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Actualizado: 28/03/2024 20:07

Rusia

Un muerto muy vivo (I)

¿Desapareció la KGB en 1991? ¿Mantienen los actuales servicios de seguridad los mismos poderes que el antiguo organismo?

La llegada al Kremlin del actual presidente ruso Vladimir Putin en el año 2000 puso fin a una década de azarosas reformas en Rusia, que había tenido su punto de mayor desastre con el crack de 1998, cuando, bajo el mandato de Boris Yeltsin, el rublo se desplomó y el país quedó al garete, mientras la gente se moría literalmente de hambre.

Entonces, para la mayoría de los rusos quedó claro que los hombres que estaban sacando al país del caos venían de los servicios secretos y la prueba más convincente fueron los tres espías que llegaron consecutivamente al cargo de primer ministro en ese período: Yevgeny Primakov, Sergei Stepashin y, por último, el delfín, Vladimir Putin.

Yeltsin se ocupó además de nombrar como altos consejeros de su etapa final presidencial a otros importantes hombres procedentes de la KGB: el general Nikolay Bordyuzha, ex alto oficial del servicio secreto, y su subalterno Vladimir Makarov. El jefe del servicio de prensa del Kremlin era Boris Ivanov, igualmente ex oficial de inteligencia.

Por su parte, Primakov se encargó de colocar al vicealmirante Yury Zubakov (quien antes había sido su segundo al frente del Servicio de Inteligencia para el Exterior) como su jefe de personal, y al general Valery Kanterov, otro oficial de inteligencia, de supervisor de seguridad para la industria militar.

Los espías reciclados también se apoderaron en esa época de las direcciones de instituciones y empresas consideradas importantes. Por ejemplo, el general Gribory Rapota, otro protegido de Primakov, dirigió la principal empresa exportadora de armas rusas (Rosvooruzheniye) hasta que fue reemplazado por otro oficial cercano a la hija de Yeltsin. Esta empresa recauda ingresos por más de mil millones de dólares cada año, según la agencia ITAR-TASS.

Alexey Chestaperov, ex número dos de la agencia gubernamental para las comunicaciones FAPSI, pasó a dirigir la empresa Rostek, que recauda fondos de los ingresos aduaneros. La prensa no se salvó de esta invasión. Yury Kobaladze, ex portavoz de los servicios secretos, se convirtió en director de la agencia ITAR-TASS, y Lev Koshlyakov, un veterano del contraespionaje, se convirtió en jefe de los servicios de información de la radio y la televisión públicas rusas.

Ante la 'humillación de Rusia'

Los expertos consideran que, aunque por distintos caminos, esta ascendencia de los hombres de la KGB se debió mucho al deseo de la gente de que llegara el orden y cesara la humillación de Rusia por la pérdida del estatus de superpotencia, así como por su desencanto con la democracia.

Primakov, quien había sido jefe de la inteligencia exterior, fue llamado por un debilitado Boris Yeltsin para enfrentar la debacle económica de 1998, y luego sacado abruptamente y reemplazado por Stepanshin, un leal ex jefe de los servicios de inteligencia domésticos (FSB). Pero su incapacidad para restaurar la autoridad, lo hundió en tres meses y dio luz verde al ascenso vertiginoso de la carrera del ex oficial de la KGB Vladimir Putin, quien era jefe del FSB en julio de 1998 y maniobró con mucha habilidad para catapultarse al poder supremo.

Cuando Putin fue nombrado primer ministro, en agosto de 1999, tenía 46 años y había pasado más de 20 en los servicios de inteligencia, dentro y fuera del país: primero en la KGB y luego con su sucesora, el Servicio Federal de Seguridad (FSB). En diciembre de ese año fue nombrado sustituto de Yeltsin, y al año siguiente, 2000, fue elegido en primera vuelta, con una mayoría aplastante, segundo presidente democrático de Rusia.

Nikolai Petrov, analista del Centro Carnegie de Moscú, estima que Primakov, y especialmente Putin, utilizaron sus antecedentes como oficiales para presentar una imagen confiable a sus aliados, el parlamento y la opinión pública.

