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Actualizado: 17/05/2024 1:04

China

Tigre despierto, zarpazo seguro

Un recorrido por el gigante asiático, su historia reciente y el papel hegemónico del partido comunista chino.

Las potencias occidentales y las economías florecientes del Sureste asiático miran con envidia el renacimiento económico de China, el gigante milenario del Lejano Oriente. Sin embargo, detrás de esta imagen de bonanza económica y de aparentes libertades, el brazo largo y poderoso del Partido Comunista (PCCh), rige, dispone y manda en la China de hoy, y lo hace con una extraordinaria capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias y con el objetivo latente de no perder un ápice de poder.

La adaptabilidad del PCCh a cada período por el que ha atravesado China durante las últimas nueve décadas merece particular atención si se desea entender cómo este aparato estatal de control absoluto ha logrado sobrevivir, e incluso imponerse, en medio de lo que a simple vista parece ser la capitalización y occidentalización creciente del país.

Wu Jing, un estudiante en Jiao Tong, la Universidad más antigua de Shanghai (y de China), dispone en la Facultad en la que estudia de todas las condiciones para conectarse a internet y mirar qué pasa fuera de la prensa oficial controlada por el PCCh. Sin embargo, confiesa que prefiere ir a uno de los populosos cibercafés del centro de la ciudad porque teme que la conexión de la Universidad esté controlada y que todo lo que desde allí escriba o consulte quede grabado en la memoria de los aparatos.

También dice que conectándose a través de los ordenadores de uno de los múltiples cibercafés del centro tiene esperanza de que los filtros de la intranet china (versión de internet autorizada y restringida) fallen y pueda así acceder a informaciones que los propios motores de búsquedas occidentales han censurado para las versiones chinas de Microsoft.

Para contar todo lo que ha averiguado —a veces leyendo entre línea, otras entrevistando a antiguos disidentes o a personas mayores— necesita que salgamos de los recintos universitarios y que nos sentemos en un jardín cualquiera, lo más banal posible, para no llamar mucho la atención. Jing teme que sus pesquisas ya hayan despertado sospechas entre los miembros de comités de vigilancia que el PCCh tiene en todos los centros universitarios.

EL PCCh en la China republicana: origen, alianza y ruptura

Desde 1840, fecha que marca los comienzos de la China contemporánea, el país se enfrentó a las fuerzas aliadas franco-inglesas (1860), a la Guerra Jiawu o chino-japonesa (1894), al conflicto ruso-japonés (1906) y a la Revolución Xinhai (1911) que significó el fin de la dinastía Qing y la instauración de un régimen constitucional.

La instauración de la República China, aunque significó un paso más hacia la occidentalización del país, no remedió el sentimiento general de frustración de un país sumergido en una profunda crisis. La diferencia abismal entre la feudalidad rural y la modernización de las concesiones coloniales del siglo XIX agudizó los conflictos sociales y aceleró el estertor económico de China.

Durante el período republicano (1911-1949) se intentó, por diferentes vías, dar solución a la crisis que heredaba el país de una larga dinastía tradicionalista. El movimiento de masas del 4 de mayo de 1919 fue la primera manifestación palpable de las dificultades que debía enfrentar la República. En estas condiciones, buscando en el exterior la solución que no hallaban en el marco de sus propias fronteras, se funda, el 23 de julio de 1921, el Partido Comunista Chino (PCCh) como una rama subalterna del Komintern ruso o Tercera Internacional.

Desde sus inicios, el PCCh, en franca minoría con respecto el Kuomintang (Partido Nacionalista Chino), tuvo que plegarse a la estructura política, ideológica y organizativa soviética, a pesar de los intentos de Chen Duxiu —uno de sus fundadores— de ofrecer una carácter autónomo a la organización.

Completamente subvencionado por el Komintern, los cuadros de este incipiente PCCh se dieron a la tarea de predicar al pueblo chino que Chiang Kai-shek había traicionado la Revolución nacional, a la vez que permeaban la estructura interna del Kuomintang (KMT), infiltrándolo y parasitándolo. Para ello, con vista a extender su influencia y sacar el máximo de provecho del movimiento republicano, el PCCh cooperó en un inicio con el gobierno de Chiang Kai-shek, estableciendo alianzas que más bien minaban, desde su interior, la directiva de la República.

