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Actualizado: 08/05/2024 7:38

Brasil

Una tragedia anunciada

Las consecuencias del accidente de un Airbus 320 de la Compañía TAM podrían llegar hasta la cúpula del poder político.

Diez meses después que un avión de la compañía aérea Gol cayera en la selva amazónica tras chocar en el aire con un jet privado y matar a 154 personas, ha ocurrido otro desastre en la aviación comercial de Brasil.

Esta vez, se ha estrellado un Airbus 320 de la TAM provocando la muerte de 186 personas, entre pasajeros y tripulantes, además de otras 14 en tierra, según anunció el gobernador del Estado de São Paulo, José Serra, y al menos 19 heridos, de acuerdo con reportes de la Policía. El incidente, considerado ya el mayor desastre en la historia de la aeronáutica de Brasil, es, sin embargo, una tragedia anunciada.

Desde hace meses los ciudadanos del país se preguntaban si era necesario un accidente de estas dimensiones para que el gobierno tomara cuenta de una crisis que dura casi un año y, al parecer, se extenderá por tiempo indefinido.

En una encuesta divulgada por el canal de televisión SBT, 8 de cada diez brasileños consideran que lo ocurrido este martes es un reflejo claro de las dimensiones de un conflicto real.

Antecedentes

Desde hace meses, la pista del Aeropuerto de Congonhas, en São Paulo, la terminal de mayor tráfico aéreo en América Latina, viene recibiendo críticas de pilotos y especialistas de la aeronáutica sobre la falta de seguridad y las deficientes condiciones para los aterrizajes y despegues cuando la lluvia cae en la ciudad.

En estos últimos diez meses, varios accidentes anteriores, de menor grado y consecuencias, involucraron a diversas empresas y modelos de aeronaves en el que también es considerado el aeropuerto más antiguo del país.

La situación llegó a ser tan crítica, que los directivos de la Infraero (Empresa estatal de la aviación civil) decidieron cerrar la pista principal de la instalación para realizar profundas reformas por falta de seguridad. No obstante, las obras duraron sólo un mes y aunque no se terminaron, los especialistas de la citada empresa aseguraron que daban garantías para la apertura exitosa de la misma.

Pero la realidad es obvia: ni los 20 millones de reales que se utilizaron en las mencionadas transformaciones han podido evitar el desastre y ahora un gran proceso de investigación determinará de quién ha sido la culpa.

De hecho, el presidente de Brasil, Lula da Silva, ya ordenó abrir una investigación para esclarecer si el aeropuerto cumplía las condiciones de seguridad y determinar la responsabilidad de los organismos públicos.

Aunque la pista de Congonhas parece erigirse como la gran culpable de lo acontecido, fenómenos y acontecimientos muchos más delicados son la causa directa de lo vivido en las últimas horas en Brasil.

Negligencias en el funcionamiento de las diversas compañías aéreas, denuncias de corrupción que involucran a directivos de la Infraero y la ANAC (Agencia Nacional de Aviación Civil) en desvíos de millonarios recursos estatales, huelgas casi permanentes de los controladores del tráfico aéreo por negativas a trabajar con una tecnología frágil y atrasada e incompatible con los estándares internacionales, han matizado el acontecer noticioso del país en los últimos meses.

Además de esos asuntos, la falta de inversión del gobierno en las instalaciones y los equipamientos aeroportuarios dedicados al ordenamiento del tráfico aéreo nacional e internacional, denunciados en el senado de la nación por parte de sectores de la oposición y organizaciones sociales, son, sin duda alguna, causas directas no sólo de lo ocurrido en la noche del 17 de julio último, sino de lo que aún podría suceder.

Según datos económicos publicados por Folha de São Paulo, el periódico de mayor circulación en la nación, Brasil es el país que más creció en el último año en lo referido a la transportación de pasajeros por vía aérea.

Sin embargo, ese 12% de crecimiento reportado no se ha revertido en inversiones directas en el sector, ni siquiera por parte de ninguna de las empresas de aviación del país cuyas aeronaves sufren de sobreuso extenuante, que también ha sido denunciado por pilotos, funcionarios y organismos de la aviación civil internacional.

Téngase en cuenta que la industria ferrocarrilera brasileña fue abolida o extinguida de la geografía nacional, borrando eras de prosperidad e historia digna, y las carreteras del país sufren también la falta de mantenimiento y las consecuencias directas de una sobreexplotación.

¿Sólo aviones?

La crisis en el sector de la aviación comercial brasileña es reflejo directo de la crisis política que atraviesa el país, cuyas repercusiones son hoy imprevisibles.

Un reordenamiento del Ministerio de Defensa, con la esperada renuncia del ministro Waldir Peres, parece vislumbrarse como acontecimiento cercano, casi inmediato.

De igual forma, se impone una investigación profunda de los sistemas de operaciones de las diversas compañías aéreas, casi todas de propiedad privada. Un botón de muestra de la situación fue que pasadas 12 horas del accidente, los familiares de las víctimas aún no habían tenido acceso al listado de pasajeros y una emisora de radio paulista era quien divulgaba, de manera inconstitucional, los nombres de las presuntas víctimas.

La intensa violencia y el crimen organizado que se sufre en todas las capitales del país, animadas por la falta de moralidad de los organismos e instituciones públicas, es otro problema serio que debe resolverse.

Pero la tragedia de marras podría llegar hasta el centro de la cúpula del poder brasileño. El presidente brasileño, a pesar de declarar duelo nacional durante tres días, recibe fuertes presiones por los sectores de la oposición que critican con dureza la gestión presidencial de su partido, tras enfrentar constantes denuncias de corrupción que han llegado hasta Renán Caleiro, su amigo personal y figura cumbre del senado de la nación.

Las constantes manifestaciones de sectores sociales, huelgas en las empresas más importantes, no sólo en las dos más grandes ciudades del país, Río de Janeiro y São Paulo, sino en toda la geografía nacional, muestran el panorama delicado y sumamente tenso en el plano sociopolítico.

Los Juegos Panamericanos han pasado ahora a un segundo plano, en virtud de las dimensiones de una catástrofe que, aunque esperada, avisada y previsible, ha enlutado y conmovido a los ciudadanos de un país que podría registrar índices de crecimiento y estabilidad social mucho más importantes. Brasil está limitado, bochornosamente, por la falta de transparencia en la gestión de la mayoría de sus políticos e instituciones civiles y militares.

© cubaencuentro

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