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Actualizado: 19/05/2024 23:18

Medio Oriente

Moviendo fichas

El pragmatismo de Abu Mazen y la retirada israelí de Gaza son factores que han logrado atenuar la diabólica espiral 'terrorismo-represión'.

Si hace tres o cuatro años atrás a algún periodista se le hubiese ocurrido escribir que el ejército israelí forzaría a retirarse de Gaza a cerca de 9.000 colonos que allí tenían sus casas desde hace cerca de 40 años, de seguro habría sido calificado de ingenuo, en el mejor de los casos.

Sin embargo, a principios de septiembre fue realizada esa operación, lo que abrió nuevas esperanzas de un proceso de paz en el Medio Oriente.

La primera lección que se puede extraer de esta retirada israelí es que era impensable mientras estuvo en el poder el líder histórico de los palestinos, Yasser Arafat. Su desaparición física, el 11 de noviembre de 2004, abrió el camino para que dirigentes más pragmaticos asumieran el control de la Autoridad Nacional Palestina, lo que ha facilitado un proceso que todavía tiene muchos obstáculos que superar.

Hay un momento en el cual los líderes históricos se convierten en verdaderos obstáculos para cualquier solución. Sus posiciones políticas quedan anquilosadas. El inmovilismo, sin importar las consecuencias para sus pueblos, es el factor determinante para mantener las riendas de poder. Esa es una de las lecciones que se puede aprender de lo que ha sucedido en Palestina.

Es cierto que en estos últimos días, de nuevo, han surgido choques entre soldados israelíes y fanáticos radicales de Hamas. Sin embargo, la comunidad internacional tiene esperanzas de que puedan darse otros pasos para aplicar la denominada "Hoja de ruta" que, poco a poco, puede ir trayendo la paz a una de las regiones más convulsionadas del mundo.

Aunque da la impresión de que lo más adecuado ahora sería volver a la mesa de negociaciones e intentar aplicar la Hoja de ruta —con la intención de llegar a un acuerdo sobre el estatuto permanente—, eso es algo que a todas luces no va a ocurrir.

El presidente palestino, Mahmud Abbas (Abu Mazen), es reacio a aplicar la segunda fase de la Hoja de ruta, que estipula la creación de un Estado palestino con fronteras provisionales, porque teme que éstas acaben convirtiéndose en permanentes. Por su parte, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se opone a aplicar la tercera fase del plan (que habla de un acuerdo sobre el estatuto permanente) porque no cree que exista un acuerdo con el que ambas partes puedan vivir.

De hecho, como para recordarnos que en relación con la Hoja de ruta el movimiento no tiene necesariamente que ir hacia delante, Sharón acaba de inventarse una nueva etapa: la "pre-Hoja de ruta", que, según dice, se prolongará hasta quedar satisfecho acerca de la capacidad de la Autoridad Palestina para combatir el terrorismo de modo creíble y eficaz.

Elecciones a la vista

Por otra parte, las diferencias acerca de la Hoja de ruta no son el œnico obstáculo que superar. Ambos bandos tienen ante sí la perspectiva de elecciones en los meses venideros, y ninguna de las dos direcciones políticas está dispuesta a arriesgarse con medidas atrevidas en un futuro inmediato.

Las elecciones al Consejo Legislativo palestino se han anunciado para el 25 de enero de 2006. Y, aunque en Israel las elecciones están previstas para finales de octubre del año que viene, la campaña electoral ya ha comenzado: las luchas internas en el seno del Likud y del Partido Laborista aplastan cualquier esfuerzo encaminado a lograr la paz con los palestinos.

Por el momento, lo que resulta innegable es que la retirada unilateral de Israel de la parte de Gaza que ocupaba (desde hacía cerca cuarenta años y en la que instaló a 8.500 colonos), es una decisión histórica que puede y debe abrir las puertas a la tan esperada paz en Oriente Próximo, después de décadas de confrontación y terrorismo. El pragmatismo político del gobierno de Abu Mazen, unido a la decisión de Sharón, son factores que han logrado desbloquear, en menos de un año, una situación enquistada en la diabólica espiral terrorismo palestino-represión israelí.

Sin embargo, en una situación tan compleja como la del Medio Oriente, no se trata de un camino de rosas. En apariencia, el final de los 38 años de ocupación militar y civil israelí de esta empobrecida franja, es buena noticia. Los palestinos lo celebraron como una derrota vergonzosa para el ocupante. Su esperanza se reflejó en el nuevo lema: "Hoy Gaza, mañana Jerusalén y Cisjordania". Eso es lo que el plan unilateral de desconexión de Sharón intenta evitar.

Mientras los colonos se lamentan, la mayoría de los israelíes aprueban la retirada como una necesaria desconexión demográfica de una zona que representa sólo el 2 por ciento de la Palestina histórica, pero en la que habita un 20 por ciento de todos los palestinos. Algunos analistas opinan que gracias al redespliegue estratégico alrededor de Gaza y al control total de los puertos y pasos fronterizos, Israel podría convertir ese territorio en una gran prisión. Estos expertos argumentan que en cuanto pase la tormenta, Israel acelerará la expansión y la anexión de hecho de los bloques de asentamientos de Cisjordania y Jerusalén. En los tres primeros meses de 2005, la actividad de construcción ha crecido un 83% en Cisjordania.

'El discurso de su vida'

Sin embargo, recientemente, en un solemne discurso en la Cumbre de la ONU, Sharón proclamó: "Yo que luché en todas las guerras de Israel tiendo mi brazo a la paz (…) La misión de mi vida es concluir el conflicto (…) Tras 57 años de guerra y terror ha llegado el momento de la reconciliación (…) Los palestinos también tienen derecho a un Estado soberano".

Las declaraciones de Sharon fueron calificadas por analistas israelíes como "el discurso de su vida". Aluf Ben escribió en el diario Haaretz: "Parecía que el general de la paz, Yitzhak Rabin, hubiera resucitado".

En Jerusalén se dijo entonces que ese no era el lenguaje del Likud y que Sharon advirtió a su dirección que si no aceptaba convertirse en un partido de centro, éste sería su discurso de despedida. O sea, la ruptura con el sector más nacionalista, que sigue soñando con preservar Cisjordania.

Sharón ignoró a la derecha nacionalista —sus ex adeptos— y se dirigió desde la ONU a los dos tercios de la sociedad israelí de centro y de izquierda moderada, que quieren más retiradas y un compromiso histórico con los palestinos. Muchos de ellos, que nunca votaron a Sharón, están dispuestos a apoyar a un nuevo partido que él presida.

¿Fue sincero Sharón en su discurso ante la ONU? Lo cierto es que, en su caso, no se trata de un dirigente histórico aferrado al poder absoluto. El primer ministro israelí sabe que tiene que someterse al escrutinio electoral el próximo año. No puede descartarse que trate de mantener la sintonía con la mayoría del electorado. En ese caso, tarde o temprano, podrían producirse nuevos avances en el proceso de paz, aunque en estos días parezca que se vuelve a la espiral de violencia.

Algunos líderes prefieren pasar a la historia como empecinados acérrimos. Ojalá no sea el caso del primer ministro israelí.

© cubaencuentro

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