La omnipresencia de las fuerzas comunistas infiltradas en el seno del KMT y los intentos de lanzar rebeliones armadas en Shangai contra el gobierno provocaron, en 1927, las primeras purgas del PCCh y la ruptura de la alianza con el KMT. Ante el fracaso de otros intentos de rebelión (la de Nanchang o la insurrección de la cosechas de otoño en Changsha, por ejemplo), el PCCh se replegó hacia las montañas de la provincia de Jiangxi, estableciendo en la región un cuartel general que propiciaba su autoridad en el campo.

Parte de la mitología fundacional del PCCh, redactada más tarde y apoyada en infundiosas relecturas de la historia china, data de este período. Así, por ejemplo, la versión de la célebre Gran Marcha hacia el Norte, que el PCCh ofrecerá luego como un cuento de hadas en el que se presenta como salvador del interés nacional contra el ocupante japonés. Habla de una victoria que nunca ocurrió en realidad y oculta el fracaso real de esta operación, en la que el PCCh lo que intentaba era romper el cerco que le había tendido el gobierno republicano tratando de encontrar una salida hacia la Mongolia exterior y la Unión Soviética.

En realidad, los territorios por los que avanzaron las fuerzas del PCCh en su huida correspondían a las regiones de Shanxi y de Suiyuan en las que no había tropa japonesa alguna.

Al final de la guerrilla que oponía al KMT y al PCCh, en el período de 1927 a 1936, la población de la provincia de Juangxi, por ejemplo, había mermado de veinte a diez millones de habitantes.

Cambio de estrategia del PCCh

Ante la imposibilidad de alcanzar el poder desde el ámbito rural, el PCCh entendió la necesidad de minar una vez más las bases del gobierno republicano desde su interior para poder desplegar sus ambiciones de poder.

En 1936, dos generales del Kuomintang (en realidad infiltrados del PCCh) raptan a Chiang Kai-shek durante una estancia de éste en Xian. Aunque el objetivo inicial de esta operación era el asesinato del líder político nacionalista, el PCCh tuvo que obedecer a las órdenes de Stalin, quien temiendo las represalias de Japón contra la Unión Soviética prefirió la liberación del líder del KMT. El PCCh aprovechó la circunstancia de este rapto para negociar una nueva alianza con el gobierno republicano y volver a introducirse en los círculos de poder.

Fortalecido por su nueva "alianza" con el poder republicano, el PCCh, cuya fuerza militar no excedía los 70.000 hombres, debía hacer frente común junto al KMT en la guerra de 1937 contra el ocupante japonés. El invasor controlaba, desde 1931, parte de la China septentrional, desde la ciudad hasta extensos territorios alrededor. Durante todo este tiempo el PCCh incitaba a la población china de los territorios que todavía permanecían bajo el control del KMT a rebelarse contra el mismo, sin tomar en consideración el interés nacional.

Por supuesto, los manuales de historia redactados por el PCCh una vez en el poder explican cómo fueron las fuerzas de este Partido las que condujeron al pueblo chino a la gran victoria contra los japoneses. En China todo el mundo sabía (y luego todo el mundo olvidó), que las fuerzas del PCCh, alejadas de las líneas de combate, se nutrieron más bien de los desertores, para poder así aumentar su insuficiente poder militar.

Las bases de la política futura del PCCh fueron establecidas, a modo experimental, al final de este conflicto. Sus fuerzas, dominantes en la provincia de Yanán, incorporaron inmediatamente a la juventud patriótica de esta región bajo el pretexto de crear un frente único antinipón. La región de Yanán se convirtió así en el bastión revolucionario según la propaganda oficial del PCCh, dicho en otros términos, en la provincia cuna de la futura Revolución comunista.

Lo que nunca aclaran las versiones reescritas del PCCh es que en ese mismo instante el PCCh declaró las primeras depuraciones ("campaña de rectificación") para eliminar dentro de sus mismas filas a los elementos pequeñoburgueses que inicialmente había incorporado por necesidad.

La rectificación exigía de cada miembro un currículo autobiográfico (bajo presión de represalias si ocultaban la verdad) en que quedaban recogidos los detalles más insignificantes de cada individuo, las relaciones sociales, familiares y la transformación ideológica del miembro acompañada de una valoración final o "visto bueno" oficial. Yanán se convirtió así en el laboratorio de la política que aplicaría el PCCh cuando alcanzara el poder.

