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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Brasil

Recetas con carne humana

¿Qué pueden hacer el gobierno y la sociedad para acabar con el crimen organizado?

En la ciudad de São Paulo, famosa por su cosmopolitismo culinario, en la última semana el "PCC a la paulista" se ha convertido en un plato típico que, no es exagerado afirmar, tiene como principal ingrediente la carne humana.

Servido gratuitamente por los medios de comunicación, aunque sin saciar el hambre de nadie, las acciones violentas del Primeiro Comando da Capital (PCC, facción del crimen organizado que dirige atentados, secuestros y el tráfico de drogas desde el interior de las prisiones) han engrosado el libro de recetas de la cuarta mayor ciudad del planeta. ¿Tempero? El terror, mejor paladeado que la sal para churrasco; y salsa, mucha salsa… de sangre.

Una centena de muertos entre civiles, policías y bandidos han servido de mesa sueca para dieciséis millones de paulistas, quienes, sin mucho apetito, debieron tragarse el bocado mientras permanecían en sus casas, para evitar que sus cuerpos engrosaran la exquisitez de la receta. Vale comentar que, para los brasileños, "exquisito" no es sinónimo de "refinado" o "sabroso", sino más bien de algo "extraño", de lo cual siempre es mejor desconfiar.

Mientras el presidente Lula da Silva lleva cuatro años prometiendo acabar con el hambre de los pobres, sin conseguirlo, Marcola (Marcos Willians Herbas Camacho), un joven ex caterista, asaltante de bancos y autodidacta con profunda experiencia en celdas públicas, prepara la cena —y la escena— para negociar derechos y deberes entre poder público y "poder paralelo".

Pan caliente antes del asado

La Copa del Mundo en Alemania se aproxima, y el país del fútbol, la samba y la bossa nova reclama, desde sus periferias y sus presidios, televisores para acompañar el evento. Éste es el argumento que circula de boca en boca, como pan caliente antes del asado.

Si Brasil abriera las puertas de su fragilísimo sistema carcelario de máxima seguridad, con toda certeza el número de "bandidos" que ellas encierran sería más que suficiente para abarrotar líneas aéreas, agencias de viajes y, desde luego, agotar las entradas para la final, aplaudir a la selección brasileña y, nunca se sabe, mostrarle a la élite paulista que existen otros modos de comer.

Esto es, no se trata apenas de televisores para ver la Copa desde una celda, sino del número de presos que deberán dividir una misma pantalla. La superpoblación de las cárceles brasileñas genera al Estado un gasto que ni siquiera los impuestos compensan, ya que los propios gobernantes roban tanto o más que los llamados bandidos.

Del mismo modo que tres años atrás Fernandinho Beiramar, líder del Comando Vermelho con sede en Río de Janeiro, aparecía como el gran gourmet de la gastronomía carioca, ahora es la imagen de Marcola —un hombre ciertamente atractivo para almanaques y portadas de revistas— la que obliga a la población a interrogarse sobre la eficacia de los órganos de seguridad pública y, aún más, sobre la falta de preocupación con la vida ciudadana, cuando lo que se encuentra en juego es la actuación política de partidos rivales a pocos meses de las elecciones.

El gobierno federal ofrece ayuda, el gobierno estadual la descarta. De un lado, el Partido dos Trabalhadores (PT), de otro, el Partido Social Demócrata do Brasil (PSDB); en el medio, Marcola, negociando mucho mejor que cualquier político de carrera; y la población cogitando en todo momento un posible toque de queda.

Ni Alcatraz ni Santa Helena. En Brasil, una buena parte de las cárceles de máxima seguridad se encuentran relativamente cerca de importantes polos urbanos. Los líderes del tráfico de armas y de drogas se benefician, además, de un engrasado mecanismo de corrupción que les facilita el acceso a teléfonos celulares, a través de los cuales dirigen, sin dejar de cumplir condena, la ejecución de jueces y policías, así como la "subida" al cielo de sus enemigos de clase.

La movida mediática que se avecina

Los órganos judiciales se apresuran a "botar el sofá": achacan a los avances tecnológicos el óptimo funcionamiento de grupos criminales que, de tener conciencia política, servirían a la sociedad mucho mejor que sus gobernantes. Las empresas de telefonía celular son presionadas a cortar señales, desconsiderando la responsabilidad del Estado frente al control que debería existir dentro de una prisión. Y, una vez más, nadie quiere perder.

El dinero lo podrá todo, pero el amor también. Así, son las mujeres de los presos las que representan y administran los negocios de sus hombres. Cintia, la actual "titular" de Marcola —así la llama la prensa brasileña, ya que falta un mes para el inicio de la Copa—, es una chica de veintidós años generosamente atendida por su novio, lo cual le permite vestir ropas exclusivas y mantener una imagen impecable, atenta a la movida mediática que se avecina.

Mientras los acontecimientos transcurren y la mayoría de las personas invocan el siempre bien usado cliché de que todo "termina en pizza" (cada cual con su pedazo y en paz), la pregunta que no quiere callar sigue en el aire: ¿Qué pueden hacer el gobierno y la sociedad para acabar con el crimen organizado?

Con la boca llena, se hace difícil responder.

© cubaencuentro

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