Sólo unos días después de haber reemplazado a Yeltsin en el Kremlin, Putin nombró a los generales del FSB Viktor Ivanov y Alexander Strelkov en cargos importantes de la administración presidencial. Paralelamente, docenas de oficiales del FSB fueron llamados por Putin desde su natal San Petersburgo para ocupar cargos dentro de la Lubyanka en Moscú. Boris Gryzlov, jefe del grupo parlamentario que apoya a Putin, es otro ex oficial de los servicios secretos de la antigua capital imperial rusa.

"Putin no quiere equivocarse y tampoco caer bajo la dependencia de los clanes políticos existentes", declaró en aquel momento Boris Makarenko, vicedirector del Centro Político Tecnológico de Moscú. Sostuvo que el auge de Putin se debió a que los rusos creen que un Estado fuerte, el control económico, unas fuerzas militares poderosas y una férrea disciplina, son la solución de sus problemas.

Se materializaban así los temores de un comisario de la época bolchevique que, en julio de 1918, preocupado por la falta de control del Partido sobre los órganos de seguridad (Cheka), advirtió: "si esto sigue así, tendremos a un Estado dentro de otro Estado". Setenta y cuatro años después, Vadim Bakatin, el hombre que estuvo encargado de desmantelar la KGB cuando la URSS desapareció, dijo: "es imposible, para acabar con la Cheka (nombre antiguo de la KGB), habría que desmantelar toda la Rusia".

¿Qué fue la KGB?

Su nombre ha cambiado ocho veces. Comenzó siendo la Cheka (Comité Extraordinario contra sabotajes y contrarrevolución) en 1917 y fue rebautizada como Servicio de Seguridad Federal (FSB) después que se acabó la URSS, en 1991. Pero todos los occidentales la conocen mejor por KGB.

Estas siglas surgieron cuando en 1954 los servicios secretos soviéticos se convirtieron en Comité para la Seguridad del Estado (KGB, Komitet Gosudarstvennoi Bezopasnosti). De la KGB se cuentan atrocidades y sus actividades despertaron miedo y fascinación en los rusos y los extranjeros. Pero, ¿todavía existe en la actualidad? ¿Cuál es su verdadera historia? Buscando testigos y relatos, esto es lo que Encuentro en la Red pudo descubrir.

En el otoño de 1991, muchos colegas de Natalia Geborkian, que trabajaba en la Academia de Ciencias Atómicas de Rusia, incluidos americanos, la felicitaron por la abolición de la KGB. "Ellos creían honestamente que el monstruo podía ser eliminado como se cancelan las clases escolares un día de tormenta", dijo Geborkian a Encuentro en la Red.

Hoy en día esta científica rusa recuerda aquellas ingenuas conversaciones y afirma: "La KGB está más viva que nunca y esta paradoja tiene una explicación: no es fácil matar a la policía secreta". Geborkian estima que la KGB "murió oficialmente" para enseguida "renacer con mayor fuerza". ¿Cómo fueron las cosas? Hay muchas versiones, pero todas coinciden con las palabras de Natalia.

Según esta mujer, hoy en día el servicio de seguridad tiene los mismos poderes que la vieja KGB y opera de acuerdo con los mismos métodos y formas de trabajo, y además, "mantiene el control sobre los archivos y documentos, lo que le permite no sólo manipular la opinión pública, sino controlar el destino de las personas, incluidos los políticos. Y esto funciona tanto para los servicios de inteligencia domésticos como exteriores".

Es que al final la KGB ha logrado mantenerse fiel a sí misma y en el lugar donde siempre estuvo. ¿Por qué? Geborkian cuenta que un veterano de la KGB le preguntó: "¿has pensado alguna vez por qué todos nosotros existimos? Quizás porque alguien todavía nos necesita".

En su opinión, los sucesos de agosto de 1991 dieron una magnífica oportunidad para destruir la odiada agencia y crear un nuevo servicio nacional de seguridad. Esta oportunidad no sólo ya pasó, sino que la única persona que pudo haber destruido el monstruo, Vadim Bakatin, quien estuvo en el cargo sólo cuatro meses, fue destituido en el momento exacto en que las autoridades se dieron cuenta de que podía desmantelar todo el aparato.