La guerra civil y el triunfo del PCCh

Después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1946 hasta la instauración del régimen comunista de la República Popular China, el 1 de octubre de 1949, el PCCh lanzó la llamada "guerra de liberación" para derrocar el gobierno del KMT. Durante este período alianzas y acuerdos con los Soviets fueron conformando la política interna y exterior del régimen. Los dirigentes de otras "fuerzas democráticas de liberación" (Zhang Bojun y Luo Lonji, por ejemplo) fueron utilizados y luego acusados de derechistas, para intimidar e impedir que cualquier facción que no plegara incondicionalmente al presupuesto ideológico del PCCh pudiese sobrevivir.

Tal vez el mejor ejemplo de la eficacia de la poderosa maquinaria del PCCh en este momento es el remedo de memorias que bajo el título de La primera mitad de mi vida publicara, bajo el consentimiento del Partido, Pu Yi (1906-1967), el último emperador de China. Entregado a los comunistas en 1950, Pu Yi fue encarcelado hasta 1959 en Shenyang, fecha en que Mao Zedong le ofrece la amnistía.

Sus "memorias" han sido y son uno de los libros utilizados por el PCCh para mostrar el éxito de la política regeneradora aplicada sobre individuos con prejuicios burgueses. ¿Qué mejor arma para explicar la bondad y eficacia de esta política que un libro escrito por la persona de más alto rango social en toda la China del siglo XX?

La política durante los primeros años de afianzamiento en el poder del PCCh no dista mucho —salvando las especificidades chinas— que la que otros partidos de similar naturaleza han aplicado en diferentes países: Reforma Agraria con vistas a erradicar la clase de terratenientes, distribución de tierras al campesinado y cooperativización de esas mismas tierras apenas dos años después; nacionalización de la industria y el comercio, prohibición de las prácticas religiosas, parametrización de la enseñanza, etc.

La política de sobrevivencia del PCCh —de una perversidad sin referente histórico— quedó de manifiesto durante el célebre "Movimiento de las Cien Flores". En ese momento, la rebelión de 1956 en Hungría había sido una señal de alarma para Mao, quien entendió que debía evitar que algo similar ocurriese en China. Adelantándose a hipotéticos acontecimientos (que nunca se hubieran producido en China), lanzó una campaña entre todos los miembros del PCCh para ayudarlos a rectificarse a sí mismos, permitiéndoles que expresaran por escrito sus pensamientos políticos más sinceros, bajo promesa jurada de que no se tomarían represalias contra nadie por las opiniones contrarias al PCCh.

El ardid permitió así la depuración de 540.000 elementos considerados "derechistas", simplemente por haberse atrevido a opinar libremente sobre aspectos que, a la larga, sólo daban fe de la fidelidad y del espíritu constructivo que hacia el Partido manifestaban los condenados.

Después de esta campaña, el PCCh lanzó el llamado "Gran Salto Adelante", una política esquizofrénica que aseguraba que el país alcanzaría los 7,5 millones de toneladas de cereales por hectárea, que podía obtenerse el doble de la producción de acero y que en diez años China alcanzaría el nivel de Gran Bretaña y en quince el de Estados Unidos. El resultado del Gran Salto Adelante todo el mundo lo conoce: la gran hambruna nacional que costó millones de vidas humanas.

EL PCCh durante la Revolución Cultural

En 1966, a pesar de que el PCCh poseía el control absoluto de toda China, Mao decide lanzar la Revolución Cultural durante la cual miles de familias fueron desplazadas de la ciudad al campo, se demolieron edificios históricos (la ciudad natal de Confucio fue saqueada y sus monumentos destruidos), se procedió a la quema de libros, se destruyeron las tumbas de intelectuales, se modificó el sistema de escritura y se cometió todo tipo de crímenes en nombre de la Revolución.

Durante los años de radicalización extrema de la Revolución, el culto a la personalidad de Mao Zedong llegó al paroxismo: la gente debía saludar su retrato varias veces al día para desearle una longevidad sin fin, se escribían autocríticas y había que intercalar en las frases cotidianas "pensamientos" del Gran Padre Espiritual.

Para poder comprar comida en tiendas o cafeterías se exigía, casi como si se tratara de una clave secreta, que se recitase una cita de Mao. Luo Bonjun, un exilado chino en París, cuenta que cuando hablaba por teléfono con su madre debía intercalar, entre las frases de cariño, alguna consigna o lema de Mao, aunque ésta no tuviese ninguna relación con el contenido de la conversación.

