSA por desplazar a Petrobras de suelo boliviano.

Ambivalentes respecto a la nacionalización de los hidrocarburos, que acaso hubieran querido meditada y serena, los recelos del empresariado y la oposición se dejan notar. El presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, Gabriel Dabdoub, afirmó pocas horas después del decreto que "la toma militar de las instalaciones fue una medida excesiva y un show mediático que ofrece señales negativas a la comunidad internacional".

Habría que ver si finalmente las nacionalizaciones se detendrán en los hidrocarburos o si van a lastimar posteriormente al empresariado doméstico. Por lo pronto, parece que el mandatario boliviano no luchará en dos frentes a la vez, si se lee la garantía que dio el pasado sábado a Bernardino León, secretario de Estado español de Asuntos Exteriores e Iberoamérica, de que "no extenderá a otros sectores la nacionalización", lo contrario de lo que sostuvo el pasado 3 de mayo junto a su vicepresidente.

Proceso excluyente

Mientras el pueblo sudamericano atraviesa un momento decisivo en su historia, La Habana coloca a Chávez en el más alto sitial del porvenir latinoamericano, aplaude cada paso de Morales e informa, con ostensible regocijo, de victorias que no pasan de esperanzas, y que se frustrarán si Bolivia no cede respecto a las duras condiciones del decreto. Algo que, desde luego, irritaría a Castro en el caso de que en la capital isleña no se haya concertado provocar tensión primero y luego aflojarla.

Por un reciente título de Granma, "Comienzan negociaciones y Bolivia no cede", esto último adquiere viso de conjetura.

Gestor de ideas, alianzas e incluso de experiencias que insuflan ritmo a la dinámica actual, Castro de encargará de mantener bien provistos de médicos y educadores a sus socios, manera de atraer las tan necesarias divisas y apuntalarlos en la simpatía popular. El dueto Castro-Chávez suscita en Bolivia agradecimientos, suspicacias y condenas.

En el seno del proceso que el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, confesó "difícil de interpretar", toman cauce corrientes encontradas. Mientras Castro y Chávez tratan de proporcionar oxígeno a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y lo que han bautizado de Tratado de Comercio de los Pueblos, que firmó Evo Morales en La Habana, se oponen con vehemencia a cualquier tratado de libre comercio en los marcos del ALCA, que lidera Estados Unidos para la zona.

Chávez llega más lejos y machuca en sus discursos a los que han preferido tal opción, a pesar de que la misma ha traído a naciones como Chile y Perú un incremento nada desdeñable de sus ventas a EE UU.

México, en pacto de otra dimensión continental, también enseña avances considerables. El ALBA y su nuevo pariente serían propuestas atendibles si sumaran, si fueran una adición y no excluyeran cualquier tratado comercial con EE UU. La renuncia de Chávez a la Comunidad Andina y su amenaza con abandonar el Grupo de los Tres constituyen pruebas de intransigencia que topan de frente con sus vigorosos vínculos económicos con la nación norteña.

Entre la tragedia social boliviana y el suspenso inaugurado, mueve a risa escucharle a Morales que "tener un arancel cero con Cuba y Venezuela es un avance importantísimo, que nos garantiza nuestros productos". Comparativamente hablando, la afirmación no traspone los códigos de la peor campaña publicitaria.

Incapaces de pronosticar con certeza futuros escenarios a partir de la nacionalización energética, los observadores tendrán que esperar a que muestre resultados palpables a mediano o largo plazo. Dichos resultados no tendrán lugar si La Paz mantiene su radicalismo, si no regresa su alfil a una casilla más próxima y si no negocia los intereses de su pueblo con una visión responsablemente pragmática.

© cubaencuentro

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