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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Perú

Un país escindido

Elecciones presidenciales: Por una segunda vuelta de sobriedad colectiva.

Los conteos a pie de urna revelan que no hay grandes sorpresas. La provisional victoria del líder nacionalista y ex militar Ollanta Humala, seguido por Lourdes Flores Nano, quien procede de las canteras del derechista Partido Popular Cristiano, y el empecinado Alan García por el APRA, era algo que podía vaticinarse en cada esquina de Perú.

Según las cifras manejadas por la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales), con un 52,7 por ciento de los votos escrutados, el dirigente nacionalista —apadrinado por el presidente venezolano Hugo Chávez— alcanzaba el 27,8 por ciento de los votos; seguido de la conservadora Lourdes Flores, de 46 años, con un 26,3 por ciento de los sufragios; y el ex presidente Alan García, de 56 años, aparecía en tercer lugar con un 25,6 por ciento.

Difícilmente Alan García, a pesar de su corta desventaja, sobrepase en los conteos oficiales a Lourdes Flores, con vistas a una segunda vuelta. Esto nos deja ante un panorama bastante complicado que algunos ya han calificado de escisión en Perú. Lo primero, para hacer un pronóstico realista, sería contemplar dónde irían a parar las intenciones de voto de los peruanos simpatizantes de García, Valentín Paniagua, Alberto Andrade y los fujimoristas recalcitrantes.

Con sólo leer los nombres, conociendo el perfil de los electores de cada cabeza de partido, dan ganas de cerrar los ojos y la boca, y no atrevernos a pronóstico alguno. Sin dudas, un alto porcentaje de los seguidores de Paniagua y Andrade reforzarán a la candidata Lourdes Flores Nano. Pero la cosa se complica cuando pensamos en los dudosos seguidores de Alan y del delincuente Fujimori.

No puede dejarse de lado el perfil "popular" de ambas propuestas, pero también hay que destacar que tanto en Alan como en los que siguieron a Fujimori en la figura de Martha Chávez, se trataba de un populismo que encubría una tendencia dictatorial y un coqueteo con ciertos sectores de la oligarquía peruana y alianzas con corruptos partidos tradicionales. Esto nos impide ver claro el panorama, a no ser que echemos mano a elementos de juicio mucho más contundentes.

El mayor respaldo a Humala proviene de empobrecidas zonas rurales que no se han beneficiado del crecimiento económico logrado en los cinco años de gobierno del presidente Alejandro Toledo, y de la tan tristemente célebre gestión histórica de los partidos tradicionales en Perú.

Si pensamos en el camino recorrido por el candidato cocalero boliviano Evo Morales, que lo llevó a la presidencia recientemente, y del panorama internacional latinoamericano con Hugo Chávez de padrino de Humala, y el cada vez más antipático George W. Bush, todo parece apuntar a un triunfo del ex militar peruano.

Razones de fuerza mayor

Vale la pena contemplar otras razones. Como sucede en muchos países del cono sur, los peruanos han sufrido históricamente los desbalances e injusticia social de la concentración del capital. Alrededor de 70 cabezas de familia se benefician del PBI en un nivel aproximado al 85%. Son dueños de los bancos, fondos de la seguridad social, financieras, seguros, bolsa de valores (son los únicos que cotizan en bolsa), yacimientos mineros, pesqueras, industria de la construcción, grandes farmacias, supermercados, industria y comercio de consumo masivo.

Estas 70 cabezas de familia han entronizado un poder económico y político, un establishment: se apoderan de más del 90% de las licitaciones del Estado, especulan en el sistema financiero y la bolsa de valores cuando les place, presionan a gobiernos considerados "populistas" o "dictaduras". Y este espectro parece haber conducido, tanto en Perú como en Bolivia, a un callejón sin salida en las preferencias políticas populares.

Humala tendrá que planificar bien su estrategia, pues la concertación forzosamente tendrá que ser una opción importante: la segunda vuelta será a grandes rasgos entre "los demócratas" y "los radicales". Entonces Humala debe dar la vuelta al pensamiento de muchos, especialmente en Lima, que no ven con buenos ojos el nacionalismo. A ello debe agregarse que el líder populista ha sentido la pegada del enorme cúmulo de denuncias que tuvo en su contra, muchas de ellas bien sustentadas.

Todo esto indica que estamos ante un Perú escindido entre quienes apoyan las promesas de Humala de nacionalizar algunos recursos naturales y subir los impuestos a las multinacionales, los que buscan una mayor intervención del Estado en la economía, como quiere García, y los que quieren un gobierno moderado como el que encabezaría Flores.

La mejor opción

Sospecho que la mejor opción para Perú, como suele ocurrir cada vez que las cosas mejoran, no será la que triunfe. Siguiendo la gestión de Alejandro Toledo, aunque criticable en muchos aspectos, indiscutiblemente positiva dentro de sus limitaciones, al país andino más que un presidente radical y nacionalista, le conviene cerrar filas con la moderada izquierda latinoamericana y no irse a los extremos. Una integración inteligente y un crecimiento económico que mantenga los logros de la gestión de Toledo y amplíe la plataforma de justicia social dentro de márgenes eficaces a largo plazo.

Humala parece, pero dudo mucho de que sea. Su dudosa alianza con Chávez, la coyuntura de "líder redentor" en que llegaría al poder, sus veleidades de poder, sus muy notables deslices por los que ya ha sido criticado en el marco de los derechos humanos, sus declaraciones extremas que apelan a zonas muy oscuras de la frustración popular, parezca lo que parezca de cara al pueblo, pueden inducirnos a sospechar que no sea lo que el pueblo necesita.

Ojalá que las urnas de la segunda vuelta no terminen siendo tristes cajas de Pandora. El tiempo que media desde hoy hasta los comicios de mayo será decisivo. El tablero está claramente planteado, pero aún quedan importantes movimientos a ejecutar por el probablemente descartado Alan García, la aspirante Lourdes Flores Nano, y sobre todo el propio Humala, que más que esclarecer su propuesta deberá hacer frente con mucho tino a los ataques de centro y derecha.

Cualquiera que triunfe, deberá continuar allanando el camino para que Perú esté cada vez más en manos de esas pequeñas mayorías de que hablara el verso de Vallejo, y para que los pobres dejen de serlo. Que la ley seca que antecede siempre al día electoral, no se convierta en una embriaguez colectiva cuya resaca luego dure cinco años… o sea irremediable.

© cubaencuentro

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