La Revolución cultural, aunque fue perdiendo consistencia desde principios de los setenta, se extendió hasta la muerte de Mao en 1976. Amparadas y envalentonadas por las consignas sanguinarias del PCCh, las bandas de Guardias Rojos, adolescentes en su mayoría organizados "espontáneamente" para intervenir sin consideraciones contra cualquier elemento considerado desviacionista, golpearon y mataron sin escrúpulos a miles de ciudadanos en los poblados más recónditos de China.

Curiosamente, las diferencias culturales más notables entre la República Popular China y las comunidades chinas de Hong Kong y Macao, amén de la República China en el exilio de Taiwán, son una consecuencia de los cambios impuestos por esta revolución.

EL PCCh reformista

La muerte de Mao y la decapitación del Clan de los Cuatro: Jiang Quing (viuda de Mao), Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, puso fin a las pretensiones de esta guardia ideológica de extender el maoísmo más allá de la muerte del líder.

Haciendo gala de una gran habilidad, Hua Guofeng, designado para ocupar la dirección del PCCh, culpó a los cuatro cabecillas del Clan de los Cuatro de todos los excesos cometidos durante la Revolución Cultural, limpiando el camino para que su sucesor, Den Xiaoping, pudiese comenzar a introducir las esperadas reformas económicas que no sólo asentarían con solidez las bases económicas del PCCh, sino que permitirían construir una imagen internacional que asegurara la confianza de los inversores extranjeros en la arruinada China.

Como si presintieran el derrumbe de la Unión Soviética y del campo socialista, la política del PCCh a partir de 1980 se centró en fortalecer las relaciones económicas con las potencias occidentales, a la vez que en apoyar, cínicamente, a los Partidos Comunistas de Indonesia, Malasia, Vietnam, Birmania, Laos, Nepal y ofrecer ayuda incondicional al régimen sanguinario de los Jemeres Rojos en Cambodia.

En 1989, la masacre de la revuelta de los estudiantes de la Plaza de Tiananmen, ensombreció las perspectivas occidentales de una apertura china hacia la libertad de expresión. La represión salvaje y los centenares de víctimas y miles de heridos en este episodio sirvió a los gobiernos de las potencias occidentales para desmarcar completamente sus políticas comerciales con China de cualquier pretensión de exigencia en materia de Derechos Humanos.

Para acelerar el proceso de "capitalización", el nuevo secretario general del PCCh, Jiang Zemin lanzó, a partir de 1991, la política de la Triple Representatividad, cuyas bases difusas no rompen teóricamente con la ideología de Mao ni con la política de Deng Xiaoping e incluyen al mismo tiempo, como en un cajón de sastre, nuevas libertades con respecto a la impulsión de una infraestructura nacional de superpotencia que alienta la formación de una clase empresarial bajo principios que llaman de "democracia".

Por supuesto, esta Teoría de la Representatividad no acepta críticas ni dentro ni fuera de los marcos del PCCh.

Mercantilismo y represión

En perfecta adecuación con la prioridad de garantizar su sobrevivencia y poder hegemónico hemos asistido, durante la última década, a la carrera desenfrenada del gobierno chino hacia un ascenso económico que sitúe, por la primera vez de su historia, al país entre las superpotencias del orbe.

Sin embargo, los dirigentes del PCCh persisten en censurar lo que la prensa internacional ha llamado los grandes temas tabúes: la anexión del Tíbet, la masacre de la Plaza de Tiananmen, el no reconocimiento (y la política de chantaje internacional para que tampoco se reconozca por otros países) de la República China de Taiwán y la descentralización del PCCh.

Sin que quede resuelta esta contradicción ni se ofrezcan soluciones, el PCCh se siente económicamente fortalecido y busca desde hace varios años la suspensión del embargo estadounidense y europeo que veta la venta de armas a China. No han faltado incluso amenazas de perjudicar las relaciones económicas si no obtienen de Europa y EE UU lo que con tanto afán buscan.

