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Actualizado: 02/05/2024 23:14

Latinoamérica

Los niños y la pobreza

41 millones de niños latinoamericanos no celebrarán estas fiestas. Viven con menos de un dólar diario.

Cuarenta y un millones de niños en Latinoamérica no celebrarán estas fiestas. Viven en extrema pobreza, o lo que es lo mismo, con menos de un dólar diario.

Estos niños y niñas han nacido para ser marginados sociales —a menudo literalmente, si tenemos en cuenta que hasta un 20% de los nacidos no son nunca registrados oficialmente—, y son virtualmente destinados a una vida de abusos de todo tipo, trabajo forzado, prostitución, crímenes y enfermedades. La escuela, vacaciones, fiestas de cumpleaños, nochebuena o el día de los reyes magos son cosas que jamás entran en sus sueños.

En el informe del Estado Mundial de la Infancia 2006, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) dibuja un sombrío perfil de la niñez en todo el mundo: uno de cada dos menores de edad vive en la pobreza. Aunque algunos progresos se han realizado —por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil por debajo de los cinco años ha declinado, las campañas para la inmunización contra las enfermedades se han incrementado, la matrícula escolar continúa creciendo, las diferencias de género en la matrícula decrecen—, aún queda más de la mitad del camino por hacer.

Las causas de la exclusión infantil

La UNICEF hace énfasis en las causas de la exclusión infantil en todo el mundo: pobreza y desigualdad social, conflictos armados y gobiernos debilitados, VIH/SIDA y discriminación. Todo esto lo sufren los niños en Latinoamérica.

El crecimiento económico es el mejor antídoto contra la pobreza, como ha demostrado ampliamente el caso de Chile al reducir en la mitad su índice de pobreza. La desigualdad social es un asunto bien distinto, pues la de Chile es una de las más pronunciadas de la región: un 10% de los más ricos de la población se lleva más del 50% de la riqueza del país, pero paga menos del 10% en impuestos. Esto significa que los gobiernos no tienen suficientes recursos para proveer bienes sociales como la salud y la educación a toda la población.

Reclutar niños y niñas como combatientes para el ejército ha sido una práctica común en la guerra civil de Colombia. Las "maras" (bandas juveniles) centroamericanas convierten regularmente adolescentes en asesinos, tal como hicieron los paramilitares y los guerrilleros en la década de los 80. Los narcotraficantes usan niños como mulas por doquier para transportar sus cargamentos. En estos sub-mundos, las niñas son frecuentemente atrapadas en las redes de la esclavitud sexual.

Los fracasos de los sucesivos gobiernos de Haití afectan a los niños más que a nadie con sus bajísimas tasas de vacunación, asistencia escolar y nutrición —las más bajas de todo el hemisferio occidental—. Cuarentaiocho mil niños en Latinoamérica son VIH positivos o tienen SIDA; cerca de 800 mil son huérfanos debido a esta enfermedad. La mayoría de ellos termina malviviendo en las calles. Los niños descendientes de africanos y los niños indígenas —particularmente en las áreas rurales— son los más marginados y explotados.

La UNICEF subraya que el estado de bienestar infantil requiere acciones concertadas y apoyadas por la familia, el gobierno, el sector privado, la sociedad civil, la comunidad y los medios de comunicación. Ecuador y México han creado comisiones nacionales para proteger a la infancia que están teniendo éxito gracias a esta cooperación multilateral que la UNICEF ha recomendado. A pesar de todo, sin embargo, Latinoamérica tiene que hacer mucho más para mejorar el estado de sus niños.

La educación

Un reporte publicado recientemente por el Programa de Promoción de la Reforma Educativa en Latinoamérica y el Caribe (PREAL) presenta un sobrio informe escolar: desde su primer informe en el 2001, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han tomado medidas para incrementar sus inversiones, establecer sistemas de exámenes nacionales, desarrollar niveles de conocimiento estándar, y delegar responsabilidades en las autoridades locales.

Pero aún así los niveles de calidad, equidad y eficiencia permanecen bajos. Los niveles de aprendizaje de los estudiantes son muy dispares; los niños latinoamericanos responden pobremente a los exámenes basados en un estándar internacional. Escuelas basadas en el rendimiento escolar de los estudiantes son prácticamente inexistentes. Los padres y las comunidades tienen muy pocos puntos de apoyo para mantener las escuelas responsabilizadas con rendir cuentas de su labor. La profesión del magisterio está en crisis, en buena medida debido a la falta de medios de superación, pero también debido a la aversión a los cambios que profesa el sindicato del sector.

La desigualdad permanece asentada en el corazón del atolladero que representa el sistema educativo. No resulta sorprendente el hecho de que el 20% de los ciudadanos más ricos reciba una porción del dinero que se destina a la educación mucho mayor que la que recibe el 20% más pobre de la población. Nicaragua gasta sin miramientos una tercera parte de su presupuesto para la enseñanza en la educación de los más ricos. Por otro lado, Colombia y Costa Rica invierten loablemente más del 20% de sus fondos para la educación de los más necesitados.

El gasto desproporcionado entre la educación primaria y la superior también denuncia las insalvables desigualdades de la región. México y Cuba invierten dos pesos en la universidad por cada peso invertido en la escuela primaria. Nicaragua y Brasil son los peores invirtiendo desproporcionadamente, con una inversión de siete y cinco respectivamente.

Proteger a los menos afortunados en cualquier modelo de sociedad es un imperativo moral, aunque cuidando de que la moralidad en sí misma no entre en la ecuación. Los niños sufren terriblemente cuando los adultos descuidamos o evadimos nuestras responsabilidades. Pero los déficits en Latinoamérica —al igual que los nuestros aquí en los Estados Unidos con nuestros propios niños— comprometen el futuro al que debemos aspirar. Que tantos niños latinoamericanos sean víctimas de los fallos del sistema es otro síntoma negativo de una región que no logra nivelarse con el resto del mundo.

A pesar de todo, no debemos dudar que Latinoamérica pueda obtener mejores logros en un futuro cercano, tal como podemos hacer todos nosotros empapados en el espíritu de esta festividad.

© cubaencuentro

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