El pecado original

Casi todas las fuentes están de acuerdo en que todo comenzó cuando las fuerzas de choque de la KGB fueron enviadas, el 21 de agosto de 1991, a detener a los líderes de las fuerzas democráticas que habían tomado el Parlamento para rechazar el golpe de Estado, organizado por el grupo ultraconservador del Partido Comunista en Moscú con la intención de detener la Perestroika comenzada por Mikhail Gorbachev.

Pero un oficial, identificado solamente como coronel Boris B., decidió no ejecutar las órdenes, lo que contribuyó al fracaso del golpe y, en última instancia, el colapso de la URSS. También significó la destitución de Vladimir Kryuchkov, quien era el jefe supremo de la KGB y uno de los complotados. Su sustituto, el reformista Vadim Bakatin, recibió de Gorbachev la orden de desmantelar la KGB.

Como resultado, la KGB se disolvió "formalmente" junto con la URSS, a fines de 1991. Entonces Boris Yeltsin, quien había sustituido a Mikhail Gorbachev y se había convertido en el primer presidente democrático de Rusia, decidió que los bienes y las actividades de los servicios secretos continuaran funcionando a través de nuevas agencias creadas por él:

-El Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), que se hizo cargo de la mayor parte de las operaciones exteriores de la KGB (recolección de inteligencia y análisis de la información de inteligencia).

-La Agencia Federal para la Comunicación e Información del Gobierno (FAPSI), la contraparte rusa de la Agencia Nacional de Seguridad de EE UU (NSA). Igual que esta última, es responsable de la seguridad de las comunicaciones y la inteligencia.

-El servicio de Protección Federal (FSO), con la misión de custodiar el Kremlin y las oficinas clave del país, a las que se agregan los 1.000 hombres del Servicio de Seguridad del Presidente (PSB), que tienen responsabilidades similares a las del American Secret Service.

-Y el nuevo Ministerio de Seguridad, que fue desarticulado en diciembre de 1993 por Boris Yeltsin y reemplazado por el Servicio Federal de Seguridad (FSB).

La KGB controlaba a Yeltsin

El sovietólogo Michael Waller afirma que las reformas burocráticas y los cambios de nombre poco cambiaron a la KGB. A diferencia de lo que hicieron los checos en 1990, los alemanes en el 1989 y otros países del Este de Europa, el Kremlin encabezado por Boris Yeltsin creyó que podía conservar los órganos de la KGB bajo control, dividiéndolos y poniéndolos bajo la dirección presidencial. Craso error.

Lo que pasó, según escribe Waller en su libro La KGB y sus sucesores, fue que Yeltsin quedó dependiente de los servicios de seguridad y no los pudo controlar, sino que estos lo controlaron a él. En septiembre de 1993, al ver su debilidad, Yeltsin trató de reorganizar una vez más los servicios secretos expandiendo su autoridad personal. Sin embargo, nunca logró el control sobre la inteligencia y los servicios militares.

Fue en esa época cuando lanzó un decreto que dejó atónita a la gente. En ese documento decía más o menos que había cometido un error en 1991 y que los chekistas aprovecharon el vacío de poder y se reinstalaron a sí mismos. Acto seguido decretó otra reestructuración de las estructuras de la KGB y las dividió en cinco grandes organizaciones, transfiriendo algunas unidades a otros ministerios.

Por ejemplo, el Ministerio de Seguridad quedó abolido y apareció el Servicio Federal de Seguridad (FSB). Surgió también la Dirección de Guardia Principal, que incluyó a 5.000 hombres de la antigua guarnición de la KGB en el Kremlin, fuerzas de inteligencia y contrainteligencia, fuerzas de élite y tropas especiales. Esta dirección bajo el único control del presidente englobó a 25.000 uniformados.

Están además el Servicio Federal de Fronteras, que sustituye a la dirección de guardafronteras de la KGB, la Agencia Federal del Gobierno para las Comunicaciones y la Información, conocida por sus siglas rusas FAPSI, y el Servicio Exterior de Inteligencia (SVR o Slozhba Vneshnei Razvedki).

© cubaencuentro

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