Como si los europeos se hubieran puesto de acuerdo para mantener el tema en suspenso bajo falsas promesas, China ha obtenido, indistintamente y según las circunstancias, el apoyo de una u otra nación europea, pero la aprobación del fin de las sanciones nunca ha sido unánime en el seno del Consejo. Europa ha hecho saber que existen grandes dudas en materia de Derechos Humanos con respecto a China, a la vez que las representaciones de este país han intentado hacer recaer el motivo de dicho embargo en los sucesos de Tiananmen para restarle actualidad y poder tildar de "obsoleta" la política europea, dadas las dos décadas transcurridas.

Por otra parte, los arrestos de periodistas chinos (36 en 2006) que colaboran con medios de prensa extranjeros no han cesado durante los años de bonanza económica. El Departamento de "Publicidad" del PCCh (antiguo Departamento de Propaganda), censura sistemáticamente los temas que no deben salir a la luz pública: revueltas campesinas, manifestaciones de desempleados, la situación en el Tíbet, el tema taiwanés y el movimiento religioso-espiritual Falun Gong (tema este último que, por el combate encarnizado que libra el PCCh contra este movimiento, requeriría particular atención).

Recientemente, Reporteros Sin Fronteras (RSF) denunció la autocensura de la versión blog en chino del gigante norteamericano Microsoft. En efecto, el sistema creado por el consorcio de la informática para China ha aceptado que palabras como "Dalai Lama", "democracia" y "4 de junio" (fecha de la masacre de Tiananmen) sean rechazadas por el sistema.

Con anterioridad, el buscador de noticias Yahoo se había plegado ya a las exigencias del gobierno chino: logró implantarse en este país a condición de eliminar todas las entradas "subversivas" que atacaran al gobierno. El gigante de la búsqueda de información Google también se ha plegado a las exigencias de la muralla digital china y ha terminado, como los anteriores, autocensurándose.

China es —y por ello estos monopolios de la informática están dispuestos a sacrificar principios elementales de la libertad de expresión que les permite existir— el segundo país del mundo en usuarios de internet. Con 132 millones de internautas sólo es superado por Estados Unidos. El país cuenta además con el mayor número de internautas encarcelados del mundo. La cifra, según un informe de RSF de febrero de 2007, se elevaba a 63. En enero pasado, el presidente del PCCh, Hu Jintao, expresó su deseo de que los medios de comunicación "promuevan productos culturales sanos" destinados a internet.

El acceso libre a la red no es más que la punta del iceberg del lamentable panorama de los Derechos Humanos en China. La alta cúpula del PCCh sabe que un medio de información, económico, popular y difícilmente controlable como este puede ser el origen de un viraje definitivo en el curso de la gran nación. Pero sabe además que en caso de que este viraje se produjera la arcaica estructura del PCCh no tendría cabida.

Hay un viejo proverbio japonés que dice que "quien monta un tigre corre el riesgo de no poder bajarse nunca de él". Y otro chino que recuerda que "si al tigre no se le molesta, el tigre no ataca". Tal vez entre los dos proverbios puedan encontrar las potencias de Occidente y sus empresarios la sabiduría necesaria que nos evitaría (a todos) dar pasos en falso con un tigre que se ha despertado de su largo letargo.

En todo caso, no he oído nunca hablar de un tigre despierto que no dé zarpazos. Ignoro si los políticos (y empresarios) de esta parte del mundo están conscientes de ello. O si sólo les brillan los ojos ante tanto maná de oro que puede lloverles en los bolsillos.

EL PCCh es una estructura que ha logrado sobrevivir en cada período de la historia contemporánea de este país. Sus bases, en cambio, han continuado siendo las mismas. La razón es simple: sin ellas resultaría imposible ejercer el control absoluto del poder. Por eso China censura y reprime. El crecimiento económico y el potencial de mercado extraordinario que significa es también la razón por la que sabe que puede pagarse el lujo de exigir a las democracias europeas y a EE UU que cierren los ojos mientras juegan con el tigre.

Mientras tanto, en Shanghai, en un cibercafé de la avenida ruidosa de Nanjung, Wu Jing, un estudiante de lengua española de la Universidad de Jiao Tong, vigila a quienes lo vigilan, esperando que se distraigan y le quiten los ojos de encima, para leer tranquilamente lo que de él aprendí y que sólo yo puedo decir.

Nota: He podido acceder a toda esta información referente a la historia del PCCh consultando las publicaciones de la Asociación Falun Gong de Francia y los testimonios de Wu Jing.

© cubaencuentro

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